Última ordenación de diáconos permantes en Valencia, en enero de 2019.

CARLOS ALBIACH | 18.02.2021
Una de las vocaciones más desconocidas es la del diácono permanente, en la que hombres laicos, habitualmente casados, son ordenados para prestar su servicio a la Iglesia. Sin sustituir la misión y presencia del sacerdote, la cada vez mayor carencia de presbíteros hace que su servicio cada vez sea más necesario “para ayudarlo en su labor y así poder llegar donde ellos no llegan”, tal y como destaca el delegado en la diócesis de Valencia para los diáconos permanentes, el sacerdote Miguel Navarro.

La misión del diácono permanente como ministro del primer grado del orden sacerdotal, como explica Navarro, gira en torno a la Palabra, el servicio en el altar y la caridad. En la misión de la Palabra se le encarga la predicación pero también su implicación en la catequesis y la evangelización. En el servicio al altar ayuda al sacerdote en la celebración de los sacramentos sobre todo en la eucaristía. En la liturgia puede presidir las exequias sin misa, administrar el Bautismo y bendecir matrimonios, así como presidir celebraciones que no requieran eucaristía. Por último, la caridad implica estar al servicio de los demás y por tanto estar atento y velar de las distintas necesidades de los feligreses.

Como destaca Navarro “es importante tener en cuenta de que se trata de una vocación a la que el Señor te llama”. Además, en el caso de estar casado tiene que contar con la aprobación de la esposa. Aún así, como destaca Pepe Rodilla, uno de los primeros diáconos permanentes ordenados en la diócesis de Valencia en 2005, “al final es una misión de toda la familia”. Rodilla también destaca que la dalmática con la que visten en las celebraciones es el signo de su misión: “humildad y servicio a todos, sabiendo que aún estando en el mundo no somos del mundo, y que no queremos prestigio, sino servir siendo los últimos”.

La formación para ser diácono permanente es de tres años. En esos años estudian el grado de Ciencias Religiosas y reciben una formación humana en las virtudes y cualidades del diácono, así como una formación espiritual. También son formados en las misiones propias del diácono como liturgia, predicación, caridad, etc. y el último año hacen una acción pastoral en una parroquia.

Una vez ordenado el diácono permanente recibe una misión canónica que normalmente es servir en una parroquia concreta. También se le puede dar una misión en alguna delegación o entidad diocesana. “En esta misión se tiene en cuenta que su vocación primera es la del matrimonio por lo que tiene ser compatible con la vida matrimonial y profesional”, explica Navarro.
Actualmente en la diócesis de Valencia hay 30 diáconos permanentes y 19 aspirantes para serlo.

Javier junto a su familia.

«No sabía lo que era, y cuando lo supe vi que era lo que quería: servir aún más»

J. Morales, médico y aspirante a diácono permanente

Javier Morales, de 36 años, es médico anestesista en el Hospital General de Valencia. Es de los sanitarios que está en la primera línea frente a la covid-19, puesto que trabaja en la UCI del hospital, que ha triplicado sus camas en esta pandemia. Casado y padre de tres hijos, como médico ha descubierto una gran vocación a servir a los demás. En esta vida de servicio también ha visto que Dios le llama a ser diácono permanente. Actualmente es aspirante a ello, por lo que está estudiando Ciencias Religiosas y recibiendo el acompañamiento de los sacerdotes y de otros diáconos previo a la ordenación.

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Vicente Cloquell, profesor de universidad y diácono permanente

Hace dos años que Vicente Cloquell, de 52 años y profesor de la Universidad Politécnica de Valencia, es diácono permanente. Aunque vive en Valencia los fines de semana siempre los ha pasado en la pequeña localidad de La Yesa, y es en la parroquia de allí donde realiza el servicio de diácono. Él siempre había ayudado en la parroquia de esta localidad de la comarca de Los Serranos en diferentes tareas como lector, ayudando en el altar o como ministro extraordinario de la Comunión. También y con el objetivo de profundizar en los conocimiento de la fe comenzó a estudiar Ciencias Religiosas. Dadas estas inquietudes fue el párroco quien le habló de la posibilidad de ser diácono permanente.

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