EVA ALCAYDE | 25.03.2020
El Covid-19 nos ha puesto a prueba como personas, como familias y como sociedad. Además de la crisis sanitaria, sufrimos los confinamientos y las cuarentenas. La decana de la facultad de Psicología de la UCV nos muestra en esta entrevista cómo encajar la situación, cómo sobrevivir en el aislamiento, cómo lidiar con los sentimientos y cómo convertir este confinamiento en una oportunidad.
-Vivimos en una sociedad en la que todo es urgente, rápido y acelerado y esta pandemia nos ha hecho frenar en seco ¿cómo se encaja esto?
-La realidad es la que es y debemos comprenderla. Es imprescindible que colaboremos permaneciendo en casa, pero aún no hemos frenado en seco. Vivimos en una sociedad de carreras, impulsados por la inmediatez y la urgencia. Vivimos tan acelerados que nos olvidamos de vivir con plenitud y cuando las personas no nos detenemos, nos deshumanizándonos poco a poco.
La pandemia nos está poniendo freno… aunque creo que no somos aún muy conscientes. Seguimos manteniendo la aceleración en las redes, conectados permanentemente al smartphone, a la tv, al ordenador… ansiando estar ocupados… y esta pandemia nos va a obligar a situarnos frente a nosotros mismos, ante nuestro ser interior, nuestra fragilidad y vulnerabilidad humana. No somos dioses… y eso, quizá sí que pueda ser difícil de encajar.
-Con esta crisis sanitaria nos estamos enfrentado a diferentes sentimientos y estados de ánimo que quizás no hayamos experimentado antes, como perplejidad, incredulidad, confusión, incertidumbre, shock, miedo o incluso pánico, ansiedad… ¿Cómo podemos gestionar todo este polvorín anímico?
-Cuando estamos sometidos a condiciones estresantes, como el aislamiento y cuarentena actual, nuestro funcionamiento de vida se ve alterado y se requiere un esfuerzo extra para adaptarnos. En este proceso de adaptación, se activan muchas emociones que pueden aumentar nuestros niveles de malestar, como miedo, angustia, incertidumbre, agobio, desesperación, ira… e incluso pánico, en algunas ocasiones.
Identificar qué emociones experimentamos en estos días, en qué nivel o intensidad se manifiestan, reconocernos en esos sentimientos de angustia y miedo, nos ayuda a hacer frente a la situación para que no nos resulten invalidantes. Es normal sentirse confundido. Es necesario cuidar mucho de nuestros pensamientos y emociones, de manera que podamos responder adecuadamente a momentos en los que el ánimo falla y la sensación de incertidumbre y desasosiego surge. Compartir con personas de nuestra confianza cómo nos sentimos puede servirnos de gran alivio.
-Hablemos de las psicosis que hemos visto en los supermercados, ¿Es una reacción normal?
-No es una reacción normal o habitual, pero es previsible en situaciones extraordinarias. El ‘asalto’ a los supermercados se ha producido en casi todos los países: lo vivió Italia antes que nosotros, también Portugal y Francia.
Podríamos decir que es una reacción de supervivencia cuando existe -o interpretamos que existe- una amenaza importante. Y en estos casos, el miedo se puede contagiar y aflorar el pánico o incluso la fobia. Aunque racionalmente sabemos que no va a reducirse el abastecimiento, que los supermercados seguirán garantizando los alimentos, el miedo es terriblemente poderoso, la búsqueda de control, a través de una compra compulsiva, y la imitación se convierten en conductas de protección: si ‘todos’ compran, yo también debo hacerlo.
-Nuestro hábitos y conductas se han visto alterados de un día para otro, ¿es necesario establecer otras rutinas para el nuevo día a día?
-Si, indudablemente. Es importante mantener rutinas y hábitos para preservar nuestra salud física y mental. Debemos organizar bien lo que podemos hacer, cuándo y cómo hacerlo. Intentar alterar lo menos posible los horarios de sueño, descansar lo suficiente, cuidar nuestra alimentación, evitando excesos, realizar ejercicio físico y mantener activo nuestro cuerpo, cuidarnos espiritualmente, mantener el contacto con la familia y personas de nuestro alrededor…, son aspectos que debemos atender ahora más que nunca.
Puede ayudar hacer listas de tareas a realizar en casa con las que mantener la mente ocupada, pensar en actividades a realizar solos o en compañía de los demás de la casa e incluso aprovechar para hacer aquellas cosas pendientes que no tuvimos tiempo de iniciar o de acabar.
-Muchas familias han visto que deben convivir las 24 horas del día. No es que no les guste pasar tiempo juntos, pero ¿tienen que aprender a relacionarse de otro modo? ¿Qué aspectos serían importantes a tener en cuenta?
-Es cierto que la convivencia continuada, en esta alerta sanitaria, puede hacer que se resientan las relaciones familiares. Si hay irritabilidad se pueden provocar roces, tensiones y conflictos. Algunas familias pueden vivirlo como una situación agobiante, pero, también, se puede intentar ver como una oportunidad de reencontrarse otra vez, y salir de esta crisis fortalecidos.
La tolerancia, la aceptación y el compromiso son compañeros indispensables en este confinamiento. Los instintos y las emociones del miedo y la ira no pueden dirigir nuestro comportamiento. La experiencia nos indica que el optimismo, la fe y la esperanza son actitudes curativas para afrontar los retos diarios. Ante los conflictos en estas situaciones, repasar y poner en práctica aquellas habilidades y actitudes que sirvieron en el pasado para superar otras situaciones similares, puede ser una buena decisión a adoptar.
-Y a la inversa, ¿qué pueden hacer quienes se tienen que enfrentar a una soledad forzosa?
