El Miguelete, la torre campanario de la Catedral de València de estilo gótico valenciano, es uno de los monumentos más visitados de la ciudad. Con sus 50,85 metros de altura, su acceso se realiza desde el interior de la Seo por una escalera de caracol de 207 escalones. Pero, ¿qué pasaría si un visitante sufriera algún percance estando en lo más alto? ¿cómo podrían evacuarlo? Una veintena de bomberos han realizado un simulacro sin precedentes para la evacuación por el exterior desde lo alto de la torre.
❐ M. J. CERVERA / B.NAVA| 13.07.2023
La torre del Miguelete de la Catedral de Valencia, uno de los puntos más emblemáticos de la ciudad, acogió un simulacro sin precedentes para la evacuación por el exterior -desde lo alto del campanario- con el fin de valorar las destrezas que serían necesarias en caso de tener que realizar un desalojo de algún visitante por la fachada.
Una veintena de profesionales del Cuerpo de Bomberos de Valencia ha realizado el dispositivo, a más de 50 metros de altura, descolgándose por el exterior de la torre con un sistema de cuerdas y arneses y una camilla en la que uno de ellos ha bajado tumbado, acompañado por otros dos bomberos.
La bajada pudo efectuarse en tiempo récord -desde que se instalaron los sistemas y hasta la bajada a pie de calle- transcurrieron aproximadamente treinta minutos. Para ello, tuvieron que retirar parte de la reja que rodea el perímetro de la torre en su parte alta.
No obstante, los trabajos para el simulacro se desarrollaron desde las siete de la mañana y hasta las diez, hora en que se dio por finalizado el ejercicio.
El equipo de bomberos se dividió en dos grupos. Uno de ellos, permaneció en la terraza alta del Miguelete, desde donde empezó el descenso, y el otro grupo, se encontraba abajo esperando la llegada de la camilla, en la que iban un bombero tumbado y otros dos de acompañantes para atender a la persona evacuada y poder controlar la bajada, del mismo modo que ocurriría si se tratara de un caso real.
El ejercicio se planteó sólo en el caso de tener que evacuar a una persona que necesita auxilio en lo alto del Miguelete y que por circunstancias no se le puede bajar por la escalera, porque es muy estrecha y en la que los peldaños- sus 207 escalones- no son grandes sobre todo en el tramo final”.
Por eso, la práctica pretende, sobre todo, tener “una toma de contacto real para poder conocer cuáles son los problemas para hacer un posible descenso por la fachada y el desarrollo de una posible evacuación por esta parte si algún día fuera necesario”. Y es que pueden darse varios casos en los que sea más recomendable -para poder atender debidamente a esta persona- evacuarla desde la fachada a través de un sistema de cuerdas estando tumbada en una camilla. El ejercicio ha resultado “totalmente satisfactorio”, según explican desde la Catedral.
Para cualquier otra casuística, la Catedral cuenta con un protocolo de emergencias, contemplado en el Plan de Autoprotección, “que es muy amplio y está en vigor en la Seo y que incluye la actuación ante diferentes escenarios posibles y diferentes rutas de evacuación”, afirman.
Primer descenso por la fachada en 1959
Descender por la fachada del Miguelete no es algo común. La primera vez que se realizó fue en 1959, cuando un grupo de escaladores del Centro Excursionista de Valencia fueron llamados para limpiar la fachada de la torre, algo que jamás se había hecho en sus más de 500 años de historia. Para aquella primera limpieza participaron un total de ocho voluntarios, de los que cuatro fueron escaladores que iban descendiendo por las distintas caras de la torre para arrancar toda la maleza y hasta arbustos que salían de los muros exteriores y con los que, tal y como contaron en su momento ellos mismos “podríamos haber alfombrado todas las calles adyacentes a la Catedral de tanta cantidad como había”. Les llamaron, entonces, los ‘barberos del Miguelete’ y descendieron hasta en 16 ocasiones durante ocho horas para terminar la limpieza para realizar el trabajo.
Los jóvenes —Mario Jiménez, José Luis Cuñado, Santiago Germán y Miguel Gómez— descendían desde la barandilla superior de la torre hasta la sala de campanas, se balanceaban hasta alcanzar alguna de las ventanas para volver a acceder a la escala interior y regresar arriba.
Para los descensos se valieron de dos cuerdas de cáñamo, las de nailon tardarían aún años en inventarse, de 50 metros cada una y otra de 45, una escala de 10 metros y mosquetones y anillos. Eran otros tiempos.