Ante la pérdida de un ser querido se nos plantea una pregunta: “¿pasará en algún momento este dolor?”. El papa Francisco asegura que “el duelo por los difuntos puede llevar bastante tiempo. Todo el proceso está surcado por preguntas, sobre las causas de la muerte, sobre lo que se podría haber hecho, sobre lo que vive una persona en el momento previo a la muerte. Con un camino sincero y paciente de oración y de liberación interior, vuelve la paz”. Mario Piera, psicólogo clínico, terapeuta Gestalt y diplomado en Ciencias Religiosas nos aporta algunas claves.
❐ BELÉN NAVA| 26.10.23
- La muerte es parte de la vida. Es una experiencia que concierne a todas las familias, sin ninguna excepción. Pero no por ello, aunque la esperemos, el proceso es menos doloroso. Cuando nos toca de cerca la muerte no nos parece jamás natural. Cada uno de nosotros, entonces, trata de gestionar la pérdida de una manera diferente y nos “sumergimos” en eso que denominamos “duelo”. Pero, relamente ¿qué es el duelo?
- El duelo es el proceso de elaboración de la pérdida de situaciones, vínculos, propiedades, objetos, personas… que dejan de estar cerca de nosotros y cuya ausencia, provoca añoranza y sensación de vacío. De ahí, que el duelo vaya unido a otro concepto que es el de la pérdida. Y es ésta la que causa sentimientos de tristeza y de aflicción. El duelo es, por tanto, un proceso de reconocimiento de la pérdida que se ha producido hasta su aceptación y la posibilidad de establecer nuevos vínculos. Se trata de una experiencia que es universal y que afecta a todas las personas. Y, ante todo, es un proceso de elaboración emocional que va a impactar en todas las dimensiones de la persona humana. Puesto que la vida conlleva continuamente pérdidas, que podemos llamar “cotidianas” y que afectan tanto a nivel evolutivo, social, cultural, laboral, física y psicológicamente, e incluso espiritualmente, los duelos forman parte de nuestro crecimiento como personas. En una sociedad que evita el sufrimiento a toda costa y minimiza el impacto de las pérdidas, hay que redoblar los esfuerzos por acompañar situaciones cotidianas de pérdidas que se producen a nuestro alrededor: fallecimientos, rupturas de pareja, inmigración, amistad… y prepararnos para su elaboración y para su acompañamiento.
- Dice el papa Francisco “La muerte forma parte de la vida, pero cuando toca a nuestros seres queridos es como si se detuviera el tiempo” ¿Cómo nos afecta la pérdida de un ser querido? ¿Por qué no todos reaccionamos de la misma manera?
- Desde el primer momento en que se produce el nacimiento de un niño empieza a descontarse su tiempo vital. En nuestra vida estamos acostumbrados a las metáforas que nos hablan de ciclos, como las estaciones del año, el calendario, las propias fiestas… Todo ello nos indica un comienzo y un final, y ambos, forman parte de un todo, así es la vida; que conlleva irremediablemente la muerte. Sin embargo, la pérdida es una experiencia que trastoca y afecta a toda la persona. Por eso, emocionalmente, al desaparecer aquello que es importante para nosotros sentimos que se detiene todo lo que no está relacionado directamente con el objeto de la pérdida. Emocionalmente estamos volcados en lo que estamos viviendo y experimentando de una forma muy intensa y por lo tanto, todo lo que queda fuera de ese campo de atención inmediato es como si no existiera esos momentos. En ocasiones, la intensidad emocional es tan alta, que incluso podemos experimentar algo parecido a una “anestesia” emocional. Se nos hace difícil diferenciar las emociones que se agolpan y se entremezclan unas con otras. La pérdida de un ser querido es una experiencia dolorosa que necesita de toda nuestra energía, para empezar a recorrer el camino del duelo y de elaboración de la pérdida.
