L.A. | 21-03-2013
– Usted fue testigo privilegiado de cómo surgió la iniciativa de dedicar un año a la fe. ¿A qué se debió?
– Se han cumplido 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II. Es evidente que fue un momento muy importante para la vida de la Iglesia. Centrar este aniversario era importante. Coincidió además con los 20 años de la aparición del Catecismo de la Iglesia Católica, instrumento en el que se recogen los contenidos de la fe. Benedicto XVI pensó que se tenía que celebrar estos acontecimientos para profundizar en la fe de la Iglesia teniéndolos presentes ya que fueron tan importantes y que hay que revitalizar, conocer, estudiar y profundizar porque estos grandes documentos de la Iglesia no se asimilan en un instante. Hace falta una labor de estudio y penetración.
– ¿De qué diagnóstico partía?
– El diagnóstico era bien sabido. Parece que en estos momentos en muchos países de vieja cristiandad la fe se ha olvidado, vivimos una época secularizada y la dimensión religiosa de la vida se encuentra un poco apagada. Se parte de ahí y hay que revitalizar.
No olvidemos que todo esto se coloca en el contexto de la nueva evangelización, precisamente el sínodo se celebró en Roma el pasado mes de octubre, tuvo como tema especial el de la nueva evangelización.
– El Año de la Fe, ¿es para creer más o mejor?
– Las dos cosas. No se trata sólo de creer más sino sobre todo de creer mejor. Si creemos mejor, también creeremos más. Benedicto XVI explicó las dos dimensiones. La fe tiene una doble dimensión: la de los contenidos, que tenemos que conocer mejor, y la de nuestros actos, de nuestra entrega a Dios, en este sentido hemos de creer más. Ambos aspectos, en su unidad, son los que hemos de tener presente en este Año de la Fe: creer más y mejor.
Lea la entrevista íntegra en la edición impresa de PARAULA