❐ L.B. | 20.04.2023
Conocido como el planeta azul por el color que tiene cuando es visto desde el espacio, la Tierra alberga casi 1.400 millones de kilómetros cúbicos de agua. Sin embargo, apenas el 2 % de ésta es agua dulce, y el porcentaje disponible para consumo humano es aún menor.
En gran parte del mundo occidental, acceder al agua es tan sencillo como abrir un grifo; por el contrario, en grandes zonas de África, Asia e Hispanoamérica, para conseguirla hay que recorrer grandes distancias y enfrentarse a numerosos peligros para poder llenar siquiera sea una garrafa. Además, el agua que se consigue no siempre es potable, lo que acrecienta los riesgos de sufrir enfermedades potencialmente mortales como el cólera.
Así lo explica el padre Diego Cano, misionero desde hace 10 años en Ushetu (Tanzania) y socio local de Manos Unidas en la zona. “En Occidente, es muy común levantarnos, prender la luz del baño, abrir el grifo y tener agua. En África, es justamente algo extraordinario, y a veces sucede que el agua está contaminada al no ser una excavación profunda, lo que puede producir numerosas enfermedades”, comenta.
Un efecto colateral de estos grandes desplazamientos, que muchas veces son realizados por mujeres y niñas, es que estas últimas dejan de acudir a la escuela, lo que perjudica seriamente sus opciones de un futuro mejor: “En una región donde podemos pasar seis meses sin agua, un pozo de agua es una fuente de bendiciones, sobre todo para las mujeres y niñas, ya que se evitan las caminatas y el quedarse fuera del sistema laboral y escolar, respectivamente”, añade el padre Cano.
El agua no es solamente básica en la alimentación, sino que también resulta fundamental en la higiene personal para evitar la propagación de enfermedades infecciosas. Según datos aportados por Manos Unidas, cada día mueren 1.000 niños por diarrea, mal directamente asociado a la falta de higiene.
Por su parte, la FAO prevé que en el año 2050 seamos cerca de 10.000 millones de personas, lo que multiplicará exponencialmente las necesidades hídricas, haciendo esencial encontrar fórmulas que permitan acceder al agua de forma sostenible.
A esto hay que añadir el hecho de que la ausencia del agua afecta a otros campos como la agricultura y la ganadería, ya que sin ella no se puede cultivar ni alimentar a los animales, lo que puede derivar en hambrunas.
‘Pozos que cambian vidas’
Con el objetivo de “garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos”, Manos Unidas impulsó el proyecto ‘Pozos que cambian vidas’ en la diócesis de Ushetu, en Tanzania, donde muchas de las 43 aldeas que la componen están alejadas de la ciudad y llegar es a veces muy difícil o imposible en determinados momentos del año.
“En los meses de sequía, es un verdadero problema obtener agua. No se recoge en épocas de lluvias por falta de medios y el agua que se logra obtener es muy mala y escasa”, indican.
“Las mujeres y las niñas son las encargadas de conseguir el agua para la familia y deben caminar kilómetros para traerla yendo por la tarde y de madrugada, con el peligro de ser atacadas por animales salvajes”, añaden desde Manos Unidas.
La congregación religiosa del Verbo Encarnado lleva en esta zona desde el año 2010 trabajando para mejorar las condiciones de la vida de la población, para lo que cuenta con el apoyo de Manos Unidas. Inicialmente, el proyecto se comenzó en tres aldeas: Illomelo, Seleli y Mkwangulwa.
Durante la ejecución del proyecto, se perforaron pozos comunitarios con bomba manual, uno por aldea. Además, se crearon Comités de Agua para gestionar la distribución y el mantenimiento futuro de los pozos. También se impartieron cursos de formación acerca del uso responsable del agua.
El proyecto benefició directamente a toda la población de las tres aldeas: unas 14.000 personas. Charles Mhoja, líder de la aldea Illomelo, manifestó que “este pozo de agua ha ayudado mucho al progreso del pueblo y las 300 familias que lo habitan. En época de sequía, es una alegría saber que el agua está disponible de forma sencilla”.
En el 2021, último año auditado, la ONG de la Iglesia católica Manos Unidas financió 24 proyectos de agua y saneamiento, que ayudaron a unas 70.000 personas, con una inversión de casi 1’5 millones de euros.