CARLOS ALBIACH| 28-06-2018
Entre los ritos de la ordenación sacerdotal se encuentra el momento en el que los que van a ser ordenados se postran en el suelo mientras se cantan las letanías de los santos. (FOTO: V.GUTIÉRREZ)Una catedral de Valencia abarrotada fue testigo de la ordenación de diez nuevos sacerdotes de manos del arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares. Un acontecimiento para toda la archidiócesis de Valencia, que como destacó el Cardenal, es un “un verdadero e inmenso don de Dios”.
Con el canto ‘Tu es sacerdos’, que interpretó el coro del Seminario Mayor, en el que se canta “Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec”, entraban los aún diáconos en la Catedral ante la atenta mirada de los miles de fieles, entre ellos familiares y amigos de los que iban a ser ordenados sacerdotes. Se trataba de Juan Alberto Ballester Cardona, de 28 años, de El Verger; Jordi Cerdá Juan, de 28, de Canals; Carlos Dutor Juan, de 30, de Valencia; Daniel Francés Morote, de 36, de Alzira; José Manuel Giménez Mengual, de 50 , de Oliva; José Gómez Marín, de 26, de Torrent; Juan-Honorio Huguet Gil, de 24, de Llutxent; Antonio Muñoz Revert, de 26, de Ontinyent; Juan Pérez Die, de 27; y Camilo Ruiz Rodríguez, de 35 años, ambos de Valencia.
Tras la celebración de la liturgia de la Palabra y la llamada a los elegidos para el sacerdocio por parte del canciller-secretario de la archidiócesis, José Francisco Castelló, el Arzobispo pronunció la homilía en la que animó a los nuevos sacerdotes a “actuar y hablar con valentía y libertad, con fe profunda, alentando siempre la esperanza como testigos del Señor resucitado”.
Además, les pidió que en su ministerio sacerdotal opten siempre con preferencia por “los más pobres y necesitados porque son los destinatarios privilegiados de la Buena Nueva y es nuestra responsabilidad sacerdotal asemejarnos a Cristo que se hizo pobre”. De hecho, añadió, “la solidaridad con los sufrimientos, reivindicaciones y esperanza de los más pobres y necesitados es signo de evangelización auténtica y de firmeza y solidez en la vida sacerdotal”.
“Salvar a los hombres”
El Cardenal también alentó a los nuevos presbíteros a “vivir siempre con la misma preocupación de Jesús: salvar al hombre” y les recordó que “vuestro ministerio no es una simple función de ayuda humana, social, o psicológica” sino que “sois enviados al mayor de los servicios que podéis prestar a los hombres, anunciarles con obras y palabras que son queridos por Dios, que Dios les ama infinitamente”.
En otro momento de la homilía aseguró el arzobispo de Valencia que “no podemos aceptar como normal e irremediable una situación en la que la Iglesia, en lugar de ganar nuevos miembros, corre el riesgo de ir reduciéndose poco a poco a una pequeña minoría sin relevancia apenas ni influencia social”. Y advirtió que “semejante postura encubriría una negación de la necesidad de la fe para la salvación y cultivaría además un optimismo casi pelagiano al valorar la autosuficiencia de la razón humana que pretende vivir din Dios”.
“Humildes y pobres”
Además, el cardenal Cañizares instó a los nuevos sacerdotes a “ser pastores que van delante de las ovejas, humildes y pobres” y a aprender del Buen Pastor, para “gobernar el rebaño que se os confía no a la fuerza sino como Dios quiere, no como déspotas clericales sino como modelos del rebaño”.
Especialmente el arzobispo de Valencia les apremió a buscar la santidad porque, recordando lo que le dijo a él en su ordenación sacerdotal el entonces titular de la diócesis valentina y hoy en proceso de canonización, monseñor José María García Lahiguera, “¿si no tenemos voluntad de ser santos para qué queremos ser sacerdotes?”
“Sin mirar al tendido”
También pidió a los nuevos sacerdotes que coloquen “muy en primer término el anuncio de la palabra de Dios, con palabras sustanciosas y vigorosas llenas de fuerza y actualidad, adaptadas al lenguaje del hombre de hoy, comprensibles”, y que dediquen “mucho tiempo a la catequesis, la ‘mejor inversión de futuro’ como señalaba san Juan Pablo II”.
De igual modo, el cardenal Cañizares exhortó a los nuevos sacerdotes que trabajen “de forma incansable” al servicio del evangelio “con naturalidad y sencillez para entregar a Cristo a todos, no mirando al tendido”.
En este sentido, el Cardenal añadió que “mirar al tendido es lo que hacen los que únicamente buscan el aplauso, y nosotros solo podemos buscar a Dios y lo que Dios quiere”.
Por ello, pidió a los nuevos sacerdotes que “no olvidemos nunca que celebrar la eucaristía es la misión más sublime y sagrada del presbítero; sin la eucaristía no hay futuro para la humanidad porque no hay presencia de Cristo en medio de los hombres”. Por lo tanto, la eucaristía “no sólo debe ser el deber más sagrado sino la necesidad más profunda del alma del sacerdote”.
Al término de su homilía, se dirigió a los nuevos sacerdotes para alentarles a ser “ministros e instrumentos de la Comunión eclesial” y les recordó que “presidir no es para mandar ni para dirigir, sino para vivir la Comunión eclesial”, lo que implica también que “hemos de estar decididos a vencer toda situación de división y contraposición que insidien la vida y la labor apostólica de los cristianos”.
De igual manera, llamó a “no olvidar que la Iglesia es todo el pueblo de Dios” y, en consecuencia, pidió a los nuevos sacerdotes poner todo el empeño en “promover, formar y saber acompañar al laicado” y les insistió en “poner sumo cuidado en escuchar a los laicos, valorar su experiencia, atender sus sugerencias, fomentar su participación, distribuir entre ellos tareas para recomponer el tejido de la sociedad donde se hace presente Jesus”.
Postrados ante el altar
Tras la homilía y tras manifestar públicamente su voluntad de acceder al sacerdocio cada uno de los diez nuevos sacerdotes juntaron sus manos con las del Cardenal para prometer respeto y obediencia tanto al él como a sus sucesores. Después se vivió uno de los momentos más llamativos y emocionantes, en el que todos ellos se postraron en el suelo mientras se cantaban las letanía de los santos, entre los que se encontraban santos vinculados a nuestra diócesis como San Vicente Ferrer San Juan de Ribera o Santo Tomás de Villanueva.
Después el Arzobispo impuso las manos a cada uno mientras las campanas de la Catedral con su volteo anunciaban la importancia de este este gesto. Esta imposición sobre los neosacerdotes fue repetida durante 20 minutos por los más de 200 presbíteros concelebrantes. Tras la imposición el Cardenal pronunció la oración con la que los consagraba al ministerio sacerdotal.
El rito de ordenación continúo con investidura con la casulla y la estola, la unción de las manos con el santo crisma, la entrega del pan y el vino simbolizados en una réplica del Santo Cáliz y la patena y el beso de la paz.
Tras todos estos ritos los nuevos sacerdotes ya participaron concelebrando por primera en la liturgia eucarística.
La celebración terminó con la bendición final y el canto del Himno de la Coronación a la Virgen de los Desamparados. Antes de impartir la bendición el Arzobispo felicitó a los nuevos sacerdotes, a sus familias, a los seminarios y a toda la diócesis: “demos gracias a Dios y cantemos eternamente las misericordias que tiene con todos nosotros”, destacó.
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