MARTA ALMELA| 24.07.24
Niñas y jóvenes valencianas han participado en unas convivencias organizadas por las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en la casa de Toledo de la congregación. Se trata de una iniciativa puesta en marcha hace años por las religiosas para niñas y jóvenes interesadas en realizar un voluntariado para convivir con personas mayores. Durante unos días las participantes desempeñan diferentes tareas, como ayudar en el comedor o realizar actividades para distraer a los residentes, colaborando así con las hermanas en su misión y conviviendo con la congregación. Un espacio de aprendizaje mutuo donde juventud y ancianidad comparten ilusión y sabiduría, entusiasmo y ternura, sellando una alianza que genera en ambas partes felicidad.
Este año se han celebrado en dos turnos, el primero del 26 de junio al 3 de julio y el segundo de 15 al 22 de julio. Ambos formados por grupos de entre 15 y 20 participantes, procedentes de diferentes ciudades españolas donde están presentes las religiosas, tal y como señala sor Rosa Parra, religiosa valenciana que coordina las convivencias.
“Los ancianos necesitan amor”
“Es una experiencia muy bonita, porque aprendes a convivir y a amar a los ancianos. Señala María, una de las jóvenes que participa en las convivencias y que asegura que uno de los momentos más divertidos es cuando realizan actividades o juegos con las personas mayores, “por ejemplo cuando jugamos al bingo, les ayudas a leer los números, porque algunos tiene dificultades para oír o ver, y nos convertimos en sus ojos y su voz también en el entretenimiento”.
“Es una oportunidad de ver a Jesús por medio de las personas mayores. Ahora que está muy de moda la tecnología aquí veo en los ancianos la sencillez que tanta falta hace hoy en día y me siento acogida y querida”, señala Luciana, otra de las jóvenes participantes. “Una de mis actividades favoritas fue entrevistar a los ancianos, cada uno tenía una historia diferente, había pasado, o pasaba, por situaciones complicadas, lo que me hizo reflexionar que no soy la única que tiene problemas, todo el mundo tiene su cruz”
Otro ejemplo es el de María Belén, que conoció a las Hermanitas acompañada de su padre, que acudía a rezar en Valencia ante la imagen de Santa Teresa de Jesús Jornet, fundadora de la congregación. Comenzó un voluntariado con los ancianos y desde hace dos años acude también a las convivencias.
“Me gusta compartir tiempo con personas que sientan verdaderamente ese amor por los ancianos y por servir, como lo siento yo. Lo que más me llena es ayudarles a vivir, porque hay algunos que no tienen familia y nos cuentan llorando que no tienen a nadie que les visite, pero aseguran que durante nuestra estancia, somos como su familia”
“También nos damos cuenta de que muchas personas tienen dificultades, les ayudamos a a comer, a repetirles lo que no han podido escuchar o ver, a caminar, a llevarles en sus sillas de ruedas…En cada persona vemos a Dios dentro de ella y en los ancianos vemos el rostro de Jesús en su Cruz”
Todas ellas están dispuestas a repetir la experiencia y animan a todas la jóvenes interesadas a participar en estas convivencias, “aprendes muchas cosas que no se aprenden en otro sitio, porque cuando vas a un campamento aprendes a divertirte, pero aquí aprendes a ser más sensible con los demás, a ponerte en el lugar del prójimo”, señala María.
“Desarrollamos mucho el servicio a los demás y no pensar sólo en nosotras mismas, ya que compartimos tiempo con personas enfermas. Algunos se sienten tristes y nuestra presencia les da felicidad, pero no sólo a ellos, también a nosotras”, añade Luciana.
“Es una experiencia que recomendaría porque haces feliz a los ancianos y también te sientes feliz de verlos felices a ellos. Y lo haces, no para que vean que ayudas mucho, sino por amor, porque ellos sólo necesitan amor”, concluye María Belén.
“Me llenan el corazón de alegría y ternura”
Sagrario es una de las residentes de la casa de las Hermanitas en Toledo, donde lleva dos años viviendo. La toledana, de 84 años de edad, reconoce que la compañía de las jóvenes “me llena el corazón de alegría y ternura” su presencia “nos hace recordar nuestra juventud, nos ilumina la vida y nos hace recuperar la ilusión que a veces creíamos perdida”, opinión que comparte con sus compañeras de residencia. “Son educadas, atentas, dispuesta a ayudarnos en todo momento y atentas por si nos hace falta algo. Estamos encantadas”.
Una ilusión que también transmite cuando habla de su vida en el hogar de las religiosas, “esta casa es como una gran familia, aquí he encontrado el cariño de las hermanas, de las compañeras y compañeros”. La residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados “ha sido la tabla de salvación en el naufragio de mi vida”, afirma emocionada.
“Una gran familia donde refugiarse”
Las convivencias “son una gracia de Dios”, señala sor Rosa Parra nada más iniciar nuestra entrevista. La religiosa, responsable de la pastoral de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en Valencia, es una de las cuatro religiosas- dos postulantes y dos consagradas-que comparten el día a día con las jóvenes durante los siete días de convivencia.
