Catorce rostros con rictus sonrientes, serios, sorprendidos… Siete hombres y siete mujeres que nos observan desde un lugar privilegiado: la ménsula que corona la portada románica de la Catedral de Valencia. Siete parejas a las que la tradición oral, transmitida a través del tiempo, les ha otorgado el estatus de ser los repoblados del nuevo reino cristiano de Valencia que en 1238 conquistó el rey Jaume I… ¿o quizá representan a los matrimonios de bienhechores y donantes que sufragaron los costes de la construcción de la portada?

FOTO: A.SAIZ

❐ BELÉN NAVA| 11.10.23

La puerta de la Almoina, también conocida como Porta del Palau por su proximidad al palacio arzobispal, es la más antigua de la catedral, siendo de estilo románico y diferenciándose del resto del conjunto arquitectónico predominantemente de estilo gótico.

Situada en el hastial del brazo este del transepto, es una de las obras arquitectónicas más singulares de la península y una de las primeras de carácter cristiano ejecutadas en la ciudad tras la conquista del rey Jaume I en el año 1238.
Bajo el alero de la parte superior de la portada podemos admirar catorce canecillos cuyo estado de conservación es asombroso. Lo que más destaca es que estos canecillos no responden al uso tradicional que se les daba en el arte románico y que se trata de rostros individualizados e identificados: siete hombres y siete mujeres, cuyos nombres y estado aparecen labrados entre ellos. Y a partir de aquí podemos hablar del “dicen, cuentas, relata las leyenda..” que quizá son siete matrimonios encargados, por deseo expreso del rey Jaume I, de traer a estas tierras a doncellas casaderas para desposarlas con los caballeros que habían participado en tan insigne gesta.

Fue el cronista Pere Antoni Beuter, en la Segunda Parte de la Crónica General de España, y especialmente de Aragón, Cataluña y Valencia, escrita en 1551, quien da forma a esta leyenda que venía circulando desde al menos el segundo cuarto del siglo XV.
Tal y como aseguran los historiadores Joaquín Bérchez y Mercedes Gómez-Ferrer en algunos de sus artículos y publicaciones “Beuter sería, no obstante, el que insuflaría nuevas fuerzas a esta narración repobladora al fusionarla con una imagen -material y visible- como era la de los catorce rostros del alero de la portada del Palau”. “El vigor de su ficción -narrativa y visual- fue tal que se tiene la impresión de que redescubrió a los habitantes de la ciudad de Valencia el aura de un pasado con toda la frescura de lo nuevo y también del prestigio de la letra impresa. Tal es así, que a partir de Beuter estos enigmáticos rostros debieron de salir de su discreto anonimato arquitectónico –es posible que también oral- para alcanzar un insospechado atributo, el de la imagen especular, que alumbraría otra imagen, la histórica, en donde los valencianos, durante más de dos siglos, no dudaron en verse a sí mismos, representados en su más antigua y orgullosa identidad urbana, patria”, afirman.

Sin embargo, y con el paso del tiempo el canónigo e historiador Josep Sanchis Sivera dudó de que fuera retrato de los fundadores de la ciudad, y comentó la posibilidad de que pudieran tratarse de donantes que contribuyeron a sufragar la portada de la catedral, o incluso el comienzo de la propia obra.

“De lo que no cabe duda”, indican en sus escritos Bérchez y Gómez-Ferrer es que “nos encontramos -con independencia de las historias del lugar depositadas en ellas, o de los valores gnoseológicos modernos que le proporciona la historia del arte- ante el primer retrato colectivo de unos pobladores nobles llegados a la ciudad de Valencia en el siglo XIII, y que generacionalmente van a mantener, a la manera de daguerrotipos modernos, la llama viva del recuerdo de los primeros años de la colonización”.

POLICROMÍA
Dejando a un lado la discusión entre el mito o la realidad de lo que representan estos caneciloos, hay que destacar que son de tamaño normal para la época, acorde con su ubicación en altura y en armonía con las dimensiones tanto de la portada como del resto de elementos del monumento.

Los catorce rostros destacan por sus ojos almendrados, sus pronunciadas cejas enarcadas, párpados marcados, frentes despejadas, narices por lo general rectas, peinados de cabelleras largas y rizadas.
Es posible que todos los rostros, como probablemente el resto de la portada, fueron policromados puesto que hay restos de policromía en el rostro de la mujer y el hombre de la primera pareja, y en las cejas y los ojos de casi todos los canecillos.

SA MULER
Entre cada una de las parejas se encuentran grabados los nombres de los personajes representados. Algunos de ellos están identificados solo con la letra inicial de su nombre, mientras que otros presentan sus nombres completos con todas las letras. De izquierda a derecha, la primera pareja está identificada como “En P. am na Ma sa muler”; la segunda como “En G. am na B. sa muler”; la tercera como “En R. am na Dolça sa muler”; la cuarta como “Be(r)tra(n) am na Ber(en)g(ue)la sa muler”; la quinta como “D. am na Ramona sa muler”; la sexta como “F. am na Ramona sa muler”; y la séptima como “Berna(t) am na Floreta sa muler”.

Solo dos de los siete hombres están identificados con sus nombres completos: Bertrán y Bernat. Por su lado, las mujeres identificadas con su nombre completo son cinco: Dolça, Berenguela, Ramona, Ramona y Floreta.
También destaca que las mujeres hacen alarde de ricos tocados y coronas y exquisitos collares. Quizás marca el estatus, indicando la jerarquía y el estado de la mujer.

La ventana ojival
En la Puerta del Pallau destaca una magnífica ventana ojival formada por tres arcos concéntricos apuntados, que descansan sobre otras tantas columnitas. En 1962, con motivo del 700 aniversario de la colocación de la primera piedra de la Catedral (1262) se realizó la restauración del ventanal. En el archivo de la Catedral se encuentra todo el proceso detallado de cómo se realiza el cambio de vidriera que comenzó en mayo de dicho año. Fue el 15 de junio cuando tuvo lugar la instalación de la nueva obra terminando su colocación al día siguiente día de la Trinidad.

La vidriera alude a siete parejas que poblaron la ciudad de Valencia y que están representadas en los canes de la Puerta del Palau. Colocándonos desde el interior de la Catedral, los hombres quedan a la izquierda y las mujeres a la derecha, sobre un fondo azul parecido a las vidrieras de la nave central. En la parte superior se encuentra el sello episcopal de Fray Andrés de Albalat y el escudo del Arzobispo Olaechea. En el centro, está el sello de la Catedral de Valencia junto con una inscripción:
“Pintó: Juan Bautista Castro. Hizo: Félix Cañada Bello. Directores: Alejandro Ferrant Vázquez. Arquitecto. Vicente Castell Maiques. Presbietero y D. Felipe Mateu Llopis.”

Los rostros se caracterizan por los ojos almendrados y los cabellos con unas líneas de gran grosor.
En el 2011 se realizó una restauración.