-Los datos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH) del INE (2019) indicaban que 4,7 millones de personas viven solas en España, de las cuales, un poco más de dos millones tiene 65 o más años. Por lo tanto, estamos ante un número de personas que, a su perfil de riesgo sanitario, le suman un riesgo social que hace más complejo superar la cuarentena. Hoy existen suficientes evidencias científicas para afirmar que la soledad afecta a las funciones cognitivas, provoca depresiones y se relaciona con una alta tasa de suicidios. Por el contrario, el sentimiento de pertenencia protege la salud de las personas mayores.
Pero es importante pensar que el aislamiento que nos piden supone un beneficio para los demás, que tiene un sentido y es un acto de empatía y solidaridad. Evitar la expansión del virus y su control, es responsabilidad de todos.
En cualquier caso, los medios telemáticos nos permiten estar en contacto permanente con familiares, amigos y conocidos. Y en este confinamiento puede ser de gran utilidad. Por ejemplo, acciones como tener activos los grupos de contacto, crear alguno sobre temáticas de interés común, dedicar un tiempo al día para charlar con alguno de nuestros contactos, incluso hacer uso del humor como respuesta incompatible con la ansiedad y el malestar emocional…, pueden ser de gran ayuda.
-¿Puede ofrecernos algunas pautas o consejos que puedan ayudarnos a pasar el confinamiento o la cuarentena lo mejor posible?
-Nuestro comportamiento, en este confinamiento, depende de múltiples factores: el momento en el que nos encontramos, el tiempo que se lleva en cuarentena, las condiciones de la vivienda, el número de personas, las obligaciones laborales que debemos compaginar, la situación de nuestros familiares confinados en otros lugares, nuestra capacidad de resilencia, etc.
Puede ser una oportunidad única para compartir tiempo con la familia, y eso depende de cada uno. Hay muchas opciones para ello. Mantenerse conectado con familiares y amigos, conversar y compartir cómo se está afrontando esta situación, nos ayuda y aporta tranquilidad; pero evitando alimentar miedos e inquietudes. Para nosotros, los católicos, la oración y la meditación son un sostén diario para descubrir lo esencial. Más que nunca debemos seguir descubriendo su fuerza.
–¿Es especialmente difícil el confinamiento para los niños? ¿lo llevan mejor o peor que los adultos?
-Este confinamiento, en principio, puede tener mayor impacto y más repercusiones negativas o estresantes para los padres que para los hijos. Muchos padres se están adaptando al teletrabajo, desarrollando sus trabajos desde casa, y a la vez tienen que ocuparse de la cocina, mantener la casa más o menos en orden, preocuparse por la enseñanza de los hijos y, todo ello, promoviendo una convivencia en armonía de toda la familia.
Aunque aún no hay datos al respecto, porque esta experiencia está siendo única a nivel mundial, posiblemente no habrá repercusiones psicológicas destacables a largo plazo en los niños. Y en caso de que aparezcan estas desaparecerán cuando acabe el confinamiento.
Los expertos en psicología infantil consideran que para que existan secuelas el confinamiento debería ser mucho más prolongado y difícil de explicar, como en el caso de Ana Frank o de niños secuestrados por guerrillas que pasan mucho tiempo en cautividad. En cualquier caso, mantener las rutinas es un excelente factor de prevención de conductas desadaptativas.
–¿Es el aburrimiento, en el caso de los niños, el enemigo a batir?
-El aburrimiento nunca ha sido ni debe ser un problema. La dificultad estriba en la manera de relacionarnos con la sensación de aburrimiento. En esta sociedad de hoy ensalzamos las prisas, la super-ocupación y la inmediatez como factores de éxito, por lo que el aburrimiento se ubica en la casilla de los fracasos y de la insatisfacción emocional. Aprender a vivir en el aburrimiento es esencial. Ya desde la infancia deberíamos pasar por periodos de aburrimiento para aprender a manejar esa sensación y no necesitar recurrir constantemente a los estímulos externos y a las gratificaciones efímeras. Gracias al aburrimiento, los niños aprender a llenar su tiempo con creatividad, imaginación, etc.
-¿Cómo atajar los pensamientos negativos o los bajones?
-Es importante no aumentar la preocupación y el miedo. Aunque es conveniente estar bien informado, se deben evitar las noticias alarmistas, los testimonios sensacionalistas y hablar permanentemente sobre el coronavirus. Por otro lado, debemos pensar de forma realista y positiva, sin anticipar consecuencias peores, daños mayores o catástrofes. Debemos apelar a la sensatez y valorar el riesgo en su justa medida: disponer de una información clara, oficial y segura. Si focalizamos nuestra atención en las informaciones que pueden provocar emociones positivas (bajo índice de mortalidad, número de curaciones, sintomatología débil en la mayoría de los casos…), si creemos que con la ayuda de Dios podremos superar y afrontar esta situación, alimentaremos nuestra esperanza hacia el futuro.
-Una de las cosas que está sorprendiendo de esta crisis es el movimiento vecinal y la solidaridad entre vecinos, ¿por qué nos llama tanto la atención? ¿hay valores que teníamos adormecidos y los estamos redescubriendo ahora?
-Esta situación de crisis está multiplicando las muestras de apoyo a los grupos más vulnerables, se han creado redes vecinales y proliferan las iniciativas individuales… En muchos portales hay carteles en los que los vecinos se ofrecen generosamente para ayudar. Quizá esta crisis nos abra los ojos para darnos cuenta de nuestra necesidad de ayudar a los demás, de que cuidar y ocuparnos de los otros da sentido a nuestra existencia, de que todos contamos para poder salir de esta crisis, y que no podemos permitirnos seguir deshumanizándonos.
Y cuando hayamos superado finalmente la crisis deberemos tomar nota de la lección de humildad, solidaridad y amor al prójimo que ésta nos ha aportado