Belén Nava | 10-04-2014
Apenas despuntaba el alba y un primer grupo de personas comenzaba a llegar a la Plaza de la Virgen. Venían dispuestas a coger sitio para poder admirar la imagen original de la Mare de Déu y escuchar la predicación de monseñor Carlos Osoro enmarcado en la ‘Misión Magnificat’.
A las ocho y media de la mañana, las primeras filas de sillas -de un total de 2.000 que se dispusieron a lo largo y ancho de toda la plaza- ya estaban ocupadas.
Algunos de de los fieles, de localidades como Picaña o Paterna, reconocían que no había supuesto ningún esfuerzo ya que “para el día de la Virgen también venimos aquí muy temprano. Nunca nos perdemos la ‘missa d’Infants’ ni el traslado”.
A las diez y media la plaza ya estaba completamente llena. Por la calle del Miguelete se hacía practicamente imposible acceder a la plaza, por lo que muchos optaban por dar un gran rodeo y acceder por otras calles adyacentes.
Mientras la plaza era un hervidero de actividad, dentro de la Basílica se procedía a la laboriosa tarea de bajar la imagen de la Mare de Déu de su camarín. Una tarea que se prolongó por cerca de tres horas ya que fue necesario instalar un andamio y retirar momentáneamente la corona y la aureola de la Virgen, que le fueron devueltas antes de salir a la plaza.
Con las campanas del Miguelete resonando, pocos minutos después de las once y media de la mañana, la ‘Geperudeta’ salía, tras 53 años, de su casa para mostrarse ante unos fieles entregados.
La talla gótica del siglo XV, vestida con el manto del capellán Mata, del siglo XIX, que se le colocó el día en que fue bendecida su restauración por el arzobispo de Valencia, atravesó la puerta de bronce -recayente a la calle Emilio Mª Aparicio Olmos- y salió a la plaza en su anda que fue portada por sacerdotes diocesanos.
El calor de los fieles se equiparó a las altas temperaturas que ya se empezaban a notar en la plaza. Con vítores, alguna que otra lágrima y ovaciones de ‘Vixca la Mare de Déu!’, la patrona de los valencianos era colocada ante la fachada de la Basílica quedando frente a frente con el pueblo que la venera.

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