Tiene 74 años y desde hace 36 es eremita (persona que elije profesar una vida solitaria y ascética), vive en la capilla del calvario de Xàtiva, en alejamiento del mundo y en medio de la oración contemplativa, sin olvidarse de los aspectos importantes de la vida actual. Ésta es la vida de Daniel Martí Mocholí, el único eremita de la archidiócesis de Valencia.
PAULO ANDRÉS PALENCIA | 19-09-2019
Daniel Martí vive en la ermita de Xàtiva, donde su día está entregado a la oración y elaboración de cerámica. (FOTO: A.SÁIZ)En el canon 603 del Código de Derecho Canónico, la Iglesia “reconoce la vida eremítica o anacorética, en la cual los fieles, con un apartamiento más estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo.” También en el Catecismo de la Iglesia católica, en los números 920-921 se describe cómo el eremita hace una vida espiritual “oculta a los ojos de los hombres” como una “predicación silenciosa”. Los eremitas son reconocidos por el obispo y dependen de él, no hacen parte de órdenes religiosas eremíticas, tienen un modo de vida peculiar quienes eligen donde vivir y establecen su propia regla de vida espiritual.
Hoy en el siglo XXI vemos todavía ejemplos de vida eremítica, como el de Daniel Martí, de 74 años de los cuales lleva 36 entre la soledad enriquecedora de la vida contemplativa y el trabajo cotidiano de la vida eremítica.
Hijo de un ebanista y de una modista -tiene otros dos hermanos-, siempre quiso ser monje desde pequeño; aunque su familia no era muy religiosa según confiesa, él en medio del trabajo que acompañaba a su padre sí hacía oración y descubrió su vocación religiosa. “Me pasaba el día orando ya de niño”, recuerda.
Antes de su vida eremítica, Daniel estuvo en la comunidad de los carmelitas en la casa del Desierto de las Palmas (junto a Benicassim) durante ocho años, en los que realizó noviciado, postulantado, profesó los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia luego fue trasladado a la casa provincial de Valencia.
Problemas de salud, restablecimiento en casa de sus padres y luego comienzo de su vida eremítica ya en Potríes (Alicante), en una pequeña capilla en la que decidió alejarse de la vida comunitaria a pesar de que los carmelitas fueron “auténticos padres y hermanos” y les está muy agradecido. Pero en su proceso espiritual confiesa que “ a nivel interior me hacía falta algo”. Había llegado el momento de una decisión difícil en su vida: alejarse a una capilla solo en oración y contemplación a vivir su “crisis” de salir de la comunidad carmelitana. En aquella capilla de Potries lo que pensaba que fueran unos meses se convirtieron en 6 años.
Posteriormente su vida eremítica se desarrolló entre la oración y su trabajo, que consistía en la elaboración de cerámica religiosa que él mismo hacia como “piezas únicas que no son de molde ni de serie… en cada pieza pones alma vida y corazón”. Así, gracias a su trabajo de cerámica y algunas ayudas de las personas ha podido mantenerse materialmente.
Actualmente, Daniel habita en la capilla del calvario en Xàtiva, apartado del mundo aunque vive informado del mundo actual por medio de las noticias y cada semana baja al pueblo a reunirse con su hermana en Sedaví y hacer algunas compras básicas para su vida sencilla.
Un día cotidiano en la vida de Daniel comienza a las cuatro de la mañana, con la oración de contemplación y alabanza, que acompaña con cantos religiosos al “silencio del alba de la meditación”, luego ocho horas de trabajo y en la capilla. A sus 74 años de vida ya no elabora como antes la artesanía religiosa pero se mantiene alegre y muy ocupado y vive a “ese Dios inexplicable como una llamita, la de una inmensa alegría, algo que la gente no entiende”.
Daniel es un caso único de vida eremítica en pleno siglo XXI en la diócesis de Valencia. “Dios es lo que el mundo no ha descubierto”, nos dice convencido de que la sociedad busca la felicidad en aquello que el mundo no puede dar.