“Nos dedicamos 24 horas a ellas, nos levantamos con ellas, rezamos con ellas, comemos con ellas, jugamos con ellas y trabajamos con ellas…en definitiva convivimos. Es muy bonito porque sienten que han encontrado una familia dentro de la Iglesia, que la Iglesia ya no es una disciplina, ya no es sólo ir los domingos, o los sábados a la parroquia, a la catequesis, sino que es una familia donde refugiarse”.
En las convivencias participan jóvenes de diferentes localidades donde las Hermanitas están presente, como Calatayud, Betanzos, Zaragoza o Valencia, entre otras, “lo que también les hace ver que esa familia que han encontrado se extiende más allá de su ciudad, y les ofrece esa visión de que la Iglesia es grande y universal”.
Son grupos reducidos de chicas- entre 15 y 20 integrantes- que saben a lo que vienen, ya que previamente las religiosas se reúnen con los padres para explicarles en qué consisten las convivencias “no es un campamento lúdico, no hay piscina ni turismo, son días para convivir, de respeto, de ayuda y también para aprende la caridad desde nuestra misión y a través de los sacramentos”.
Todos los días comparten la eucaristía, una celebración familiar que previamente preparan las jóvenes junto a las religiosas, explicándoles algunas partes o detalles que desconocen, preparando las preces y la lecturas, “intentamos que cada eucaristía sea una catequesis”.
Otro de los objetivos de las convivencias es compartir la misión de las religiosas con los ancianos. Acompañarles en su cuidado, atención y entretenimiento. Y también es importante la formación cristiana, cada día las jóvenes se reúnen para compartir una tertulia de fe. Este año las reflexiones giraron en torno al Credo, “hemos intentado cada día desglosar las verdades de fe y es muy interesante porque surgen preguntas que a veces los jóvenes no se atreven a plantear a sus padres o a sus catequistas, por vergüenza o por miedos”. “Vivimos una época, en la que los jóvenes cristianos tienen muchas dudas, sobre todo por esa lucha entre lo que viven en casa y lo que se ofrece fuera. Por eso, desde nuestra sencillez, intentamos ayudar por medio de nuestra congregación, a través del carisma de los ancianos porque los mensajes de los ancianos son muy enriquecedores”, señala sor Rosa.
Un espacio de aprendizaje y servicio
Desde hace 10 años, la congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, desde sus diferentes casas en España, ofrecen estas convivencias a jóvenes que quieran realizar un voluntariado dirigido a los ancianos.
Antiguamente, los encuentros tenía un carisma más vocacional, “pero poco a poco hemos ido cambiando para adaptarnos, y aunque mantenemos las convivencias vocacionales, esta modalidad va dirigida a ser una experiencia de vida cristiana”. Se trata de un espacio de sensibilidad hacia el anciano, que llegue a todos los jóvenes, no solo a los que vayan a tener vocación, un espacio más de aprendizaje dentro de la Iglesia”.
Hasta el año pasado, las convivencias se celebraban en Valencia, pero se han trasladado a Toledo ya que la casa cuenta con instalaciones más adaptadas a las jóvenes, con pabellones habilitados con literas y salas de trabajo y reunión.
Durante la semana también se realiza alguna salida por la ciudad de acogida. En este ocasión, en Toledo, las jóvenes han podido conocer el centro histórico de la ciudad guiadas por uno de los ancianos residentes, así como la Catedral, acompañadas por las explicaciones de un sacerdote jubilado que vive en la casa de las Hermanitas. “Las jóvenes saben que venimos a hacer protagonistas a los ancianos, y es muy bonito ver el entusiasmo con el que preparan y realizan la visita”.
“Desde nuestra sencillez”, señala sor Rosa, “el objetivo de estas convivencias es anunciar el Evangelio y colaborar en la Iglesia. Nuestro campo son los ancianos, pero también nos sentimos responsables, porque formamos parte de la iglesia y queremos remar con ella, aportando nuestro granito de arena con estos proyectos y mediante la oración”
Por eso en la convivencia, a lo largo del día, “hay tres momentos: uno de voluntariado, para el servicio al anciano; otro de tertulia de fe; y la vivencia de los sacramentos”.
Una cuarta dimensión y objetivo “es poder convivir, durante 24 horas los siete días, con una comunidad religiosa. Es algo que hemos hecho en los últimos años y que resulta muy enriquecedor porque las jóvenes recuerdan todo lo vivido cuando regresan a sus casas”, indica.
“En nuestras residencias servimos y atendemos a ancianos desamparados. Ese desamparo es, hoy en día, psicológico, humano y, sobre todo, espiritual. Por eso es tan bonita esta labor en la que los voluntarios nos ayudan mucho, todos los días, y las jóvenes en las convivencias también”, precisa sor Rosa.