❐ AMPARO CASTELLANO | 13.04.2023
Se cumple medio siglo de la primera y más eficaz labor de espionaje dentro de ETA, la Operación Lobo. Mikel Lejarza, alias El Lobo, agente del servicio de inteligencia, consiguió asestar el mayor golpe de la historia contra la organización terrorista ETA.
Tras años de captación por parte de la policía y el asesinato de Carrero Blanco, se infiltró en la cúpula de la banda terrorista y se convirtió en el hombre de la organización. El jefe de planificación de la infraestructura que consiguió controlar de pleno.
En la intervención policial fueron detenidos 376 miembros, y más de 150 de otros movimientos o grupúsculos terroristas. El dolor ante el relato de su propia historia, sólo descansa como en la Pascua de la muerte y la Resurrección de Cristo, sacrificio y salvación. “La fe, es lo que me ha empujado a seguir”.
Paradoja del mundo que vive en lo superficial de la estética, Mikel vive en el mundo de la tiniebla desfigurado por la cirugía que le arrebató su identidad. Vivirá para siempre en destinos ocultos, acostumbrado a caminar echando la vista atrás, con “las pintas” -como dice- de alguien que no sé quién es, y aún no sé cómo he podido vivir tantos años”.
“Viviendo” es mucho decir. No sabe dónde están enterrados sus padres, no pudo ver a sus hermanas ni ir a sus bodas. No conoce a sus sobrinos. “Vive” con la alerta de que sigue esperándole una bala, cada una de las que siguen portando para él los exmiembros de los comandos de ETA. “¿Hoy qué me pasará?”, palabras suyas, literales. El testimonio de la vida de un hombre que, sin embargo, transita en la vida con esperanza, aun intuyendo cómo será su muerte. “La fe es tremenda”, dice.
A muchos les pasará desapercibido que un obispo participe en su último libro. Arturo Ros, obispo auxiliar de Valencia, destaca de Mikel su profunda espiritualidad. El obispo agradece “el don de la fe, la gracia de Dios, la causa por la que hemos podido conocernos estos hermanos” -como ahora se llaman entre ellos-. La escucha que hace auténtico el encuentro. La amistad para siempre. La fe que reconoce y se fía de Dios aún en la oscuridad. “Este tipo de vida como la de Mikel, puede pasar desapercibida pero sigue dando fruto. La semilla que muere bajo tierra se hace mirada de Dios”, afirma Mons. Arturo Ros.
De lo que no cabe duda es que el Obispo descubrió en las confidencias de Mikel Lejarza su sentido de la trascendencia a lo largo de su relato: “Interiormente me sentía acompañado, me encomendé a la Virgen…”, “me preocupaba si mis acciones eran pecado o no en un estado de guerra”… “Quería confesarme”…
Aún cuando espera la balas preparadas para su destino, la que aparece en la portada del libro, Secretos de Confesión, Mikel vive como la Pasión de Cristo una vida de heridas: cuando queda ‘quemado’ para ETA, “uno de los suyos” de la cúpula del servicio secreto, propuso deshacerse de él.
Un nudo en la garganta cuando le preguntan si recuerda cómo fue la captación: “Lo recuerdo palabra por palabra, momento por momento. La historia está en que me pesa. No quiero recordarlo. Me costó decidirme, la relación con policías amigos se tenía que hacer a escondidas, en el monte y siempre lejos del entorno donde vivía. Y era difícil y peligroso. En ese proceso largo fueron concienciándome porque aquellas eran circunstancias críticas, no se sabía casi nada de ETA, ni las siglas sabía yo. Había asesinatos y había que pararlos”.
Pero de nuevo el sacrifico en su vida privada. “Los etarras viven en su pueblo. Si sus padres mueren, pueden ir a sus entierros. Pero yo no puedo volver por aquella tierra. ¿Ha terminado todo? Para mí no. Ojalá consigamos de una vez una convivencia en paz”.
Fernando Rueda, periodista de investigación y autor de este segundo libro con Mikel Lejarza, afirma que sigue jugándose la vida en misiones de alto riesgo en el espionaje, “metiendo la cabeza en un mundo sórdido. Sigo teniendo información actualizada de quiénes me están buscando”. “¿Se ha sentido compensado por el servicio? -le preguntan-. “Si he evitado una muerte ya vale por todo. Siempre que pueda hacer servicio al Estado lo haré, por supuesto que sí. No me he arrepentido nunca”.