El Papa, durante su discurso en el Parlamento Europeo.
REDACCIÓN | 26-11-2014
“Construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana”, exhortó el pasado martes el Papa en su discurso al Parlamento Europeo en su sede de Estrasburgo (Francia), en el que también llamó a trabajar para que el continente recupere su identidad y redescubra su alma.
El Parlamento Europeo es el órgano representativo de los 28 Estados miembros de la Unión Europea, que engloba a más de quinientos millones de ciudadanos. Es, por tanto, uno de los organismos más importantes del continente europeo y de todo el mundo. La última visita de un papa fue la de san Juan Pablo II, hace 26 años. Ésta vez, el Pontífice ha acudido después de que le invitara el año pasado el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz.
Con un “mensaje de esperanza y de aliento”, Francisco comenzó dibujando la situación actual de la Unión Europea, con sus problemas y sus soluciones. Así, indicó que en la actualidad “parece ir acompañada de la imagen de una Europa un poco envejecida y reducida, que tiende a sentirse menos protagonista”.
El mensaje a los parlamentarios, el Santo Padre también recordó que en el centro del proyecto político europeo en sus orígenes “se encontraba la confianza en el hombre, no tanto como ciudadano o sujeto económico, sino en el hombre como persona dotada de una dignidad trascendente”.
Olvido de Dios y aborto
El Papa recordó que “el pensamiento europeo” proviene en parte “del cristianismo, que lo marcó profundamente, dando lugar al concepto de ‘persona’”. En este sentido, dijo también que “una Europa capaz de apreciar las propias raíces religiosas, sabiendo aprovechar su riqueza y potencialidad, puede ser también más fácilmente inmune a tantos extremismos que se expanden en el mundo actual, también por el gran vacío en el ámbito de los ideales, como lo vemos en el así llamado Occidente, porque es precisamente este olvido de Dios, en lugar de su glorificación, lo que engendra la violencia”.
El Santo Padre constató, igualmente, que “persisten demasiadas situaciones en las que los seres humanos son tratados como objetos, de los cuales se puede programar la concepción, la configuración y la utilidad, y que después pueden ser desechados cuando ya no sirven, por ser débiles, enfermos o ancianos”. A eso -añadió- “se asocian algunos estilos de vida un tanto egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente respecto al mundo circunstante, y sobre todo a los más pobres. Se constata amargamente el predominio de las cuestiones técnicas y económicas en el centro del debate político, en detrimento de una orientación antropológica auténtica. El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado, de modo que – lamentablemente lo percibimos a menudo –, cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la descarta sin tantos reparos, como en el caso de los enfermos, los enfermos terminales, de los ancianos abandonados y sin atenciones, o de los niños asesinados antes de nacer”.
El Obispo de Roma habló también de otros problemas que golpean Europa como la inmigración. “No se puede tolerar -denunció- que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda”. Asimismo, se refirió al cuidado del medio ambiente, el hambre, la economía, la familia o el derecho al trabajo, entre otras muchas cuestiones.
Los discursos del Papa en el Parlamento Europeo y en el Consejo de Europa fueron interrumpidos en varias ocasiones por los aplausos de los representantes políticos.
Puede leer aquí los textos íntegros de los discurso del Papa en el Parlamento Europeo y en el Consejo de Europa