El sacerdote Onofre Gabaldó, tras finalizar sus estudios de Derecho Canónico en Roma, ha sido nombrado por el arzobispo de Valencia rector del Seminario Menor, situado en Xàtiva y en el que este año hay cinco seminaristas internos y uno externo. Allí también es el titular del colegio diocesano Claret. Onofre antes de ampliar estudios en Roma estuvo de párroco en Tuéjar, Benagéber, Chelva y Calles. 

Foto: Víctor Gutiérrez

CARLOS ALBIACH | 10.10.2024

¿Cómo has acogido el nombramiento como rector de seminario menor? 

– La verdad es que fue una sorpresa. Yo estaba estudiando en Roma hasta este curso pasado. Y una vez hice la la tesis, me llamó el Arzobispo y me propuso el nombramiento como rector de Seminario Menor. Y fue una sorpresa, pero fue también una alegría porque es un privilegio poder estar con los jóvenes de la diócesis que están planteándose la vocación a esas edades. Y eso es todo un reto  y una maravilla. 

– ¿Puedes explicar qué es el Seminario Menor y cómo se organiza? 

– Es una institución que tiene ya una gran historia, aunque efectivamente muchas veces no se conoce.  Es la institución que tiene la diócesis para ayudar a discernir la vocación a aquellos chavales que en edades jóvenes, de una forma u otra, ven que Dios les llama a ser sacerdotes. Es un milagro que hoy en día haya chavales que con 12 o 16 años se planteen que el Señor les llama a ser sacerdotes. 

También es una gran familia en la que se busca es que los chavales crezcan en un ambiente normal y sobre todo, puedan tener las herramientas para crecer como personas, que es lo importante en esas edades. El horario que llevan es más o menos como el de una familia normal: después de desayunar y de un rato de oración van a clase al colegio Claret, donde pasan por la mañana. Después comemos juntos y tienen también momentos de diversión de deporte, de juego… 

Lo importante es que tienen un equipo de formadores, un referente en el que poco a poco, van contrastando su vida. Y por supuesto tienen mucha relación con sus familias y su parroquia. 

Hay dos modos de estar en el Seminario menor. Por una parte está el seminarista interno, que  ahora mismo son cinco, y que hacen vida en el seminario prácticamente durante toda la semana, de lunes a viernes. Después está el seminarista en familia, que está viviendo en su casa con su familia y tiene momentos especiales en los que se acerca al seminario para tener momentos de convivencia, de oración, para profundizar con su vida y en su relación con Dios y así discernir qué es lo importante.

– ¿Cómo se realiza ese discernimiento siendo tan jóvenes?

– Una cosa a tener en cuenta es que los seminaristas son chavales normales, con sus preocupaciones y con sus problemas, como los de cualquier otro adolescente, y no viven en un ambiente cerrado. Es un momento donde lo importante es crecer como personas. Es un tiempo de poner a Diosa Dios en el centro de su vida, ver cómo pueden crecer como personas y a partir de ahí, ya en un momento determinado, verán siendo conscientes de cómo son y cuál es su relación con Dios a qué le llama Dios con total libertad. Y eso es muy bonito porque  se va viendo en el día a día. Es en el fondo el Seminario es un lugar para estar más cerca de Dios y crecer como cristianos. 

Una vez concluye el tiempo del Seminario menor no necesariamente se va al Mayor. Si el chaval ve que Dios le sigue llamando a ser sacerdote en esa situación y la Iglesia también lo confirma, el chaval, pues puede continuar su proceso en el Seminario Mayor o si no, puede ir a estudiar a la Universidad o lo que sea y llevar una vida normal. 

También es importante que cuando un joven manifiesta una inquietud vocacional, lo importante es que esté muy acompañado de alguien que le pueda ayudar: su párroco,  una persona de referencia, su familia principalmente… Y el Seminario funciona como un apoyo. 

– ¿Qué actividades realiza el Seminario Menor para adolescentes y jóvenes de la diócesis? 

– El Seminario menor no solamente es una casa donde están los seminaristas, sino es algo abierto, una institución abierta, sobre todo para ayudar a las parroquias y a las comunidades cristianas a fomentar o ayudar en todo lo que tenga que ver con la dimensión vocacional en las edades tempranas, es decir, los adolescentes y los jóvenes.

La gran actividad son las convivencias de monaguillos. Un encuentro en el que, chavales de parroquias que están ayudando en las celebraciones como monaguillos, que muchas veces están solos porque en sus parroquias son poquitos, pueden tener una ocasión de encontrarse y de compartir experiencias y así crecer junto en la fe. El año pasado, además, se hizo el primer campamento de monaguillos. 

También hay una convivencias vocacionales en las que vienen jóvenes que ya se plantean su vida vocacionalmente, qué quiere Dios para ellos.  Y por último, el Seminario está abierto para colegios o grupos parroquiales que quieran visitarnos. Es una experiencia muy bonita. 

– Muchos santos sintieron la llamada en la infancia o la juventud. ¿Es un tiempo propicio? 

– La juventud y adolescencia, hablo por experiencia, son los momentos donde se forjan los grandes ideales de nuestra vida y Dios llama. Cuando escuchas la experiencia de los sacerdotes mucha veces ves que ya desde pequeños tenían una inquietud. Es un tiempo, por tanto, en que se plantea una u otra vocación.

Y esa vocación es personal, no somos un colectivo, entonces Dios nos va haciendo ver a lo largo de nuestra vida qué quiere de nosotros y dónde está nuestra felicidad, que puede ser en muchos ámbitos, de muchas formas, pero siempre será personal. Y eso se ve también a una edad temprana, porque en esos momentos es cuando Dios deja intuir algo. 

– Pero es llamativo que un joven deje su colegio, sus cosas en el lugar donde viva y se vaya al Seminario. 

– A mí me sorprende mucho la madurez que tienen los seminaristas del menor a sus edades, porque son gente muy madura porque simplemente por el hecho de dejar lo que tienen porque creen que Dios les llama a ser sacerdote, o por lo menos Dios quiere algo de ellos y quiero saber lo que es, es un milagro. 

Y más en una sociedad que no le gusta comprometerse y que se aleja de Dios. 

Esto es un testimonio muy potente y remueve las conciencias, nos acerca a Dios y es lo grande de ser cristiano. No hay que olvidar que Dios nos llama y el testimonio de los que se entregan a Dios, de una forma u otra, ayuda 

Ser cristiano hoy es vivir en un mundo muy diverso, pero al mismo tiempo dando testimonio de Cristo. Esto es necesario para la sociedad.