AGENCIAS 21-09-2016
El Papa se dirige a los líderes religiosos reunidos en la plaza San Francisco de Asís el pasado martes.
El Papa presidió el pasado martes la Jornada de Oración por la Paz en Asís, que culminó con un encuentro con cientos de líderes de otras confesiones religiosas en la plaza San Francisco de la ciudad italiana. El encuentro internacional tuvo como lema ‘Sed de Paz. Religiones y Culturas en diálogo’ y se celebró treinta años después de la histórica oración impulsada por san Juan Pablo II en el mismo lugar.
“No nos cansamos de repetir que nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Sólo la paz es santa y no la guerra”, dijo Francisco y añadió: “la oración y la voluntad de colaborar nos comprometen a buscar una paz verdadera, no ilusoria”.
“Tenemos sed de paz, queremos ser testigos de la paz, tenemos sobre todo necesidad de orar por la paz, porque la paz es un don de Dios y a nosotros nos corresponde invocarla, acogerla y construirla cada día con su ayuda”, afirmó.
El Pontífice denunció con fuerza la “enfermedad de la indiferencia”. A este respecto, señaló que Dios pide “trabajar por la paz”, y lo hace “exhortándonos a afrontar la gran enfermedad de nuestro tiempo: la indiferencia”.
“Es un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo: el paganismo de la indiferencia”.
El Santo Padre afirmó que “no podemos permanecer indiferentes”. “Hoy el mundo tiene una ardiente sed de paz. En muchos países se sufre por las guerras, con frecuencia olvidadas, pero que son siempre causa de sufrimiento y de pobreza”.
En la ceremonia conclusiva el Pontífice estuvo acompañado, entre otros, del rabino argentino y amigo suyo Abraham Skorka; el profesor Abbas Shuman, vicepresidente de la Universidad Al-Azhar (Egipto); y Gijun Sugitani, consejero supremo de la Escuela Budista Tendai (Japón), entre otros. Participaron también el arzobispo de Asís, Domenico Sorrentino, el Custodio del Sagrado Convento de Asís, padre Mauro Gambetti, el fundador y presidente de la Comunidad de San Egidio, Andrea Riccardi, así como una víctima de la guerra en Siria, Tamar Mikalli, que ofreció su testimonio. Contó cómo “la oración fue el único sostén para nosotros” cuando se vio obligada a huir de Alepo (Siria).
Los representantes de las distintas confesiones religiosas entregaron el llamado de paz a las próximas generaciones, un grupo de niños que subió hasta el estrado principal y cada uno tomó de sus manos un pergamino cerrado con una rama de olivo como símbolo de la paz.
A continuación los agitaron al ritmo de la música que sonó en ese momento y descendieron para entregárselos a los embajadores y representantes políticos de diversos países.
Por último, se firmó el llamado de paz por los países que se encuentran en conflicto, los recientes ataques terroristas en Francia o los refugiados, al tiempo que encendieron grandes candelabros. El primero en hacerlo fue el Papa y fue seguido del rabino y el resto de miembros de las diversas religiones.
Ejemplo de Madre Teresa
Antes de ese encuentro en la plaza de San Francisco, el Papa dirigió una meditación en la Basílica inferior de Asís. Allí afirmó que todos los cristianos “estamos llamados a ser ‘árboles de vida’, que absorben la contaminación de la indiferencia y restituyen al mundo el oxígeno del amor”.
Tras recordar el ejemplo de santa Teresa de Calcuta en su servicio a los más pobres, el Papa dijo que en la frase “Tengo sed” del Señor “podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz”.
En esa celebración participaron con sus respectivos discursos el arzobispo anglicano de Canterbury, Justin Welby; el Patriarca (ortodoxo) ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, entre otros.
Tras la meditación del Papa, se hizo una petición por la paz y el cese de la guerra y el terrorismo en diversos países del mundo y se encendió una vela por cada uno de los lugares que se mencionó.
Despúes todos los líderes cristianos rezaron la oración del Padre Nuestro e intercambiaron el saludo de la paz.