L.A. | 15-12-2017
“Los médicos me han dicho: `sólo piensa en hoy y en mañana´”, indica Simón, en la entrevista a PARAULA. (FOTO: A.SÁIZ)Simón sufre un cáncer de páncreas, inoperable tras un año de quimioterapia. Tiene 69 años y no le queda ya mucho de vida. Casado, padre de dos hijos, divorciado tras un matrimonio nulo, intenta rehacer su vida antes de morir. Profundamente arrepentido de los errores en su vida, espera la misericordia de Dios a través de la Iglesia. A pesar de la fragilidad de su estado, ha decidido casarse en la Basílica de la Virgen de los Desamparados, ante la Mare de Déu, con Pura, su esposa desde hace once años en lo que fue un matrimonio civil. Va a llegar a tiempo. Le va a ayudar la Iglesia. El Tribunal Eclesiástico de Valencia ha concluido en apenas seis meses la causa de nulidad matrimonial de su anterior matrimonio, gracias al esfuerzo de sus profesionales. Ha sido un proceso contencioso ordinario, realizado siempre con las debidas garantías procesales, que responde a la aplicación de la reforma del papa Francisco en la Justicia eclesiástica.
Se llama Simón, como Pedro… o como el Cirineo. Se lo ha dicho muchas veces en oraciones al Señor, a quien quiere ayudar a completar el sufrimiento de la Pasión con su enfermedad: “Si Tú, Señor, me pones a prueba con esto ahora, sabrás porqué lo haces; pero yo seguiré ayudándote a llevar la Cruz, no te voy a dejar”.
Simón entra ahora en la séptima tanda de sesiones de quimioterapia. Es perfectamente consciente de que a estas alturas agota sus últimas semanas de vida. Si llega a la octava tanda, empezarán con radioterapia. En su casa de la Malvarrosa, ya sin pelo por la quimioterapia, asomándose al mar se abraza a su esposa, Pura, que es médico.
Se mueve con dificultad ya pero no pierde la sonrisa y hasta el humor. Sobre las estanterías le vemos en fotos pletórico, también sonriente, con cabellera, sano, vitalista… y hace apenas un año.
– “Yo era un atleta, hace un año andaba de promedio 12 o 14 kms. era muy engreído. Ahora es como si me hubiera dicho Dios, “Ven, anda, ven acá que se te está olvidando que eres mortal, ven acá Simón”.
– ¿Cómo se encuentra físicamente?
– Es incomodísimo, con diarrea y vómitos continuos Llevo así un año. La única solución sería poderme operar a vida o muerte. Un porcentaje de los que se encuentran así se queda en la operación. El cáncer está en el peor sitio posible, agarra un montón de arterias, se ha agarrado bien y si se reduce intentaremos la operación, si no trataremos de cronificarlo.
– Y ¿expectativas de vida?
– Me han dicho los médicos: “sólo piensa tú en hoy y en mañana”. ¿Sabes? He estado 3 veces al borde de la muerte en los últimos meses, la última de ellas hace días, una pericarditis en casa y al caerme, el golpe hizo que el corazón recuperara su actividad, con el SAMU ya viniendo.
Su vida y su fe
Simón era un brillante empleado de banca en Valencia, donde vivía desde niño (había nacido en Manzanares, Ciudad Real).
Especializado en formar directivos, dar cursos de preparación, estructurar equipos profesionales. También había estudiado humanidades, además de filosofía de las religiones.
– ¿De dónde sacaste esa fe que tienes y esa alegría de vivir, aun en estas condiciones?
– De mi madre, sin duda, de la que quedé huérfano con 12 años. Era la suya de una fe muy profunda. Devota de la Virgen de la Paz. Iba con ella en Manzanares a misa de 8 de la mañana (“la hora en la que no se presume”, me decía) y luego ella me invitaba a chocolate. Mi padre era creyente pero no practicaba…. Pero mi madre sí que me inculcó la fe… y la alegría de vivir. Cómo sería que hoy no puedo oír el pasodoble ‘Islas canarias’ porque me pongo a llorar. Cuando lo emitían por la radio, siendo muy niño ella me cogía entre sus brazos y se ponía a bailar conmigo. Jamás se me olvidará.
– ¿Cómo aprendiste esa fe?
– En realidad, en toda mi familia, vivían la fe como una forma de dar. A mi abuela la llamaban las vecinas la “cuarterona” porque los caminos estaban llenos de gente hambrienta que pedían un pedazo de pan a todo el que pasaba y pedía. Ella les daba una “cuarta parte” de una hogaza porque “por menos no se mata el hambre”, decía. “Nadie que venga a por comida se puede ir sin comer algo”. Y cuando le daban por ello las gracias, ella replicaba: “No, dale gracias a Dios”. Así apendí. Hoy no ceso de darle gracias a Dios y pedirle perdón.
– Ahora al echar la vista atrás, ¿qué te ha mantenido la fe a pesar de tantos reveses en la vida?
