❐ C.A.| 29.06.2023
El 29 de junio la Iglesia universal celebra la solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, mártires y patronos de Roma y considerados las columnas de la fe de la Iglesia. Como señalaba San Agustín en un sermón de esta fiesta todo un ejemplo para los cristianos: “Procuremos imitar su fe, su vida, sus trabajos, sus sufrimientos, su testimonio y su doctrina”.
En la archidiócesis de Valencia, el Arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, ha decretado trasladar este año la solemnidad extrínseca de la festividad de San Pedro y San Pablo al domingo 2 de julio, manteniéndose, el día 29 de junio, su celebración litúrgica.
El traslado tiene lugar “ante la festividad de San Pedro y San Pablo, de honda significación litúrgica en el calendario romano y tomando en consideración la devoción que nuestra querida Archidiócesis ha dispensado siempre a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y los sentimientos de afecto y adhesión que profesa hacia el Santo Padre, cabeza visible de la Iglesia, sucesor de San Pedro y garantía de su unidad”.
Para ello, para que la Archidiócesis de Valencia “viva la solemnidad con profundo sentido de comunión y solidaridad eclesial”, el Arzobispo ha dispuesto que “en todas las iglesias abiertas al culto, parroquiales y no parroquiales, en las misas del sábado, día 1 y en las del domingo, 2 de julio, con asistencia de fieles, se celebre la misa de la solemnidad de San Pedro y San Pablo”.
Asimismo, dispone que la predicación de este día esté dedicada al “ministerio petrino” como signo visible de la unidad de la Iglesia, de la sucesión apostólica y de la verdad evangélica y que se exhorte a los fieles a rezar por el Papa Francisco y a agradecer a Jesucristo el don del “ministerio petrino” concedido a su Iglesia.
Óbolo de San Pedro
En la solemnidad de San Pedro y San Pablo también se invita a los fieles a colaborar generosamente en la llamada tradicionalmente ‘Óbolo de San Pedro’, destinada “a ayudar al Papa en las múltiples necesidades que le impone el ejercicio de su ministerio pastoral universal”.
El óbolo “es una ofrenda que puede ser de pequeña cantidad, pero que posee un gran valor simbólico, ya que manifiesta el sentido de pertenencia a la Iglesia, el amor por el Santo Padre y su confianza en él”, tal y como detalla la Santa Sede. Es, por tanto, “un signo concreto de comunión con el Pontífice como sucesor de Pedro, así como de atención a los más necesitados, a quienes el Papa siempre asiste”.
Con esta ayuda se contribuye a sostener la misión del Papa, que se extiende al mundo entero: desde el anuncio del Evangelio y la promoción del desarrollo humano integral, de la educación, de la paz, de la fraternidad entre los pueblos, hasta las obras caritativas en favor de personas y poblaciones enteras, gracias también a las actividades de servicio que se desarrollan cada día en la Santa Sede. Por ejemplo, gracias al Óbolo se han podido financiar en el último año 157 proyectos en 67 países.