Carmen Yuste es abogada y voluntaria de Pastoral Penitenciaria de Valencia. Colabora, junto con otros 5 profesionales, en el servicio de mediación que ofrece la pastoral en el Centro Penitenciario de Picassent, un servicio pionero en las cárceles españolas y que todavía no es muy conocido. Su objetivo es resolver de forma pacífica los conflictos entre los internos dentro de la cárcel.

Carmen Yuste es abogada y colabora como voluntaria en Pastoral Penitenciaria de Valencia. FOTO: A.SÁIZ

EVA ALCAYDE | 23.09.2020

La pasión que le imprime Carmen a las cosas que hace se contagia a los pocos minutos de conocerle. Pero nada le mueve más por dentro que la labor que desempeña como voluntaria del Servicio de Mediación en la Pastoral Penitenciaria. Y lleva ya 4 años en ello.


Carmen Yuste es abogada. De lunes a viernes trabaja en un bufete en el centro de Valencia. Y los sábados –o la tarde de los viernes- los dedica a ayudar a los internos a resolver sus conflictos con otros internos.


A ella siempre le ha atraído el mundo de la cárcel. Hace muchos años ya fue voluntaria en el Centro Penitenciario de Picassent. Entonces le movían temas de psicología y educación emocional y hacía talleres para los internos en el módulo de jóvenes. Pero desde que descubrió el poder de la mediación y su aplicación en el mundo de la cárcel, supo que éste era su lugar.


Una cárcel dentro de la cárcel
Carmen sabe que los problemas dentro de la cárcel se magnifican y cualquier roce, discusión o malentendido se acentúa y se amplifica. Cuando dos reclusos tienen problemas entre ellos el sistema les etiqueta como ‘incompatibles’. “Y cuando esto ocurre, la dirección les cambia automáticamente de módulo para separarlos y evitar posibles conflictos. Con ello pueden perder algunas libertades como participar en las eucaristías, en talleres o en otras actividades”, explica Carmen reflexionando sobre lo irónico que resulta perder libertades dentro de prisión. Es una cárcel dentro de la cárcel.


La Pastoral Penitenciaria del Arzobispado de Valencia ofrece en el Centro Penitenciario de Picassent un servicio de mediación, pionero en las cárceles españolas, que los mismos internos pueden solicitar a la dirección a través de una instancia.
Dos equipos, de tres profesionales cada uno -con su Máster de Mediación acreditado- se encargan de visitar a los internos dentro de prisión y trabajar con ellos, para limar asperezas, que resuelvan sus conflictos y que se desprendan de esa etiqueta de ‘incompatibles’, que les resta libertades y les hace la vida un poco más difícil en la cárcel.


Carmen Yuste es una de estas mediadoras de Pastoral Penitenciaria. Y le encanta el trabajo que desarrolla. “Ayudamos a los internos a resolver de manera pacífica los conflictos y les enseñamos que existe otra manera de solventar los problemas, con el diálogo y el acercamiento, sin violencia y sin peleas, en definitiva, con absoluto respeto hacia el otro”, explica la valenciana que subraya que “el mediador no sustituye en ningún momento a la figura del abogado”.


Voluntariedad, confidencialidad, imparcialidad y neutralidad son los principios en los que se basa la mediación penitenciaria. Su experiencia en este tema, junto con la pasión con la que alimenta su labor, hacen que Carmen haya adquirido gran cantidad de herramientas para poder trabajar con las personas en todas las áreas, pero que ella pone en práctica dentro de la cárcel. La empatía y la asertividad son fundamentales. También la comunicación no verbal, la perseverancia y la delicadeza.


Cómo se trabaja una mediación
La labor del mediador comienza con una sesión informativa con el interno que tiene la incompatibilidad. “La puede solicitar el propio interno, si conoce este servicio, o se lo ofrecemos nosotros, o bien desde dirección nos llegan peticiones para que trabajemos a determinados incompatibles. Pero en cualquier caso, la dirección autoriza siempre una mediación”, aclara.
Una vez que llegan las instancias, los mediadores pueden trabajar con los internos, primero individualmente y después en un encuentro final donde cada una de las partes adquiere unos compromisos que se firman en una “Acta de Acuerdos”, una especie de ‘pacto de buena voluntad’, donde queda reflejado a qué acuerdos han llegado.


“El trabajo es precioso”, dice Carmen, a quien le entusiasma comprobar la evolución que experimentan los internos. “Al principio no se fían de ti. Tenemos que explicarles que no tenemos nada que ver con la dirección de la cárcel y que solo queremos ayudarles. Sesión tras sesión van tomando confianza y se va creando un vínculo con nosotros”, cuenta Carmen a quien le maravilla cuando los internos no entienden por qué alguien que no gana nada se interesa por ellos y les ayuda tanto.
“Cuando los conoces y te cuentan sus historias, te das cuenta de los verdaderos dramas que hay en la sociedad y que muchas veces no les queda otra opción que delinquir”, afirma Carmen, que cree firmemente en las segundas oportunidades. “Muchos están en la cárcel porque lo han tenido muy difícil en la vida. Y yo he comprobado que la mayoría se arrepiente de lo que ha hecho. Por eso hay que dar una segunda oportunidad a las personas. Si hubiera recursos suficientes y un acompañamiento fuera de la cárcel, para que pudieran ganarse la vida, no reincidirían”, reflexiona.


Tras algunas sesiones de mediación de cada uno de los internos por separado, es cuando se produce el momento del ‘encuentro’ y cuando se puede resolver el conflicto. Para Carmen es cuando se produce “la magia”. “Es momento muy bonito, porque entre ellos empiezan a hablar, uno se justifica, el otro intenta entenderle, y se genera un diálogo. Se dan cuenta de que las cosas se pueden resolver de forma pacífica y acaban pidiéndose perdón”, describe Carmen que ha sido testigo de muchos arrepentimiento y muchos abrazos finales. “Te das cuenta de que para ellos también es importante resolver sus cosas y se van contentos”.


Esto es justo lo que más le gusta hacer a Carmen, aunque lamenta que el servicio de mediación todavía no es muy conocido dentro de la cárcel. “Es un tema muy serio y los mediadores de Pastoral Penitenciaria lo tratamos con mucha delicadeza”, apunta la abogada que asegura que sus únicas armas son dejar hablar a los demás, no interrumpir y escuchar más que hablar.


Carmen lleva algo más de 4 años en el servicio de mediación penitenciaria, y como le apasiona esta labor ya está pensando en dar otro paso: la justicia restaurativa, también llamada justicia reparadora o justicia compasiva que, a su juicio, va más allá de la mediación. “Es una forma de pensar la justicia, centrada en la atención de las necesidades de las víctimas y responsables del delito y no el castigo. Es conseguir círculos de paz”, explica. Pero es un proyecto para más adelante.