Las reacciones que tienen las personas ante una misma pérdida pueden ser muy variadas. Esto es debido a que la forma en que la pérdida afecta a los miembros de una familia varía considerablemente. Influirán factores como las relaciones familiares, la personalidad de cada uno, las experiencias previas y la manera en que cada individuo procesa el duelo. La relación entre el fallecido y cada miembro de la familia es diferente para un hijo o un cónyuge, un hermano o un padre, la experiencia de la pérdida es distinta debido a la naturaleza única de su vínculo con su ser querido. Cada persona tenemos estilos diferentes de afrontar el duelo, algunos pueden expresar abiertamente sus emociones mientras que otros pueden guardarlas para sí mismos. Estos estilos influyen en cómo se manifiestan los afectos de la pérdida. Del mismo modo, las experiencias previas de pérdida y de trauma en la vida de cada persona pueden influir en cómo afrontar una nueva pérdida. Alguien que haya experimentado pérdidas anteriores, puede tener una perspectiva distinta a la de otro miembro de la familia, que no ha sufrido pérdidas anteriormente. La propia personalidad y el temperamento van a modular también la forma de expresar el dolor y la despedida. Por lo tanto, cada uno de los miembros de la familia puede expresar de forma distinta su dolor, al mismo tiempo que hay personas con más capacidad de resiliencia que otras o ser más sensibles ante el mundo de la pérdida. Algo muy importante es el apoyo social que tiene cada miembro de la familia. La presencia de vínculos significativos, de amigos o de familiares cercanos, con los que pueda contar con cada uno de los miembros de la familia es importante a la hora de cómo afrontar y dejarse afectar por la pérdida de un ser querido, pues ayudarán a la expresión y a la contención emocional. Podemos decir que la afectación depende no sólo de características personales sino también del contexto y de las relaciones sociales que tienen los miembros de la familia, todo ello interacciona de forma compleja a la hora de definir una reacción concreta ante la pérdida de un ser querido.
En el momento inmediato a la pérdida, habitualmente, hay alguien de la familia que tiene que encargarse de los trámites y que no puede permitirse expresar libremente sus emociones, pues debe de ocuparse de todo aquello relacionado con las exequias y del cuidado del resto de familiares. Algo que también puede modular la expresión emocional de la pérdida es la forma en la que se ha producido ésta, si ha sido repentina o anunciada, si ha habido tiempo para la despedida, si es fruto de una experiencia traumática… incluso, la edad del fallecido va a impactar emocionalmente de forma distinta entre los miembros de la familia, pues puede vivirse serenamente como parte del ciclo vital, como es en el caso de una persona mayor o vivirse traumáticamente como en el caso del fallecimiento de jóvenes.
- ¿Cómo podemos gestionar entonces nuestras emociones?
- En los procesos de duelo pueden aparecer emociones muy intensas y algunas pueden sentirse, incluso, como contradictorias. La forma de gestionar las emociones dependerá en gran medida de nuestra experiencia previa a la hora de reconocer, identificar, nombrar, expresar y regular nuestras propias emociones. De ahí la importancia de lo que se ha denominado la educación en la inteligencia emocional, es decir, la capacidad de poder reconocer nuestras propias emociones y expresarlas de forma adecuada.
En los duelos es fundamental tener una actitud abierta y compasiva con nosotros mismos, permitiéndonos reconocer y aceptar las emociones que sentimos sin juzgarlas. No siempre es fácil admitir que se siente culpa o rabia o enfado hacia la persona que nos ha dejado. En muchos momentos se puede producir confusión emocional debido al impacto que la pérdida ha provocado en nosotros. Es importante no tener prisa e ir viviendo cada uno de los momentos y aquello que provoca en nosotros mismos. Es relevante, también, la comunicación que establecemos con nuestros familiares, amigos o con personas allegadas en las que, fundamentalmente, deberíamos de encontrar una actitud de escucha activa, que nos permitiera expresar todo aquello que vamos sintiendo y al mismo tiempo, sentir la cercanía y el cuidado de los demás. Es verdad, que la escucha activa es un estilo de relación de ayuda que debe educarse y prepararse, por cierto, algo muy necesario a proponer en las parroquias y comunidades donde habitualmente se acompañan procesos de pérdidas. Los rituales de despedida y las ceremonias religiosas son formas de canalizar y de expresar el dolor de la pérdida. De gran importancia es dedicar espacios comunitarios donde reconocer que la pérdida no es solo personal, sino también compartida con otras personas. Una forma adecuada de gestionar las emociones es retomar, poco a poco, la vida diaria con sus ocupaciones, dejando espacios para sentir y expresar todo aquello que vamos viviendo pero evitando que nos colapse y que lo impregne todo. Para ello será necesaria una adecuada regulación emocional y el acompañamiento de otras personas. No solo el tiempo es necesario sino también una actitud de querer vivir y seguir disfrutando de la vida como un regalo. Cuando la persona tropieza o se atasca en todo este proceso, es recomendable acudir a un psicólogo clínico que pueda valorar y acompañar una intervención adecuada a cada situación.
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