Eduardo Martínez | 14-10-2015
Tras una vida dedicada por entero al servicio a la Iglesia y a los más pobres, el capuchino valenciano Conrado Estruch falleció el pasado día 10 a los 89 años de edad en el convento de la Magdalena, en Massamagrell. El popular fraile realizó miles de belenes artesanalmente con materiales de desecho para exponerlos cada Navidad y recoger con ellos donativos para familias sin recursos.
Fray Conrado ha muerto rodeado de una evidente fama de santidad por su extraordinaria humildad y su permanente servicio a los pobres, como han atestiguado a PARAULA numerosas personas que convivieron estrechamente con él.
Dos hábitos, su ropa interior y unas estampas de san Francisco de Asís. “Esas son todas las pertenencias que ha dejado aquí fray Conrado”, aseguró José Vicente Esteve, el superior del convento de San José, al término de la misa exequial celebrada allí por el eterno descanso del fraile capuchino el pasado día 12. Pocas personas, de hecho, representan mejor que fray Conrado el ideal evangélico de la pobreza, aquel deseo expresado tan incisivamente en nuestro tiempo por el papa Francisco al comienzo de su pontificado: “Como me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”.
Pues fray Conrado ha personificado esa Iglesia en un nivel superlativo. El religioso capuchino recibía continuamente donativos de una gran cantidad de personas, que sabían que aquellas ayudas llegaban a los necesitados, sin perderse ni menguar por el camino. Y cuando él mismo era el destinatario de algún auxilio urgente, entonces lo que se podía esperar es que también se deshiciera de él por la vía rápida. Llegaba el caso, por ejemplo, que sus más estrechos colaboradores, los integrantes del grupo Amigos de San Antonio, por él fundado, le compraban calcetines para el invierno, y a los pocos días volvían a verle con las solas sandalias en sus pies y aterido de frío. ¿Y los calcetines? Los había dado. Tal era la austeridad de fray Conrado y la transformación que de ella hacía en permanente generosidad hacia los demás. “Manos que no dais, ¿qué esperáis?”, solía decir.
Belenes solidarios
Doscientas familias necesitadas recibían (y reciben) todos los meses alimentos gracias a esos donativos entregados constantemente a fray Conrado. Y en diciembre, desde hacía veinte años, el fraile valenciano organizaba en su convento una exposición solidaria de belenes elaborados por él mismo a partir de materiales de desecho (cáscaras de frutos, teléfonos rotos, trozos de ramas…). Con lo recaudado por la adquisición de los nacimientos, el capuchino contribuía también a paliar las necesidades de aquellas familias, además de ayudar a la Casa Cuna Santa Isabel, al Cottolengo del Padre Alegre, a la asociación para la Defensa de la Vida Provida y a misioneros capuchinos en África e Iberoamérica. En una de sus últimas exposiciones, los donativos obtenidos permitieron incluso poner en marcha un proyecto para abastecer de agua un campo de refugiados en Burkina Faso, en colaboración con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. (ACNUR).
Fama de santidad
La caridad de fray Conrado no sólo era de obra; lo era también de palabra, de gestos… Por eso hasta su portería se allegaban también muchos que tuvieron la suerte de descubrir que también allí había consuelo para esas otras lacerantes pobrezas del alma (tristezas, soledades, injusticias…). Y de allí solían salir como tocados, alcanzados por la ternura de ese anciano entrañable de ojos claros e inocencia de niño, humilde, sin apenas estudios, hermano lego, pero sabio en lo importante, hombre de oración y de convincente y sencilla espiritualidad. PARAULA ha sido testigo en estos años de innumerables testimonios de personas que hablan de la bondad suma de fray Conrado Estruch. Ha muerto, sin duda, en olor de santidad un hombre bueno, muy bueno, alguien muy poco común, una caricia de Dios y un pobre para los pobres.