Belén Nava | 29-03-2012

Grupo al completo de los 56 seminaristas junto con formadores y párrocos de las localidades que integran el arciprestazgo ‘Preciosisima Sang’.


Conocer de cerca a las comunidades cristianas es uno de los principales objetivos de las visitas arciprestales que año tras año organizan de forma conjunta Seminario Mayor y Menor de Valencia. En esta ocasión, Ondara, Pe­dreguer, Poble Nou de Benitaxell, Benissa, Xàbia, Denia, La Vall de Laguart, Parcent, Pego, El Verger, Els Poblets, La Xara, Jalón, Alcalalí, Lliber, Murla, Benigembla, Castells de Castells, Teulada, Moraira, La Vall de la Gallinera… Localidades pertenecientes al arciprestazgo ‘Preciosísima Sang’ fueron anfitrionas de 56 seminaristas -pertenecientes al Seminario Mayor ‘La Inmaculada’ de Moncada y al Seminario Menor de Xàtiva- que ofrecieron su testimonio vocacional a los feligreses de las distintas parroquias.
Distribuidos en 17 grupos, los jóvenes se alojaron en casas de distintos feligreses, en las casas abadía de las parroquias o en diferentes familias de las localidades que visitaron.
“Este arciprestazgo reúne localidades con poblaciones más grandes y otras con núcleos de población muy pequeños que reflejan la realidad y la diversidad de las comunidades cristianas”, comenta Fernando Ramón, rector del Seminario Mayor.
Recordar el paso por el Seminario
Los seminaristas estuvieron en todo momento al lado de sus respectivos párrocos acompañándoles en las catequesis de Comunión y Confirmación, ha­­­ciendo de acólitos en las eucaristías y ofreciendo sus testimonios a los fe­ligreses de las parroquias, jóvenes y ma­yores, donde respondieron a preguntas del tipo “¿por qué quieres ser cura?”, sin duda la que más se repitió durante todo el fin de semana.
Y es que, al igual que el pasado año durante la visita al arciprestazgo Beato Francisco Gálvez, su presencia suscita curiosidad y alegría.
“Estos encuentros arciprestales son importantísimos tanto para los jóvenes como para los párrocos y sus comunidades cristianas”, asegura Javier Grande, rector del Seminario Menor. “A los párrocos, a los que hay que agradecer enormemente su labor en estos encuentros, les sirve para recordar sus inicios, su paso por el seminario… y eso siempre es bueno”.
“De esta manera -apostilla el rector del Seminario Mayor- comparten las labores pastorales de un párroco y conocen, de primera mano, como es su día a día”.
Los jóvenes iniciaron su estancia con una acogida en la parroquia Santa Ana de Ondara y con el rezo de la hora intermedia tras la que los sacerdotes del arciprestazgo se presentaron a los seminaristas y les explicaron las distintas realidades de sus parroquias, en las que fueron enviados para desarrollar su formación pastoral.
La jornada del sábado comprendió actividades de muy diversa índole, siempre combinadas con misas en las que los jóvenes ofrecían su testimonio vocacional. Alguno de ellos participaron de las actividades de los grupos Juniors de las diferentes parroquias; otros acompañaron al párroco en la administración de la Comunión a los enfermos; ayudaron en el servicio del banco de alimentos de las Cáritas parroquiales; visitaron a enfermos en hospitales…
Todas estas acciones pastorales, “ayuda al seminarista a encontrarse con las comunidades cristianas. A poner rostro a los feligreses, a aquellos ‘por los que me entrego’. Es muy positivo que vean como la feligresía se preocupa por ellos, reza, se compromete… e incluso les abre las puertas de sus hogares para acogerlos” y para que formen, por unos días, parte de su familia.
Adrián, Santiago, Isaac…
Además, la comunidad cristiana, también sale fortalecida de estos encuentros con los seminaristas ya que , tal y como explica Javier Grande, “dejan de ser una figura anónima para pasar a ser Adrián, Santiago o Isaac”. Tanto es así, que en esta ocasión, una feligresa, a la salida de una de las misas en las que participaron los seminaristas exclamó: “¡Ahora, cuando incluya en mis plegarias a los sacerdotes ya voy a poder rezar por personas concretas!”, en clara referencia a la impresión que los jóvenes habían causado en ella y en la motivación que ellos demostraban a través de sus testimonios.
Ya el domingo, tras la participación en diferentes eucaristías, todos los seminaristas, junto con los rectores, formadores y párrocos participantes en esta visita, realizaron un almuerzo en el que pusieron en común las experiencias del fin de semana. Ante todo “resaltaron el enorme cariño y la calurosa acogida que les dispensa la gente de las localidades a las que visitan. Ellos se han dado cuenta de que la gente agradece a los seminaristas su esfuerzo porque saben que son el futuro de la Iglesia”, puntualiza el rector del Seminario Mayor.
La despedida tuvo lugar en la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, en Vergel.
Desde el Seminario Menor se recalca la importancia de estas visitas arciprestales ya que, de algunas de ellas, han salido los jóvenes que hoy en día estudian en las aulas, tanto del Seminario Mayor como del Menor. “Poder conocer a seminaristas, el poder sentirse identificados con ellos y su experiencia, el poder tratarlos de igual a igual… hace que en algunos se despierte la inquietud vocacional o que se ponga ‘nombre’ a aquello que sentían desde hace tiempo y no sabían como vivir”, concluye Javier Grande.
Haciendo un balance general de estas visitas, Fernando Ramón destaca que “para los seminaristas es un estímulo en el proceso de formación porque visualizan cómo será el día de mañana su labor pastoral y el día a día de una comunidad cristiana”.