MARÍA A. PICAYO 07-09-2016
El campemento se celebró en el Seminario Mayor, en Moncada. J.PEIRÓ
El Seminario Mayor de Moncada ha vuelto a acoger este verano, y por tercer año consecutivo, una nueva edición del campamento ‘Anawin’ que ha reunido, durante cinco días de agosto, a 24 personas con discapacidad, a los que todos conocen con el cariñoso nombre de “anawines”. La finalidad es convivir y compartir experiencias durante unas jornadas, entre ellos y también con los 34 jóvenes voluntarios, familiares y seminaristas que han tomado parte en la iniciativa.
En este campamento “están representadas todas las realidades y carismas de la diócesis, desde el Seminario, a la vida consagrada, a través de las hermanas de Nuestra Señora de la Consolación y la comunidad de vida contemplativa de las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote; los sacerdotes y seminaristas; los laicos, como la Familia Consolación y la comunidad de Fe y Luz Valencia; el Cottolengo del Padre Alegre de Valencia; voluntarios de diferentes parroquias y movimientos; y matrimonios y familias”, según han explicado fuentes de la organización.
Cada uno pone su grano de arena, codo a codo con los “anawines”, como todos los voluntarios y familiares, o con la oración desde el convento de clausura. Precisamente ésa ha sido la aportación de las religiosas del monasterio ‘Santa María de los Desamparados’ que la congregación de las Oblatas regenta en Moncada, muy cerca del Seminario. Desde hace 45 años mantienen turnos de oración continuos de una hora, las 24 horas del día y durante todo el año, por la santificación de los sacerdotes. Y este verano sumaron sus oraciones por las personas discapacitadas del campamento.
Separados por la cancela pero unidos por la oración
Antes de comenzar la convivencia “se les asignó a cada una de ellas un “anawin”, y también un voluntario, para que rezaran por ellos aunque no los conocían”, convirtiéndose en sus capellanas y, de algún modo, en sus ángeles de la guarda. Además, el último día del campamento, el 21 de agosto, “vivimos un momento precioso al poder compartir un diálogo entre los anawines y las religiosas, que se conocieron en persona, separados por la cancela del convento de clausura pero unidos en la oración, junto con los voluntarios y familiares”.
Se cerró así esta edición del campamento que, como las anteriores, persigue “servir a los demás y compartir experiencias desde el corazón de la diócesis, que es el Seminario, y desde la perspectiva de la discapacidad” para, de esta manera, “poder dar respuesta a la necesidad de hacer ver la belleza de la humanidad que se ha revelado en Jesucristo, porque todo sufrimiento tiene en Él una interpretación, y es que Él ha pasado primero ese sufrimiento para acompañarnos en nuestras heridas más íntimas”, según las mismas fuentes.