❐ B.N. | 16.2.2023
Pocas horas antes de enviar nuestro semanario a imprenta, las cifras que arrojaba el balance de muertos por el terremoto que ha asolado Turquía y Siria ya ascendía a más de 35.000 personas. Y por si esto no fuera poco, las réplicas golpean la zona afectada por el terremoto en Turquía. Los equipos de rescate enviados hasta allí desde los países de la Unión Europea, están ya volviendo a casa. El paso del tiempo ha jugado en su contra y a estas alturas es casi imposible encontrar a nadie con vida entre los escombros.
Aunque los milagros existen. Un niño de ocho años sobrevivió 155 horas entre los cascotes en el pueblo de Nurdagi. Una niña de unos tres o cuatro años fue rescatada tras permenecer 150 horas entre los escombros de su casa en Antioquía. Las bajas temperaturas, alrededor de cero grados en gran parte de la región, endurecen las condiciones de rescate, pero pueden haber contribuido a salvar algunas vidas.
Sin embargo, para todos la suerte no es igual. La situación es completamente desoladora. Todavía se puede ver por las calles personas llamando a gritos a sus seres queridos con la esperanza de hallar respuesta entre los escombros.
Pero mucho peor es en Siria. Este pasado domingo pudo entrar el primer convoy humanitario europeo. Italia envió cargamento para los afectados por los terremotos a través de la frontera terrestre de Siria con el Líbano.
Hay que recordar que se trata de un país que lleva doce años en guerra. El sistema sanitario es prácticamente inexistente, tampoco hay personal médico suficiente para hacer frente a un tipo de catástrofe de esta magnitud, apenas quedan medicinas y a ello hay que unir la pandemia provocada por el coronavirus, y más reciente una epidemia de cólera que se ha propagado por la mayor parte del país. Queda muy poco combustible para la maquinaria que se utiliza para sacar a la gente de los escombros y mucho menos para las ambulancias.
El último informe de Naciones Unidas afirma que seis millones de habitantes podrían estar afectados por el terremoto, en una población donde el 90% vive en la pobreza y 14,6 millones dependen de la asistencia humanitaria.
Fadi Najjar, el sacerdote greco-católico en Alepo (Siria) que en el mes de diciembre estuvo en Valencia para presentar la campaña de Navidad de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), nos cuenta que “hemos visto la muerte delante de nosotros” .
“La gente está toda la noche fuera, ha dejado sus casas, hasta ahora no hemos podido apenas dormir porque a cada hora recibimos personas en las parroquias ya que tenemos réplicas durante 24 horas y mucha gente ha perdido sus casas porque muchos edificios se han dañado gravemente o, directamente, han sido destruidos”, destaca.
El sacerdote, de 40 años de edad, nos explica que “hay muchísimo miedo, no sabemos exactamente qué podemos hacer y estamos muy afectados también porque hemos perdido un sacerdote de nuestra comunidad”.
“Mucha gente ha muerto, yo mismo con feligreses de la parroquia me he dedicado a sacar a personas de debajo de los escombros de una manera que no llegábamos a creer que estaba sucediendo”, explica Najjar que ejerce su ministerio como párroco de la iglesia de San Miguel de Alepo con una comunidad de cerca de 200 familias.
“Estamos en una situación fatal, ahora mismo en Alepo hace mucho frío, está lloviendo desde hace 5 o 6 días y esto está empeorando la situación”, nos cuenta el sacerdote que también es director del colegio Al-Inaya, que cuenta con 300 alumnos.
Fadi Najjar, licenciado en Teología por la Facultad de Granada, y también responsable del movimiento Juventud Estudiantil Cristiana en Siria pide que “uniros en la oración por favor, rezad por nosotros por favor”.