❐ MªJOSÉ CERVERA | 09.03.2023
La Iglesia en Valencia acompaña y prepara actualmente -y desde hace muchos años- a decenas de mujeres presas en el Centro Penitenciario de Picassent -y a aquellas que se encuentran actualmente en tercer grado-, a través de formación, cursos, talleres, orientación y acogida a través de la Pastoral Penitenciaria, “que les ayuda a adaptarse a su futura vida en libertad cuando regresan de nuevo a la sociedad”.
Según Víctor Aguado, director del Secretariado de Pastoral Penitenciaria del Arzobispado de Valencia (SEPVAL)- “que ofrece esta ayuda de forma pionera”- la acogida y la escucha es fundamental. “La reinserción es complicada, no porque ellas no quieran, sino porque de alguna manera nuestra sociedad todavía no se encuentra en el paradigma social de dar una segunda oportunidad y menos con la losa que supone haber estado en prisión”.
Para Aguado, todavía hoy en día “cualquier otra situación conlleva mejor aceptación que ésta, la de estar privado de libertad” y, lamentablemente, “ese rechazo lo arrastran mucho tiempo tanto a nivel personal como a nivel social”.
Pero, ante esta “difícil situación” -como describe el director del secretariado de Pastoral Penitenciaria- la Iglesia en Valencia “lo está dando todo”. Desde el año 2016, dirige una casa hogar, ‘Antonia María de la Misericordia’, impulsada por el Arzobispado de Valencia con la colaboración del Ministerio del Interior, que tiene como finalidad la reinserción social de mujeres que obtienen el tercer grado penitenciario, es decir, cuando han cumplido tres cuartas partes de su condena.
En el equipo de este hogar figura un gran número de personas voluntarias, así como la propia familia de Víctor Aguado -mujer e hija- que ofrecen orientación a las mujeres acogidas. En 2022, han pasado por este piso 17 mujeres. El promedio de estancia es de unos cien días, pero hay mujeres que permanecen incluso dos o tres años.
“El proyecto está basado en la orientación y la adaptación a la futura libertad. Es un espacio de acogida y escucha y de atención personal a todas ellas, donde se les propone formación y puestos de trabajo para que vayan introduciéndose de nuevo en la sociedad”, añade Aguado.
La unidad dispone de 10 plazas, y “estamos siempre entre un 70 y un 80 por ciento de ocupación -dependemos del Ministerio del Interior- y es una plataforma de lanzamiento para la reinserción o la inserción en la sociedad de hoy en día que tanto cuesta y, sobre todo, si eres mujer”, explica Aguado.
Las usuarias, que duermen en habitaciones compartidas, “hacen su vida fuera de la casa entre las 7 y las 21 horas, aproximadamente”, algunas con responsabilidades familiares y otras con estudios o trabajo. A las 21 horas “tienen que estar en la casa, aunque muchas acuden antes de la hora de la cena”, y entre las 23 y las 7 horas “un dispositivo telemático de Instituciones Penitenciarias controla que estén dentro del perímetro de la casa”.
Este hogar para mujeres, que fue cedido al Arzobispado por las Oblatas del Santísimo Redentor, se suma a otros proyectos en marcha en la diócesis.
Protegida y arropada por la Iglesia
Es el caso de Esperanza M., una mujer joven ex presa, que estuvo interna en el Centro Penitenciario de Picassent durante tres años y medio. Para ella la Pastoral Penitenciaria ha sido y es su “gran pilar y apoyo”. Tanto es así, que actualmente es voluntaria y colaboradora de la Pastoral Penitenciaria y ayuda a otras mujeres que han pasado por su misma situación.
“Después del paso por prisión, estuve en este hogar como recurso de apoyo para reincorporarme a la sociedad -la verdad es que desde el primer día tuve apoyo fuera de mi familia- pero la labor de la Pastoral es muy importante porque cuando sales de allí estás totalmente excluida”.
“De la cárcel sales con muchísimos miedos a ser juzgada otra vez, a cómo te vas a incorporar en la sociedad, sin embargo, aquí encontré un apoyo total para enfrentarme a esta situación con dignidad”.
Esperanza M. tuvo apoyo psicológico y durante los dos años que estuvo interna en el hogar, “me sentí en todo momento protegida y arropada, era mi refugio, fue como estar en mi casa”.
Otro de los pilares en los que se apoyó Esperanza M. para hacer frente a su situación fue la fe. “Yo sabía que Dios iba a estar conmigo, confiaba en Él y en que no iba a pasar absolutamente nada porque me sentía muy acompañada”.
Cursos dentro del Centro Penitenciario de Picassent
Asimismo, dentro de prisión, en los dos módulos de mujeres, además de lo que es la atención y formación religiosa que ofrecen los capellanes de prisión y la Pastoral Penitenciaria, se llevan a cabo talleres de costura- impulsados por esta pastoral- donde las internas aprenden a coser a máquina y “reciben formación muy útil para el día de mañana”. Actualmente, en estos talleres participan más de 60 mujeres.