B.N. | 02-01-2014
“Tengo 24 años, estudié Ingeniería Superior de Caminos, Canales y Puertos en la Universidad Politécnica, vengo de una familia no creyente por lo que no me bautizaron ni recibí nunca formación católica”. Así se presenta Jordi, de 24 años y natural de Sollana.
Amante del deporte, buen estudiante y con gran capacidad para hacer amigos, empleaba su tiempo entre la práctica del surf, el esquí y los deportes de montaña, el estudio de su carrera y las fiestas universitarias acompañado de amigos y amigas. Hasta que un día conoció a Marisa. Lo que él no sabía era cómo iba a cambiarle la vida.
“Ella me acercó a Dios ayudándome con su forma de tratarme y de tratar a los demás, a conocer cómo era la vida de una persona católica, en definitiva, cómo era vivir de cara a Dios y de cara a los demás”, asegura.
Pero retrocedamos hasta ese primer momento en que Marisa entra en su vida. “Una de las cosas que más me llamó la atención fue la firmeza de sus convicciones -recuerda con una enorme sonrisa-. No me la podía quitar de la cabeza, precisamente por la seguridad de sus ideas en asuntos en los que nadie que yo conocía tenía ideas claras o, al menos, la valentía para exponerlas en público”.
Antes de que esto sucediera, Jordi reconoce que había llevado una vida egoísta, “siempre buscando satisfacer mis necesidades sin tener en cuenta las de las personas que me rodeaban. Realmente la fe lo cambió todo sin cambiar nada”.
El joven sentía que faltaba algo dentro de él, ya que las cosas materiales cada vez eran más insuficientes para mantener la felicidad que él creía conocer. Fue entonces cuando tras largas horas de conversaciones con Marisa, ésta le anima a recibir formación católica y “a romper con todos los prejuicios que tenía hacia todo lo que viniera de una Iglesia desconocida para mí”. Después vendrían sus horas de estudio en la biblioteca del Colegio Mayor Universitario Albalat. Allí también comenzó a conocer a Dios a través de la oración en la capilla del colegio.
Poco a poco descubrió que la fe no era vivir un código de conducta, sino creer en Alguien que le quería, le hablaba, le confortaba y daba sentido a toda su vida, contestando a todas las dudas e inquietudes que le habían abordado algunas veces, sin saber qué responder.
Y llegó el bautismo
Poco a poco fue aprendiendo de las vivencias de sus nuevos amigos hasta que un día decidió que quería recibir el bautismo. Tras varios meses de catequesis, fue bautizado, en noviembre de 2012, en la Iglesia de San Juan del Hospital (Valencia), y también recibió su Primera Comunión y el sacramento de la Confirmación.
“Vivo igual que vivía antes, conservo mis aficiones y mis amigos, pero con un planteamiento diferente, y es que ahora lo que más me importa es hacer felices a los que me rodean, porque es así como he descubierto que se puede ser auténticamente feliz. Esto es posible porque tengo a Dios en mi vida y aprendo cada día de Él en el evangelio”, concluye.