Coincidiendo con la solemnidad de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, la diócesis de Valencia rindió homenaje a los presbíteros que celebran este año sus bodas de oro y plata sacerdotales. También se dedicó la misa a todos los sacerdotes fallecidos durante el último año, especialmente doloso por la pandemia. El Arzobispo les pidió a todos ser sacerdotes santos y emplearse a fondo con la evangelización, así como “avivar la llama y la pasión por la Iglesian y por el anuncio del Evangelio, como el primer día”.
EVA ALCAYDE | 03.06.2021
En un ambiente solemne y de reencuentro, pero con todas las medidas de seguridad y aforo vigentes, la diócesis de Valencia rindió homenaje el pasado jueves, día 27, a los sacerdotes que cumplen en 2020, los 50 y 25 años de su ordenación sacerdotal, coincidiendo con la solemnidad de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.
La jornada tuvo lugar en la Catedral de Valencia, presidida por el cardenal arzobispo Antonio Cañizares, que en sus palabras de bienvenida recordó cómo hace dos años, en la misma solemnidad -desarrollada entonces en el seminario de Moncada- anunciaba la convocatoria del Sínodo Diocesano para fortalecer la acción misionera y evangelizadora de la diócesis. “Un camino que debíamos recorrer todos juntos”, especificó el Cardenal.
Dos años después, con los trabajos del sínodo ya concluidos, don Antonio reconoció que “la Iglesia necesita sacerdotes, muchos más sacerdotes santos y evangelizadores, testigos valientes y creíbles de Evangelio” y aseguró que “son los jóvenes los que están llamados a serlo y ellos son el gran reto de la humanidad y de la Iglesia”. En ese sentido el Arzobispo de Valencia afirmó que “el sínodo ha puesto la atención en los jóvenes” porque “los jóvenes necesitan a Jesucristo y que hay que proponerles itinerarios y caminos que les posibiliten su encuentro con Jesucristo”.
El Arzobispo dio gracias por “los sacerdotes que somos y por lo que ha suscitado en nosotros estos años de trabajo sinodal” y les nimó “a continuar nuestra misión en la Iglesia” y a que los jóvenes entren en ella y se encuentren con Jesucristo a través nuestro”.
Recuerdos y vivencias en oro y plata
Tras las palabras del Arzobispo comenzó el acto de homenaje a los sacerdotes que celebraban sus bodas de oro y plata.
En representación de los ordenados en 1971, intervino Bernardo Pastor Sales, que recordó la multitudinaria ordenación de los casi 40 jóvenes de aquel año por parte del arzobispo José María García Lahiguera. Bernardo Pastor evocó el ambiente de aquella época, “un mundo en ebullición, post-concilio, con la agonía del régimen político, el deseo de un humanismo de libertad y la exigencia de una mayor justicia social” y el reto con el que iniciaron su ministerio sacerdotal: “nada me es ajeno”.
“Hemos trabajado mucho en la viña del Señor, a cuántas personas y grupos hemos hecho presentes a Jesucristo”, señaló Pastor en lengua valenciana y reconoció que su promoción aunque “avanzada en edad, somos sacerdotes humildes con experiencia, y por mil golpes santificados”.
En representación de los sacerdotes que celebran este año sus bodas de plata, habló Javier Grande Ballesteros, que también recordó los años de seminario, un tiempo que calificó de “especutacular en un ambiente alegre y festivo”.
Grande confesó que siguen teniendo delegado del curso cada año, se encuentran una vez al mes, siempre que pueden, celebran solemnemente sus aniversatrios e incluso han realizado ejercicios espirituales juntos, como preparación al 25 aniversario, que también recordó con cariño: “Fuimos los primeros en volver a ordenarnos en junio, el 29 junio de 1996, 15 seminaristas recibimos las ordenación sacerdotal por el arzobispo Agustín García-Gasco”.
Javier Grande agradeció todo lo vivido estos 25 años y tuvo un recuerdo especial para “los sacerdotes que lo fueron todo para nosotros y ya no están con nosotros”. Para Grande fue un día para “renovar el encuentro con Jesucristo que lo cambió todo y redescubrir ese regalo que hizo Dios”.
“Celebrar estos 25 años –añadió- nos da la posibilidad de reconocer que es justo dar gracias a Dios, porque es nuestra salvación; hoy celebramos la fidelidad de Dios y es a Él a quien hay que aplaudir hoy”.
Todos los sacerdotes que celebraban bodas de oro o de plata fueron nombrados y subieron al altar, donde el Arzobispo les entregó como obsequio medallas de oro y plata conmemorativas.
“Siempre sacerdotes y para siempre”
Tras el homenaje, sobre las 12:00, todos los sacerdotes participaron en una misa, presidida por el Cardenal, que, de nuevo, compartió su alegría de haber sido elegidos y consagrados sacerdotes. “Siempre sacerdotes, sacerdotes para siempre”, destacó.
Don Antonio, en su homilía, reconoció que “estamos atravesando tiempos nada fáciles lo miremos por donde lo miremos”, pero “Cristo sigue viviendo entre nosotros. A pesar de nuestros desánimos y oscurecimiento de nuestra fidelidad, los sacerdotes no podemos desertar de este puesto”.
El Arzobispo pidió a todos los sacerdotes presentes en la celebración “rezar los unos por los otros, lo necesitamos. Recemos unos por todos, para que seamos fieles y seamos santos, porque sino somos santos ¿para que ser sacerdotes?” y subrayó que “es preciso soplar en las brasas, avivar la llama, la pasión por la Iglesia, y por el anuncio del Evangelio, como el primer día.
Necesitamos aspirar a la santidad. Seamos siempre luz y sal que ilumine y de sabor a todos los que nos rodean”.
“Nuestro testimonio como sacerdotes ha de ser evangelizador para que los necesitados de luz y fe acojan con gozo las palabras de salvación, para que los pobres y olvidados sientan la cercanía de la solidaridad fraterna, para que los sin voz se sientan escuchados, para que los tratados injustamente hallen defensa y ayuda”, destacó el Arzobispo.
En otro momento de su homilía el Cardenal Cañizares admitió que “las comunidades cristianas están debilitadas” y que la “renovación de la iglesia depende el ministerio de los sacerdotes”, por lo que es “necesario y urgente la tarea de evangelización, tal y como ha subrayado el sínodo. Hemos de ir delante, ser los primeros en la evangelizción, existimos para evangelizar con el aliento del espíritu misionero”.
Tras la misa el Arzobispo pidió a los sacerdotes que “cuando sean aprobadas y ratificadas las conclusiones del Sínodo Diocesnao, las acojamos con buen animo, alegría y esperanza, ayudando a llevarlas a cabo”.
La misa, en la solemnidad de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, fue ofrecida por todos los sacerdotes fallecidos en el último año en la Archidiócesis, cuyos nombres se leyeron en voz alta.
La solemnidad de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote fue instituida por el papa Pablo VI a propuesta de quien fuera arzobispo de Valencia monseñor José María García Lahiguera (Fitero, 1903-Madrid, 1989), actualmente en proceso de canonización, “como un día de acción de gracias a los sacerdotes por su ministerio y entrega absoluta”.