– Sí, he cometido muchos errores en la vida, pero si mantengo la fe es también porque llevo desde los 17 años siempre en el bolsillo este crucifijo y al que le falta ya un brazo (Simón muestra su pequeña imagen metálica del Crucificado). Puedo ir sin chándal o sin cartera, sin documentación, o sin dinero, pero Él siempre viene conmigo siempre. De hecho, ya he avisado que cuando muera no me vistan como si fuera a una fiesta, quiero una mortaja y tiene que venir conmigo el crucifijo porque cuando nos encontremos allí arriba trataré de decirle `échame al menos una mano´ tú que has vivido siempre a mi lado.
Y todo se torció
– Tu vida, Simón, empezó a torcerse cuando con 20 años dejaste embarazada a la que era su novia entonces y ella te conminó que te casaras si no querías que abortara al pequeño. ¿Es así?
– Sí, era 1969, tenía obligación moral de casarme con ella, aunque era un matrimonio forzado. No salió bien. Fue un tiempo de mucho sufrimiento y de graves problemas de conciencia.
Tras ello se divorciaron. Tenían dos hijos que se llevaban once años. Simón continuó su vida en solitario solo hasta que años después conoció a Pura, una mujer de fe, con la que contrajo más tarde matrimonio civil porque ella venía también de una relación anterior. “Y le prometí que algún día me casaría con ella por la Iglesia” que es lo que Pura deseaba.
Llega el cáncer
Cuatro años después de su boda civil, a Simón la vida le daba un vuelco inesperado cuando le detectaban el cáncer de páncreas. Análisis y más análisis, meses de pruebas médicas y al final el diagnóstico que le aboca a una operación difícil, con escasas posibilidades de supervivencia a largo plazo.
Acude entonces al Tribunal Eclesiástico, sin mucha esperanza tampoco porque ha oído hablar del tópico de la lentitud de los procesos de nulidad… pero el Vicario Judicial, D. Jorge, le dice, “Simón, nosotros también somos Cirineos; estamos aquí para ayudar también a sobrellevar la cruz”.
Y los profesionales del Tribunal se ponen manos a la obra y logran tramitar la causa, con todas las garantías procesales y como proceso contencioso ordinario, en un tiempo récord, sólo seis meses, ante el agravamiento de su estado. Ahora ya puede casarse con Pura por la Iglesia ante la Mare de Déu dels Desamparats.
– Me han dado todas las facilidades, en un tiempo récord y me han demostrado una Iglesia piadosa y caritativa con sus fieles, lo que no ha incrementado mi fe en Dios, pero sí mi esperanza en la Iglesia.
‘Refugio de pecadores’
Ahora ha rehecho su vida también con la ayuda espiritual de un salesiano. Simón es muy devoto también de la “Virgen, refugio de pecadores”, del monasterio de la Trinidad. Y a los pies de su cama, siempre tiene un cuadro de “La Virgen de las tribulaciones y la paz interior”.
– He creído siempre lo de “perdona nuestras ofensas”… y ¡cuántas ofensas, cuántas meteduras de pata y desastres en mi vida! Pero yo creo que en un Dios de amor, de la caridad, de la esperanza, y creo en el “no tengáis miedo”, que tanto han repetido los últimos papas. Tengo fe, la esperanza no se me quiebra.
– ¿Ni siquiera cuando se encuentra tan cerca de su final en la tierra?
– Sí, estoy mal de salud, estadísticamente debería haberme muerto ya. De hecho la oncóloga me dijo “estoy asombrada, eres duro”. “Es que soy castellano -le repliqué con humor-. Si me pongo el pantalón de pana y la gorra os reviento a todos”.
-“¿Y de dónde saca toda esa fuerza?”, le inquirió la doctora.
– “De Dios”, respondió Simón.
– “Pues yo no creo”.
– “Mire –replicó a la doctora- yo soy débil, un canijo, tengo todas las complicaciones que podía tener en este cáncer. Pero la fuerza te la da Jesús, aunque yo le digo siempre, “si quieres puedes, pero hágase tu voluntad, no la mía”.
Se muestra también convencido de que “Dios ha estado con nosotros incluso ayudando también a mi ex mujer. En 2004 cuando entró en coma por una infección de riñón y estuvo así 40 días, el médico de la UVI -que conocía nuestra relación- me decía “se te acabó el problema”. Era la Nochevieja, en la Virgen, en una misa. Y yo le decía al Señor “Yo no quiero que muera, sino que viva. De lo que me quede de vida, dale mi mitad”. Al día siguiente, inexplicablemente ella abrió los ojos, 8 días después estaba en planta y ocho después ya en su casa”.
El silencio de Dios y el confesionario
“Creo que a veces Dios nos pone a prueba y nosotros le pedimos explicaciones y hasta nos enfadamos con Él por sus silencios, sin tener en cuenta que esos silencios tal vez forman parte de la prueba” , sostiene Simón, que es un convencido del sacramento de la Reconciliación. “¡El confesionario! ¡hay que ver el trabajo que quita a psicólogos y psiquiatras! (comenta con humor) Y sólo con cariño, comprensión, sin hacer juicios de valor… la absolución de Dios”.