En la ceremonia, se le impuso una cruz. Foto: M. Guallart
L.B. | 19-11-2014
“Estoy más feliz que en toda mi vida. No lo cambio por nada. Ni por ninguno de los chicos con los que he salido”. Con estas palabras y una gran sonrisa, Inés Milián Endi, valenciana de 29 años, explica cómo se siente después de haber entrado, el pasado domingo 9 de noviembre, como postulante en la Comunidad Villa Teresita- Auxiliares del Buen Pastor, que comparten vida, casa y amistad con mujeres en situación de exclusión y sus hijos.
– Inés, ¿cómo era tu vida antes de sentir vocación?
– Muy normal y muy activa. Soy técnico superior en patronaje y también en confección industrial, además de diseñadora de interiores. Trabajaba y me gustaba participar de las actividades de la parroquia, San Lorenzo Mártir, en Benimaclet. He sido educadora Juniors y pertenecía a una comunidad neocatecumenal.
– ¿Cómo empezó tu vocación religiosa?
– Nunca me lo había planteado. Me gustaban los chicos y los niños y pensaba que mi vocación era el matrimonio y ser madre. Todo empezó a raíz de un viaje a Burgos en el que visité la comunidad Iesu Communio. Allí, escuchando las experiencias de las hermanas, sentí que algo se me movía por dentro y al regresar, en casa, me sentía inquieta.
Volví a Burgos para la Pascua del 2013 y entonces el Señor ya fue muy claro conmigo. Aunque es difícil describirlo, sentí que me decía: “Yo te quiero para mí”. Mi reacción fue pensar: “¿Seguro? ¡Tú estás loco!”.
Desde ese momento, las hermanas empezaron a orientarme por teléfono y carta, pero en la medida en que iba pasando el tiempo iba necesitando algo más directo y personal.
– Y en esas circunstancias, ¿encontraste a alguien que pudiera echarte una mano en tu discernimiento vocacional?
-Sí, en el momento que más perdida y desorientada me sentía, el Señor se hizo el encontradizo conmigo a través de un sacerdote, Salvador Romero. Coincidimos en una liturgia de los Carismáticos y, al plantearle mis dudas, me invitó a hablar con él porque, sin yo saberlo, tenía la misión de acompañar a las chicas en discernimiento vocacional a través del COV (Centro de Orientación Vocacional). Y ahí fue donde empecé a llevar un seguimiento y una dirección vocacional.
– ¿Qué ha supuesto el COV para ti?
– Descubrir el COV ha sido conocer una parte de dulce intimidad con mi madre Iglesia. Dejé de sentirme incomprendida y desorientada. Empecé a descubrir que existen más almas enamoradas con las que podía compartir mi experiencia.
– En todo este proceso, ¿has tenido dudas?
– Por supuesto. Lo primero que pensé es que no encajaba en el perfil. Pero es que realmente nadie encaja porque no hay un perfil de vida consagrada. El Señor ha roto moldes con nosotras. Las religiosas no tenemos por qué ser amargadas, ni feas…
El tiempo de discernimiento es un tiempo de forcejeo, de lucha con el Señor, con tus deseos… pero ya no puedes huir de ese encuentro, ya no puedes escapar de Su llamada, porque tu corazón ya ha cambiado.
– ¿Cómo reaccionó tu familia?
– Me daba miedo hacerlo público. Estaba enamorada pero llena de incertidumbres. A ellos les compartí lo que sentía, pero no sabían muy bien cómo acompañarme, ni qué pasos debía de dar.
Que la familia acepte tu vocación es muy importante, porque te anima a seguir buscando tu sitio en la Iglesia.
– Y los amigos y compañeros de trabajo, ¿cómo reaccionaron?
– Algunos no lo acaban de entender, pero al verme tan feliz lo han respetado.
– ¿Cómo optar por una congregación u otra?
– Eso es lo que inquieta el corazón, el dónde y el cuándo. Es difícil saberlo, pero el Señor te lo va indicando.
El COV fue de gran ayuda porque una vez al mes preparan un encuentro para que las chicas conozcan realidades diferentes de vida consagrada. Sólo el hecho de conocer a alguien que siente la misma llamada que tú, ya te apoya en tu discernimiento.
Todo lo que preparan en el Centro de Orientación: cantos, oración, testimonios y acompañamiento, aporta mucho.
– ¿Y por qué en la Comunidad Villa Teresita- Auxiliares del Buen Pastor?
– Empecé a ayudar en Villa Teresita como voluntaria dos veces por semana porque tenía tiempo libre por las mañanas y allí conocí a mujeres africanas que habían sufrido mucho. Con ellas inicié unos talleres, en los que se fue dando una relación de cariño y amistad. Así empecé a compartir la vida comunitaria y la misión de las hermanas entre los más desfavorecidos.
Después de hacer unas semanas de experiencia y compartir su vida, comencé a descubrir su carisma y a sentirme como en casa.
Su misión es ser el rosto del Dios del amor y la misericordia entre los más pobres.
Desde la oración son enviadas cada día a las calles como Jesús Buen Pastor y Buen Samaritano para anunciar y hacer vida el Evangelio entre los más excluidos.
– ¿Qué te espera ahora?
– Muy sencillo, me espera un futuro incierto y lleno experiencias nuevas, pero con la certeza de que yendo de la mano de Dios, confiando y haciendo su voluntad, voy a ser feliz.
– Por último, Inés, ¿podrías dar algún consejo a los jóvenes que han sentido la llamada?
Les diría que la vocación exige valentía, entrega, decisión…
Que no se desanimen y que busquen en la Iglesia hermanos mayores en la fe que les ayuden a madurar, que les enseñen a escuchar el corazón y orienten su razón.
“Pídele al Señor que te muestre Su sueño para ti, Su voluntad y tu felicidad. Porque ser como antes es ¡imposible! ”.