MARTA ALMELA | 24.10.2024
Desde que el pasado mes de mayo el papa Francisco autorizara la canonización del franciscano valenciano Carmelo Bolta, los vecinos de Real de Gandia, su población natal, viven con alegría lo que ellos mismos califican como “un regalo”.
Y desde que se anunciara el 20 de octubre como la fecha elegida para elevar a los altares al venerado beato, junto a otros franciscanos martirizados en Damasco a mediados del siglo XIX, el entusiasmo invadió a los fieles, que iniciaron los preparativos para asistir a la celebración en Roma.
Se hace así realidad algo deseado, impulsado y esperado por muchas generaciones de la localidad, que sin embargo, no esperaban la noticia, “nos ha sorprendido, no esperábamos que la fecha de la canonización fuera tan pronto”, señala José Pérez, presidente de la Cofradía del beato Carmelo de la que está al frente desde hace 40 años.
Una asociación que mantiene la devoción al, hasta ahora, beato valenciano, velando por sus fiestas y custodiando la imagen que recorre cada 15 días las casas de los festeros. “En 2010, con motivo del 150 aniversario de su martirio, realizamos una pequeña imagen itinerante, que recorre las casas del pueblo durante todo el año, acudiendo también a la llamada de devotos que piden su intercesión por enfermedad o necesidad”, añade Pepe.
Un impulso a la devoción de todo un pueblo
Existe en el pueblo una gran devoción a San Carmelo y “esta noticia de la canonización ha servido para impulsarla todavía más y renovarla”, señala Rubén Cortell, párroco de Real de Gandia.
A raíz de la noticia de la canonización, “son muchas las personas, además de los cofrades, que han viajado a Roma para asistir a la ceremonia en la plaza de San Pedro”. Interés que va más allá de la localidad, ya que en toda la comarca de La Safor se extiende la devoción a Carmelo.
Alegría que “se ha notado mucho en la fiesta de este año y en la participación de los vecinos en los diferentes actos”, añade. Real de Gandia celebró el pasado 9 de julio la fiesta en honor al beato con una misa solemne en la parroquia Visitación de Nuestra Señora. Por la tarde, la imagen de Carmelo Bolta recorrió las calles de la localidad en la que sería la última procesión de su fiesta como beato, antes de ser declarado santo.
El templo parroquial cuenta con un altar lateral dedicado al beato Carmelo, presidido por la talla de su imagen y decorado con una vidriera “que es una réplica de la que permanece en la iglesia de los franciscanos en la ciudad de Jaffa (Israel), donde aparece representado el beato valencianos y donde reposan los restos mortales de los mártires franciscanos”.
La vidriera está equipada con un sistema de iluminación que permanece encendido por las noches, “de forma que puede contemplarse cuando el templo permanece cerrado”.
Además, la sacristía del templo está decorada con unas pinturas murales “que representan dos escenas, la primera el momento del martirio del beato en Damasco y a continuación, una representación alegórica de Carmelo ascendiendo al cielo y a sus pies el pueblo de Real de Gandia, con el campanario del templo y el río que contemplaba desde su casa natal”.
Real de Gandia tiene una devoción muy arraigada al beato “que esperamos y deseamos, por intercesión del santo, que este acontecimiento sirva para generalizarla todavía mucho más”.
“Tío Beatet”, legado familiar transmitido de generación en generación
Entre las calles de Real de Gandia encontramos al sacerdote valenciano Gonzalo Carbó, que junto a su hermana Chelo Carbó, comparten la alegría que supone para el pueblo contar con un santo entre sus hijos y al que ellos mismos sienten como familia, ya que son descendientes directos en quinta generación.
“Desde pequeños en nuestra casa siempre nos han hablado del tío Carmelo o el tío ‘Beatet’, una devoción muy importante para toda la familia con la que hemos crecido desde niños, con convicción, alegría y la protección que siempre hemos sentido”, señala el sacerdote, que asegura que “también ha sido muy importante para mi en mi vocación, ya que a los 11 años dejé la familia para prepararme a ser sacerdote”.
Una vinculación familiar que fue comprobada por el sacerdote en los archivos parroquiales, “hice un seguimiento del apellido Bolta en los libros del archivo y comprobé el parentesco, confirmando que somos sobrino-nietos del santo en quinta generación, descendientes de su hermano José”. “Para mí supuso una alegría confirmar que no era una fantasía familiar, prueba de ello también es el tesoro que custodia generación tras generación su familia, una reliquia del ya santo Carmelo.
