Clausura de la fase diocesana del proceso de beatificación del ‘Pare Presentat’

Redacción | 28-10-2012
El 30 de octubre a las 19 horas, ten­drá lu­gar en la­­­ Vicaría de Evangelización la clausu­ra,­ tras o­cho­­­ años, de la fase diocesana del proceso de­ bea­tifi­cación del religio­­so mercedario Andrés­ Ga­­rrido, conocido po­­pularmente como ‘Pa­re Pre­­sentat’. El acto será presidido por­­ monseñor Carlos­ O­soro.
La parroquia San Bartolomé Apóstol de Va­lla­­­da, población natal del venerado ‘Pare Presen­­­­tat’, ha organi­zadon autobuses para que fie­­­les y­ ve­cinos se desplacen para a­sistir a la clau­­su­ra de este proceso que a partir de ahora continuará en Roma.­­
Numerosas personas y entidades han partici­pa­­­­do en la causa. La Asociación del Pare Presen­­­tat­ que des­de­ la­ parroquia de Valla­da­ puso en­­ mar­cha y se encar­gó de los trámites y­ gestio­­nes. Tras­ la apertu­ra, Juan De­vesa, sacerdo­­te de­ la Or­den de la Merced y pos­tulador de la­­ cau­sa,­ y Ra­món Fita, delegado episcopal pa­ra las Cau­­sas de los­ San­tos de la diócesis de Va­lencia,­­ continuaron­ con­ el proceso.
El venerable ‘Pare Presentat’ murió hace casi 300 a­­­ños pero su memoria ha perdura­do­­­ por la devo­­­­ción­ de las personas de La Cos­tera­ ya que “su­po­ ser un hombre­ ín­tegro­ y e­jemplar pa­ra las gene­raciones de su­ tiem­­po”, se­gún ha explicado Ernesto Perales, miembro­ de la Asociación del Pare Presentat.­ El sacer­dote pa­só su­ vida sirviendo a la I­glesia y a­ los pobres.
La fama de santidad del ‘Pare Presentat’ se h­a­­ man­­tenido viva y su memoria ha ido en aumen­­­­to, a pesar de las “contrariedades de su cau­­sa”.­ El sacerdote mercedario “go­zó,­ ya duran­te su­ vida, de una aureola de santi­dad”, se­gún­ indica Ramón Fita.­
Sacerdotes, religio­sos e individu­os­ de distin­to­­ es­tado y condición elogiaron las vir­tudes y la­­ vi­da­ evangélica del ‘Pare presentat’ y­ otros no­­ duda­ron en encomendarse a sus oraciones e­­ in­tercesión. “Son mu­chas­ las personas que se han­ visto favoreci­das por­ alguna gracia tanto fí­sica como espiri­tual o mo­ral por su inter­cesión”, concluye.