L.A. | 09.07.2020
Vicente Luis Codoñer Valls es maestro, Máster en Matrimonio y Familia por el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia. Ha ejercido 25 años como profesor y director en un centro público de enseñanza y otros 15 como asesor técnico de Formación Profesional en la Conselleria d’Educació.
En la actualidad, él y su esposa son los responsables del Proyecto Raquel, de Spei Mater, en la diócesis de Valencia.
La pandemia impidió que se presentara públicamente el libro que acaba de escribir sobre los primeros años del Camino Neocatecumenal en Valencia, (1973-1978). Todo un ordenado cúmulo de viviencias de aquella llegada con el “viento renovador del Concilio Vaticano II a las parroquias gracias a la predicación del kerigma, la escucha y celebración de la Palabra y la liturgia vivida en pequeñas comunidades”.
¿Cuántos años perteneciendo al Camino, Vicente?
Vamos para los cuarenta y seis.
O sea, que sois de la ‘primera hornada’, pero antes de vosotros ya había otros que habían empezado, ¿no?
Sí, nos precedieron los hermanos de Almussafes, y de san Jerónimo, y de santo Tomás; sí.
¿Por qué ahora este libro?
Porque, como dice el papa Francisco, es propio del amor no olvidar. Este es un libro que recoge las experiencias vividas por más de un centenar de personas, entre presbíteros, catequistas, matrimonios, jóvenes, viudas, solteros… en aquellos cinco primeros años del Camino que fueron desde 1973 a 1978.
Realmente, ¿cómo llega el Camino a Valencia, cuál era la fama que tenía y el desarrollo que tuvo aquí?
Qué duda cabe que Dios siempre actúa a través de las personas. Había personas que en el libro aparecen, -aunque supongo que serían muchas más, pero son las que han llegado a mi conocimiento- que habían escuchado las catequesis en la casa salesiana de Sarriá, en la parroquia María Auxiliadora de los salesianos de Burriana, o en Cuenca, o en Roma, o en otras poblaciones…
El Camino fue algo que, de algún modo, llegó precedido de un aliento de novedad, de algo que unos criticaban, que otros desconocíamos, que otros esperaban….
Y hubo peticiones -porque siempre lo pide el párroco-. Concretamente llegó a través del párroco de entonces de Almussafes, Francisco Magenti. La Ford llegaba a Almussafes y don Francisco dijo: “Necesito que a mi pueblo llegue no sólo lo material sino también lo espiritual” y, habiendo conocido el Camino en Burriana, lo pidió para su parroquia de Almussafes.
Algo parecido ocurrió en la parroquia de San Jerónimo, en la barriada de Orriols de Valencia. Unos seminaristas -misioneros del Sagrado Corazón- habían conocido el Camino en Madrid. Eran Javier Barrio (actual párroco de San Jerónimo) y José Manuel González. Ellos se lo comentaron -valga la expresión: ‘vendieron la idea’ a sus respectivos párrocos- y apareció el Camino en Valencia.
O sea, que de alguna manera está vinculada, al menos en coincidencia temporal, la llegada del Camino y la Ford a Almussafes.
-Sí. Coincidió que en el año 73 se anunció que la Ford iba a instalarse en Almussafes y llegó el camino a Almussafes.
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