Si hace muy poco tiempo os escribía en mi carta que es imposible entender a nuestro pueblo sin la Mare de Déu, hoy me atrevo a decir, con más fuerza si cabe, que no hay identidad en la persona si se le aleja de la presencia, en su corazón y en su vida, de esta mujer excepcional, de este ser humano singular que es la Virgen María, la Mare de Déu dels Desamparats. La que trajo al mundo a quien ha descrito, verdaderamente, lo humano. Ella nos invita a anunciar a Jesucristo, a entrar en la misión, a realizar la nueva evangelización.
Entrar en la misión como María: llenos de la gracia y de la fuerza de Dios
En María descubrimos que Dios siempre llama al ser humano para entregar vida y ponerse al servicio de los demás. Llamada y respuesta inmediata, sin intereses personales y para el encuentro con los otros, es algo que siempre va unido cuando la llamada viene de Dios. Os invito a que, después de haber celebrado la fiesta de la Virgen el Domingo pasado, hagáis conmigo la misma experiencia de Ella, la que tantas veces hemos escuchado en el Evangelio: “Se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel” (Lc 1, 39). Se levantó porque previamente había invadido su vida Dios mismo, Ella había consentido esta invasión de la fuerza y de la gracia de Dios. Y cuando sucede esto en la vida de una persona, cambia totalmente su manera de vivir, de ser y de actuar.
Cuando Dios entra en la vida de un ser humano, como en el caso de María, la vida se pone en dirección hacia los demás. No importan las dificultades que tengamos que sortear para llegar a ellos. Cuando Dios entra en la vida, se va sin más a los demás. Y se va con todas las consecuencias. Como en el caso de María. Ella atravesó una región montañosa, se nos ha dicho, que aparte de expresar una realidad geográfica en Palestina describe una situación existencial de toda vida humana. Pero, ¿qué es eso comparado con la fuerza y la gracia de Dios? ¿No es hoy, ante los problemas y situaciones que están afectando a tantas personas, una necesidad urgente el que todos nos dejemos llenar nuestra vida por la gracia y la fuerza de Dios, precisamente para ponernos al servicio de los demás?
Necesidad hoy del anuncio de Jesucristo
La narración de la visitación, que tantas veces hemos escuchado, es toda una propuesta de vida para los hombres en todos los tiempos y en todas las circunstancias. Sin embargo, qué profundidad adquiere en los momentos importantes que vive la humanidad de inseguridad, de búsqueda de fundamentos, de falta de la valoración de la vida en lo que es en sí misma desde que se inicia hasta que termina. Cuando se intenta el desarrollo de la persona y de la vida sin planos constituyentes, sino con planos y planes que los hombres vamos haciendo según las circunstancias y según nuestros pareceres, cuando la crisis profunda afecta no solamente a la dimensión económica sino al núcleo profundo del ser humano y de sus relaciones con los otros, qué importante es describir el itinerario del ser humano más excepcional que ha existido.
Hoy, como sucesor de aquellos Doce con los que comenzó el anuncio del Evangelio, ahora pleno siglo XXI, cuando el ser humano ha realizado tantas conquistas, quiero lanzar mi voz desde la Basílica, lugar donde la presencia de la Virgen María es tan singular para todos nosotros, donde tantos santos y fundadores de congregaciones e institutos se han inspirado en Ella, para decir a todos: ¡salgamos con prontitud y atravesemos esta historia y todas las situaciones que viven los hombres como María, con esa manera de estar, mirar y actuar que la imagen de la Mare de Déu dels Desamparats, la Madre de la ternura, del auxilio, de la ocupación por todos los hombres y muy especialmente por los que más lo necesitan nos invita a tener! Llevando a Dios en nosotros, os aseguro que cambiamos la vida de los demás, que alcanzamos para los demás situaciones nuevas que nacen de la verdad, de la libertad y de la justicia que Dios entrega. No os hago una propuesta evasiva de la realidad, todo lo contrario. Porque meter a Dios en nuestra existencia es acometer la aventura de la vida y la construcción de la historia de una manera radicalmente nueva, donde priman los intereses de la persona sobre todas las demás cosas y donde quien más necesita está en primer lugar. Y ello, sencillamente, por ser imagen de Dios y no por cuestiones de grupos, ideas o proyectos humanos. Es el proyecto de Dios el que hay que llevar a cabo, un proyecto lleno de vida que busca siempre el desarrollo de la persona en su totalidad.
Anunciar a Jesucristo es entregar presente y futuro a los hombres
La novedad y la fuerza que trae al mundo y a la historia quien vive de la vida de Dios, y la lleva en su propia existencia, es de tal calado que nos hace descubrir siempre quién es el que da presente y futuro a todo. Para que podáis observar esto os invito a que entremos en el itinerario de vida de María, pues hizo vivir a otro ser humano que por muchas circunstancias ya no tenía un futuro grande, era una anciana, algo excepcional. Porque Ella, visitando a aquella anciana, muestra que es Dios quien da presente y futuro y que contaba para hacerlo con Ella. Llega María, llena de Dios, al lado de Isabel. ¿Qué sucede? Algo inaudito: un niño, que no había nacido aún, salta de gozo en el vientre de aquella mujer sin porvenir humano de presente y de futuro. Y es que Dios cambia las direcciones. Todos estamos empeñados en cambiar las cosas, las situaciones, el presente y el futuro. Pero deseo haceros conscientes que este cambio, que realmente necesitamos en la vida del ser humano en esta historia, vendrá realmente cuando los hombres y las mujeres de este mundo estemos dispuestos a dejar que el Otro por excelencia, que es Dios mismo, entre en nosotros y sea, con su fuerza y con su amor, de lo que vivamos. Os hablo de un Dios al que la Mare de Déu dels Desamparats dio rostro humano, de un Dios que se hizo hombre y, desde entonces, lo humano tiene nuevas dimensiones que solamente en comunión con Él se pueden alcanzar.
Un itinerario para realizar el anuncio de Jesucristo
¿Cómo vivir en esta tierra como María, al estilo y a la manera de Ella, discípula singular de Jesucristo y miembro singular de la Iglesia? Os propongo un itinerario de vida que nace de la contemplación de la vida de la Santísima Virgen María: 1) Siendo conscientes, como la Virgen, de la entrada de Dios en nuestra vida. “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc 1, 45). 2) Vivamos la fe como la Virgen en medio del mundo, haciéndola explícita y pública. Nuestra cultura necesita de hombres y mujeres de fe vivida con explicitud, sin reduccionismos. 3) Tengamos, como María, a Jesucristo como centro de la vida y de la historia. Así conquistamos la libertad, ya que solamente es posible desde la verdad, que es Jesucristo. La verdad tiene un carácter regenerador. Y, por eso, jamás podrá haber verdadera regeneración de la cultura, de la sociedad, de la política, de la economía, de la paz, si es que no se lleva a cabo con la verdad que es Jesucristo.
También, por ello, la obra de la nueva evangelización en la que estamos empeñados y a la que se nos llama a todos los cristianos, no es algo secundario, es esencial. El mismo Jesucristo nos sigue diciendo hoy a los discípulos: “Id por el mundo y anunciad el Evangelio”.