“Nuestra familia siempre ha tenido presente al beato, en momento difíciles, para pedir su intercesión, pero también en momentos de alegría, en acción de gracias”, señala Chelo. “Cada vez que alguien ha atravesado un momento de dificultad, o de enfermedad, hemos acudido con la reliquia de Carmelo, no tanto buscando el milagro, si no su protección y bendición”, añade.
Los dos hermanos, descendientes del santo, movilizaron a toda la familia para asistir a la canonización y ser testigos de este acontecimiento histórico.
El padre Gonzalo Carbó, impulsor de la congregación de los Cooperadores de la Verdad e iniciador de los “Oratorios de niños pequeños”, nos muestra la huella de Carmelo Bolta en el pueblo que le vio nacer, a las puertas de la que fue su casa familiar, desde donde todavía se ve el río tal y como lo veía el propio beato en su niñez,
Ahí nació Beato Carmelo en 1803, en el seno de una familia numerosa, piadosa y trabajadora. Los primeros treinta años de su vida marcan una etapa de formación y crecimiento en la fe. Recibió los sacramentos en la parroquia de Real de Gandia e inició su formación en el Colegio Escuelas Pías de Gandia
Una vida dedicada a transmitir el amor de Dios y la luz del Evangelio
“Durante estos años recibe su educación como persona y sobre todo como cristiano, especialmente con la piedad que suponía encontrarse con el Señor en los sacramentos, implicarse con la Iglesia, conocer la Historia Sagrada y el Catecismo , y ser educado en todas las dimensiones propias de un niño cristiano, tal y como querían sus padres”. Su tío Isidoro, religioso franciscano, “supone un referente y ejemplo en su vida, del que quizá recibe el entusiasmo por la orden franciscana, en la que ingresa a hacer el noviciado”, relata Carbó.
Terminada su formación, realiza los votos solemnes, donde toma el nombre de Carmelo, ya que su nombre original de bautismo fue Pascual. “La propia elección del nombre, referente al Monte Carmelo, puede revelar su deseo interno de viajar a Tierra Santa para ejercer su misión”. Un deseo que se le concede, “después de 30 años en los que el Señor le equipa como persona, hombre, cristiano, religioso y sacerdote, está preparado para su misión”.
Comienza así la segunda etapa de su vida como misionero en Tierra Santa, donde ejerció como párroco en las ciudades de Jaffa, Jerusalen y Damasco, entre otras
“Era una persona muy sabia, muy inteligente, aprendió perfectamente los idiomas necesarios para evangelizar en aquellas tierras, como árabe, griego y hebreo, lenguas que también enseñó como educador a los jóvenes franciscanos para que pudieran emplear la lengua como un vehículo más de la transmisión del amor de Dios y de la luz que supone el Evangelio”.
En 1858 en nombrado párroco de Damasco, donde fue muy querido y respetado tanto por los católicos como por los musulmanes, con los que la convivencia era muy buena. Precisamente, fue un decreto del sultán por el cual pedía que no hubiera distinción de derechos entre musulmanes y cristianos, lo que desató la persecución religiosa por parte de los drusos, islamistas radicalizados que no estaban de acuerdo con esta medida.
El 9 de julio de 1860, la revolución asedia el monasterio franciscano donde permanecen refugiados religiosos, niños y adultos cristianos. A pesar de que se les ofrece acogida en casa de un mandatario musulmán para salvar sus vidas, los franciscanos renuncian al asilo para permanece junto a sus fieles.
Una vez apresado, a Carmelo se le propone renunciar a su fe, a lo que el religioso responde “nunca lo haré, podéis matar mi cuerpo, pero mi alma está en manos de Dios”,y fue así martirizado.
Comienza así un camino hacia los altares, que casi 100 años después de ser declarado beato, reafirma su testimonio de fidelidad a Dios y vida de santidad, con su canonización.
Ejemplo y esperanza de santidad para los cristianos de hoy
“Para los cristianos, vivir la canonización de un testimonio cercano es un impulso que anima la esperanza de que todos podemos ser santos”, señala Gonzalo Carbó. La Iglesia cuenta con innumerables testigos de santos que han sido hombres en la plenitud propia de su vocación y del tiempo que han vivido.
Los beatos mártires franciscanos que han sido canonizados, “son un ejemplo que vemos hoy en los países donde la fe es perseguida, porque en medio de una persecución, los cristianos saben perdonar, amar y dar la vida por todos, incluso por aquellos que se la quitan”.
Tal y como señaló el papa Franscisco, “los santos son los hermanos mayores a quienes nos unimos nosotros con la contemplación, con el amor, con la devoción y con la esperanza de imitarles, a través de la fuerza de la oración”. z