La keniana Susan Kinyua decidió un día dejar su exitosa carrera en el ámbito de la banca y las finanzas para colaborar Fundación Kianda con el objetivo de capacitar a las mujeres kenianas. Frente al proyecto Fanikisha, han formado a más de 4.500 mujeres rurales africanas, de distintas religiones, para que se conviertan en emprendedoras. Su labor le ha hecho merecedora, en este 2024, del Premio Harambee a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana que desde 2010 reconoce la labor humanitaria, cultural y educativa para apoyar los derechos y la igualdad de la mujer en el continente africano.
❐ BELÉN NAVA| 11.4.24
Una mujer puede lograr todo aquello que se propone. Con esta idea en mente es como Susan Kinyua, Premio Harambee 2024 a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana, ha conseguido cambiar la vida de más de 4.500 mujeres kenianas en estos últimos años.
Licenciada en Banca y Finanzas, a lo largo de 12 años su carrera estuvo enfocada en gestión y liderazgo de una importante entidad bancaria internacional. Sin embargo, decidió dar un giro de 180 grados en su vida, abandonar su empleo y centrarse en el Tercer Sector. Fue entonces cuando inició su labor en la Fundación Kianda, que trabaja por la educación y el empoderamiento de mujeres y niñas en situación de extrema pobreza en Kenia desde 1961.
“En 1961, bajo el impulso de san Josemaría Escrivá de Balaguer y de un grupo de mujeres que supieron ver oportunidades donde otras hubieran visto obstáculos, echó a andar Kianda College, primera escuela interracial del Secretariado de África. Era el germen de la fundación, que abarca actualmente educación reglada desde guarderías hasta la universidad, capacitación profesional, servicios de atención médica y diversos cursos de habilidades empresariales de los que se han beneficiado unas 600.000 mujeres”, explica Susan. De todas ellas, “más del 75% han podido acceder al mercado laboral”.
Actualmente, esta supernumeraria del Opus Dei, casada y madre de tres hijos “y abuela de dos nietos y uno que viene en camino”, es coordinadora general de Proyectos y directora de Sensibilización de la fundación y ha hecho suyo el proyecto Fanikisha, que ha formado a más de 4.500 mujeres, y al que destinará la dotación del Premio Harambee. “Fanikisha (que significa gran avance) fue puesto en marcha por la Fundación Kianda para capacitar a mujeres que se encuentran en los suburbios de las ciudades y en entornos rurales. Lo que nos diferencia de otros proyectos que se llevan a cabo en África es nuestra formación se adapta a cada una de las participantes en ellos. A su horario, a su día a día, atendiendo a las necesidades que encontramos en cada caso, mujer a mujer”, explica Susan.
“Lo que hacemos, lo hacemos teniendo en cuenta cuáles son sus necesidades reales. Un grupo de voluntarios va a conocerlas a su ámbito local y analiza su situación, empezando por su hogar. De esta manera podemos ver la realidad de su día a día” y trabajar en distintos ámbitos que van desde la salud mental al cuidado de los hijos o las relaciones intrafamiliares. Sonríe cuando recuerda una frase que dice que “al hombre se le conquista por el estómago”. “Nuestro programa no incluía clases de cocina pero también vimos que era necesario que supieran de nutrición para lograr una dieta equilibrada, así que las incluimos”.
EMPODERAMIENTO INTEGRAL
El programa, que se desarrolla en el poblado de Karuri, cercano a Nairobi, “busca el empoderamiento integral para que puedan adquirir habilidades empresariales, emprender negocios competitivos, crear empleo, aumentar su autoestima y ser autosuficientes”, indica.
“Las mujeres que participan en Fanikisha, y quieren iniciar o ya cuentan con un pequeño negocio, aprenden nociones de contabilidad y técnicas para sacarlo adelante, incrementar sus beneficios, ser más competitivas y crecer. Por eso, analizamos sus negocios y les damos formación específica para ellas. Con un lenguaje sencillo. Si hablan inglés, en inglés, si hablan swahili, en swahili… Ante todo queremos darles una atención integral, acompañarlas más allá de sus negocios”, por ello, desde el programa también ofrecen un espacio de escucha y mentoría, con un seguimiento regular durante 6 meses. “Con ello mejoramos su autoestima y esto se traduce en un verdadero impacto final en sus familias, en sus empresas y en su entorno”, destaca.
Precisamente, en este acompañamiento, Susan y su equipo se dieron cuenta que también debían afrontar la cuestión de la salud mental.
“Los problemas de salud mental que se derivan de las situaciones precarias y difíciles de las mujeres en mi país son diversos: estrés por presiones familiares, embarazos adolescentes, falta de acceso a sanidad, escasa capacidad económica para necesidades básicas… Se encargan de los hijos, la casa y tienen que trabajar porque el sueldo del hombre no es suficiente para mantener a la familia”, justifica. “Eso es un peso que debe soportar la mujer al gestionar su vida familiar y su trabajo…y esto a veces se traduce en depresiones”.
En ese acompañamiento tienen en cuenta tanto la vida personal como la profesional tratando de lograr un equilibrio que le proporcione a la mujer un cambio, tanto a ella, como a su entorno. “Si con su emprendimiento son capaces de sacar adelante a la familia tendrán el respeto de sus maridos que también las apoyarán. Hay que cultivar también el valor del matrimonio y los hijos, la higiene y la casa. Hay que cuidar a la persona en su totalidad para que pueda avanzar. Para nosotros es importantísima la dignidad de la persona. Si eres un ser humano, eso es todo lo que importa”, indica.
FALTA DE OPORTUNIDADES EN EDUCACIÓN
Llegados a este punto, es inevitable preguntarle a Susan por la situación actual de la educación en hombres y mujeres y la posibilidad de las niñas a una educación superior y de calidad. “El principal desafío para la mujer en Kenia es precisamente ese, la falta de oportunidades en educación. Por ejemplo, si una familia no puede proporcionar educación a todos los hijos, la de los varones se prioriza sobre la de niñas. Además, los trabajos femeninos tienen un sueldo inferior al que realizan los hombres”.
El rango de edad de las mujeres que acuden a este proyecto formativo oscila entre los 30 y los 50 años y el 30% de las participantes son jóvenes. Además de católicas, las hay cristianas protestantes, musulmanas y, aunque pocas, también judías. Todas ellas son dueñas de pequeños comercios, puestos ambulantes de comida, centros de estética, tiendas de ropa y joyas o locales de venta de vegetales.
El precio del proyecto es de 350 euros por participante. “Necesitamos ayudar al mayor número de mujeres, con el diploma que les damos les es más fácil acceder a micropréstamos y que sean fiables. Al final es lo más difícil para ellas, pero lo más necesario para impulsar un comercio”, asegura.
Susan concluye nuestra charla asegurando de forma tajante que “con cambios muy pequeños, es muy fácil que una familia salga adelante. En definitiva, estamos intentando mejorar el nivel de vida de esas mujeres”.