❐ L.B. | 09.02.2023
Cientos de religiosos celebraron en los conventos y monasterios de toda la diócesis la Jornada de la Vida Consagrada. Pero sin duda, la más multitudinaria fue la que llenó la catedral de Valencia, y que presidió el arzobispo, Mons. Enrique Benavent.
En esta ocasión, la Jornada de la Vida Consagrada contó con una peculiaridad y es que al encontrarnos en el año jubilar por el Centenario de la Coronación de la Virgen de los Desamparados, los consagrados se congregaron alrededor de la patrona, en su Basílica para ganar el jubileo. Tal como se indicó en la monición de entrada, “la vida consagrada tiene muchos motivos para dar gracias a la Virgen. Todos la tenemos con algún título propio, reflejo de nuestro carisma. Ésta es una ocasión para manifestar el amor a María de todos los consagrados y pedirle que nos siga protegiendo y bendiciendo. Que se haga realidad el lema de este año, ‘Caminando en esperanza’, para que nuestro seguimiento y consagración sean más firmes cada vez”.
El Arzobispo, Mons. Benavent, prendió su candela y el fuego se fue traspasando de unos a otros hasta que todas las candelas quedaron encendidas. Mientras, el coro de los PP. Dominicos entonaba el canto ‘Sé mi luz, enciende mi noche’.
Este mismo canto fue el que acompañó a los religiosos durante todo el trayecto de la procesión entre la basílica de la Virgen y la Catedral. Llamaba especialmente la atención la alegría reflejada en los rostros de los religiosos, que salieron por la puerta principal de la basílica, y sonrientes recorrieron la plaza de la Virgen y la calle del Miguelete para entrar a la Catedral por la Puerta de los Hierros.
Poco a poco la luz fue llenando la Catedral, al acoger a los representantes de numerosos institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica de la archidiócesis, que renovaron sus compromisos religiosos y apostólicos.
Renovada ilusión
En su homilía, monseñor Enrique Benavent, aseguró que “sin el testimonio de los consagrados y consagradas, su entrega y generosidad, la Iglesia sería más pobre”.
Durante la eucaristía, que concelebraron los obispos auxiliares de Valencia, el Arzobispo elogió “vuestra entrega, porque hacéis posible que la luz de Cristo llegue a muchas personas a las que no llegaría sin la generosidad que vosotros tenéis y la disponibilidad para daros totalmente al Señor”. Y, agradeció “la riqueza que este estado de vida significa para toda la Iglesia”.
Igualmente, afirmó que esta jornada “es también para vosotros una ocasión para reavivar con renovada autenticidad e ilusión vuestra entrega y consagración, para no perder de vista el horizonte último que da sentido a toda vuestra vida”. “Renovar la consagración significa volver a los comienzos para pedirle al Señor que la entrega vaya de menos a más”.
Y, como aseguró el Arzobispo, “en el fondo, en el Bautismo hemos sido también todos consagrados: la vida consagrada es el reconocimiento de que nuestra vida no nos pertenece totalmente, de que la hemos recibido de Dios y a Dios la queremos devolver. Y esto no es para pensar que se es mejor y más perfecto que los demás sino para tender hacia todos los hombres una mano amiga”.
Asimismo, dirigiéndose a los consagrados, el Arzobispo les aseguró que “vuestra cercanía a Dios os tiene que llevar a descubrir su presencia en la pequeñez, en los signos sencillos y humildes, en los que el Reino de Dios se hace realidad en nuestro mundo; a no perder la esperanza ni la alegría aunque a menudo no veamos los frutos que nos gustaría ver de nuestra entrega, y a testimoniar siempre a Aquél a quien hemos conocido”.
Por ello, “ninguna vida de alguien que se ha consagrado al Señor es inútil aunque aparentemente no produzca los frutos deseados”, manifestó.
Monseñor Benavent se refirió a la Virgen María, “ejemplo de fidelidad y confianza en Dios, es el ejemplo más luminoso de entrega a Dios. Ella nos enseña que un corazón entregado a Dios no se olvida tampoco de los sufrimientos humanos”.
Finalmente, pidió para “que vuestra consagración os lleve también a tener un corazón misericordioso, hacia los que atendéis en tantas instituciones dirigidas por vuestros institutos de vida consagrada” y a hacerlo “con los mismos sentimientos de María, con la misma misericordia de Cristo, de este modo seréis portadores de esa luz que el mundo tanto necesita”.
Sentido eclesial
Al concluir la misa, el vicario episcopal para la Vida Consagrada, el dominico Martín Gelabert, dirigió unas palabras de despedida en las que reconoció que la presencia de tantos religiosos es “signo de que hay algo que nos une: el seguimiento de Cristo con el que todos, con estilos y misiones diferentes, nos identificamos”.
Asimismo destacó “el sentido eclesial de este encuentro en torno al pastor de la diócesis”, ya que “la vida consagrada sólo tiene sentido dentro de la Iglesia”.
Y agradeció al Arzobispo “sus palabras de ánimo y esperanza, que nos orientan hacia lo que de verdad importa: el Reino de Dios que es al que queremos servir. La celebración concluyó con todos los consagrados entonando el Himno de la Coronación de la Virgen de los Desamparados.