L.B. | 14-06-2017
El nuncio apostólico de Su Santidad en Irak, monseñor Alberto Ortega, ha visitado Valencia con ocasión de la ordenación episcopal de Mons. Santiago de Wit, de quien fue compañero en la Academia Pontificia Eclesiástica.
Madrileño, de 54 años, en julio de 1997 entró en el Servicio Diplomático de la Santa Sede. Ha sido consejero de la nunciatura apostólica de Nicaragua y secretario de las nunciaturas de Sudáfrica y el Líbano, así como director de la Secretaría para las delegaciones del Norte de África y la península Arábiga. Desde agosto de 2015, es nuncio apostólico en Jordania e Irak.
– ¿Qué consecuencias a nivel de fe ha tenido para los cristianos la persecución sufrida en Irak?
– Algunos de estos cristianos que salieron de sus casas y lo perdieron todo por la fe no es que fueran especialmente practicantes antes del conflicto. Ha sido justamente esta ocasión lo que les ha llevado a reencontrar la fe. Además, muchos han ayudado a dar una nueva vitalidad a la Iglesia allí donde han ido refugiados. Por ejemplo, en Suecia, donde han renovado la vida de la Iglesia al llegar a las parroquias con sus hijos…
Qué bonito que aquellos que han salido por la persecución, allí donde van, sigan haciendo presente al Señor.
– ¿Los cristianos han podido practicar su fe durante el conflicto?
– En los campos de refugiados se habilitaron iglesias en tiendas de campaña o locales prefabricados grandes. Como los sacerdotes también tuvieron que huir, les han acompañado y, gracias a Dios, han podido seguir el culto. Además, también se han incorporado a las parroquias de las ciudades que los acogían como refugiados.
– ¿Qué aportan los cristianos a la sociedad en Irak?
– Aunque son una minoría, ofrecen una contribución fundamental a través, sobre todo, de las escuelas, donde la mayoría de estudiantes son musulmanes y donde crecen valorando la vida, la convivencia y la comprensión. Además la Iglesia ha construido hospitales y presta una gran asistencia social.
Cáritas realiza un gran servicio a todos, también a los musulmanes. Y ahora, incluso, a los que persiguieron a los cristianos. Y esto sorprende mucho a los musulmanes. Cáritas hace una gran labor con los medios que le llegan. Yo, viéndolo, me siento orgulloso de ser parte de la Iglesia.
Oriente Medio sin los cristianos sería más pobre.
– ¿Cómo han vivido los musulmanes este tiempo de ocupación?
– Muchos lo han vivido también siendo perseguidos. Todos los que no eran radicales como los del ISIS, han sido perseguidos o víctimas de los atentados cotidianos. Muchos lo han vivido con dolor y confusión porque el ver que gente de su misma fe hace estas cosas también es un escándalo para ellos.
– ¿Se están dando ya gestos de paz o de unión entre las religiones?
– A nivel nacional están intentando promover mucho la reconciliación porque es la única manera de salir adelante. Hay que pasar página e intentar trabajar todos unidos. Hay varias iniciativas de diálogo para ver qué va a pasar en Irak después del Isis, porque no se puede improvisar. A nivel político se está buscando una fórmula que pueda venir bien a todos.
– ¿Cómo ha vivido usted como nuncio y como persona esta situación?
– La misión del nuncio es hacer presente de alguna manera la solicitud del Papa. A mí me gusta visitar los campos de refugiados, estar cerca de esta gente para recordarles que no están solos. Tengo el inconveniente de no saber árabe, pero simplemente el participar en las celebraciones, el estar allí con ellos, es una muestra de la cercanía y atención del Papa y de la Iglesia. Además, a nivel personal, me ayuda y me edifica ver la fe de esta gente.
– ¿Cuál es el papel de la Santa Sede ante este conflicto?
– Intentar favorecer la reconciliación, la paz, la estabilidad. El papa Francisco continuamente está invitando a rezar por la paz y a favorecer una solución dialogada y negociada, no militar, de los conflictos, buscando siempre el bien común.
– ¿Qué medidas se deben adoptar contra el yihadismo?
– Yo creo que hay que contrarrestarlo a todos los niveles. La intervención militar es necesaria en algunos contextos, pero no basta. Hay que comprometerse a nivel político y cortar sus fuentes de financiación. También a nivel educativo, promoviendo otro tipo de discurso basado en el diálogo y la colaboración. La labor educativa va a llevar mucho tiempo pero es fundamental.
Lo que está sucediendo en Oriente Medio es un desafío para aprender de la historia, evitar generalizar, aprender a colocarse en el lugar del otro y valorar sus ideas. En Occidente no debemos caer en la tentación de simplificar y generalizar, levantar muros y expulsar. Pero a la vez, para Europa es una llamada a despertarnos, a ver qué ofrecemos, dónde está nuestra identidad. Estamos a tiempo de recuperar lo mejor de nuestra tradición y ofrecerlo a los demás para poder dialogar e integrar.
– ¿Qué gran lección le ha enseñado su trabajo en contacto con distintas culturas?
– Me enseña la belleza de la vida de la Iglesia en sí y como un regalo para la sociedad a todos los niveles. Y luego es muy bonito ver desde cerca, desde la Nunciatura, la solicitud del Papa, de la Santa Sede como una madre que tiene en el corazón todas las necesidades e intenta ofrecer una buena palabra y, sobre todo, un mensaje de paz y esperanza.