❐ C.A. | 03.02.2022
Joaquín Carbonell y Sara Aguiló, pertenecientes a una comunidad neocatecumenal de la parroquia San Francisco Javier de Valencia, viven desde hace once años en Ucrania como familia misionera. Junto a sus ocho hijos forman parte de una ‘missio ad gentes’ en la capital, Kiev, en la que viven la fe y la misión junto a otras familias de distintas partes del mundo, algunas mujeres y un sacerdote en la que hacen presente la Iglesia católica a través de su testimonio y del día a día de una familia cristiana.
En esta situación en la que han aumentado las tensiones con Rusia destacan que en la capital, a 800 kilómetros de la zona con mayor conflicto, “la vida sigue con normalidad y apenas se nota en el día a día”.
“Es verdad que la gente está preocupada por lo que pueda pasar y sobre todo por si llaman a los jóvenes a participar en la guerra como militares”, añaden. Sin embargo, “es verdad que no deja de ser un país con un conflicto que lleva ya ocho años” y por ejemplo a la entrada del colegio de los niños se ven los nombres de los exalumnos muertos en la guerra. “Aunque unos tengan unas ideas u otras, la gran mayoría de la gente quiere vivir con tranquilidad su vida y con su familia y rechazan que haya conflictos”, explican.
Esta normalidad en el día a día hace que ellos vivan “con tranquilidad”: “no vemos que estemos haciendo nada excepcional, sino vivir, como el resto de ucranianos con total normalidad”. De cara al futuro, como ellos mismos explican, “estamos en manos del Señor”. Esta confianza en Dios es lo que ellos pueden decir a los ucranianos ante esta situación: “Dios se ocupa de nosotros y nos ayuda en cada momento”.
Su misión allí además de dar catequesis y de hacer algunas evangelizaciones por las calles es sobre todo “la de hacer presencia de la Iglesia y de su misión, que es ser luz”. También en un país donde sobre todo los jóvenes quieren salir a otros sitios con nuestra presencia “hacemos patente que se puede vivir aquí y además ser feliz”.