L.A./E.M. | 26-11-2013
El presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, monseñor Claudio Maria Celli, visitó el pasado fin de semana Valencia para participar en un encuentro de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice, entidad de la que es asesor internacional. La reunión tuvo lugar en la Universidad Católica de Valencia ‘San Vicente Mártir’, donde el arzobispo italiano dirigió una profunda y sugestiva meditación, y ofició una posterior misa. Experto en pastoral de las comunicaciones, estrecho colaborador del Papa y hombre del que, al escucharle, se intuye una acendrada espiritualidad, monseñor Celli concedió a PARAULA una entrevista, en la que habló del papa Francisco como comunicador, del potencial evangelizador de internet, así como de modos y actitudes de anunciar a Cristo.
– Don Claudio Maria, a la hora de evangelizar desde los medios de comunicación es casi inevitable enfatizar algunos aspectos y dimensiones de Cristo y de la Iglesia, en detrimento de otros. En este momento actual, qué perspectiva debería ser especialmente resaltada a este respecto por los medios católicos e incluso los fieles en general?
– Yo resaltaría la simpatía de la Iglesia para con el hombre de hoy. Una Iglesia que, como tarea primaria, no tiene la de criticar, sino la de acercarse, compartir, caminar juntos. Recuerdo el documento de Juan XXIII ‘Mater et magistra’. A veces hemos desarrollado un gran papel al hacer de maestros, peo creo que la Iglesia ha de mostrar también que es madre. Y lo hace con esta simpatía para con el hombre de hoy. En cualquier situación que se encuentre, debe recordar continuamente cómo Dios acoge al hombre, su misericordia, que no está reprochando continuamente. Indudablemente, la Iglesia no puede separar la bondad de la verdad.
Recuerdo que el papa Francisco decía días después de su elección a un periodista: en su trabajo recuerde no separar nunca la verdad de la bondad y la belleza, los tres conceptos deben estar continuamente unidos. Pero, insisto, la Iglesia debe ser también madre, comprensiva.
– ¿Estamos cerca o lejos de esa actitud?
– Me encontraba hace unos días en un encuentro donde se hablaba de “no ser indiferentes”. Confieso que todavía estamos en la negativa. Hoy no se nos pide sólo no ser indiferentes, sino que debemos ir en busca del hombre. La situación bíblica quizás sería la del pastor va en busca de su oveja, la mujer que va en busca de su moneda, el padre que está siempre esperando al hijo que regresa… La Iglesia no debe vivir sólo de no indiferencia, yo creo que hay que ponerle más pasión: padecer con, caminar con, ir al encuentro y con una actitud de simpatía.
– Son aspectos que está enfatizando también el Papa… ¿Qué está aportando Francisco, con su cercanía, su sencillez, su manera de expresión… a la pastoral de las comunicaciones sociales y a la evangelización en general? ¿Está cambiando el paradigma de comunicación?
– En cierto modo, creo que sí. Por eso sus discursos hacen percibir otra dimensión de eclesiología. Esto es fundamental. Yo diría que cada comunicación presupone una eclesiología. Hoy el Papa, dándonos estas coordenadas eclesiológicas, nos ayuda a comprender también las coordenadas de nuestra comunicación.
– ¿Cómo valora la respuesta tan positiva que están teniendo todos los medios de comunicación, en general, hacia la figura del papa Francisco?
– El Papa es consciente de esto, y al mismo tiempo dice sonriendo: este entusiasmo ¿cuánto va a durar? Él mismo dice: “mire, en unos meses esto va a pasar”. Sin embargo, estamos viendo en estos meses que en vez de bajar ese entusiasmo está creciendo. La gente está sorprendida con el Papa, que habla muy directo y con imágenes que la gente comprende.
Una pequeña anécdota en este sentido. Un cura amigo mío tiene una abuela que le decía: “sabes, me he dado cuenta de que haciéndome vieja he llegado a ser más inteligente”. Y él le pregunta: “abuela, ¿por qué dices esto?”. “Porque ahora entiendo lo que el Papa dice”… Lo cierto es que el Papa emplea palabras directas, concretas, evangélicas… Y tiene unos gestos que la gente entiende perfectamente.
Creo que la Iglesia tiene que emplear un lenguaje que la gente entienda. A veces eso no sucede. Yo confieso que soy un inútil para hablar con los chicos porque estoy más acostumbrado a hablar con adultos. Cuando hablo con los chicos, ni me miran, miran hacia otro lado porque no me entienden. Empleo un lenguaje que no es el suyo.
A veces pregunto sobre la catequesis a nuestros chicos. Piense en un chico que pasa horas delante del ordenador y jugando a la ‘play station’, y que cuando va a la catequesis muchas veces se encuentra una señora mayor que emplea la misma fórmula desde hace años, y que el chico no entiende. Yo tengo mucho aprecio por estas personas dedicadas y generosas, pero a veces tenemos que hacer un discurso con un lenguaje distinto.
– Hemos llegado al final del Año de la Fe, que hemos celebrado con motivo del 50º aniversario del Concilio Vaticano II. Se cumplen también 50 años, por ejemplo, del decreto conciliar ‘Inter mirifica’ sobre los medios de comunicación social. ¿Cuál es el mensaje de aquel documento más fuerte para hoy día?
– Para mí, lo importante es el hecho de que un concilio ecuménico considere la importancia de los medios de comunicación en la vida social y en la Iglesia. En aquel entonces no había internet. Sólo había prensa, radio, televisión y cine. Pero ahora tenemos las nuevas tecnologías, que para el magisterio pontificio ya no son instrumentos, sino originantes de una cultura. Los medios de hoy han originado una cultura distinta, han tocado nuestra manera de vivir, de ser.
– ¿Qué aspectos destacaría a la hora de evangelizar a través de las redes sociales?
– Por un lado, que hay personas que si no escuchan la palabra de Jesucristo en la red, no lo encuentran en ningún lado. Esto es muy importante, es un desafío para la Iglesia. Ahora bien, esto no implica solamente poner frases del Evangelio. Eso lo podría hacer un ordenador. Antes bien, el internauta cristiano ha de testimoniar, como también supo ver y enseñar el papa Benedicto, la autenticidad de su fe, no sólo con palabras, sino también con su actitud. Ha de haber una síntesis existencial de Evangelio y de vida.
Es interesante aquí recordar también lo que el Papa decía en Asís evocando a san Francisco. Éste decía a sus hermanos que hay que anunciar siempre el Evangelio… si hace falta también con las palabras. Porque es indudable que el primer anuncio se da con el testimonio personal, un testimonio comprometido. El evangelio dice: “en esto reconocerán que sois mis discípulos: en que os amáis los unos a los otros”.
– El lema para la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales tendrá como lema ‘Comunicación al servicio de una cultura del encuentro’. ¿Qué idea fundamental quiere hacernos ver el Papa?
– Francisco habla a menudo de la “cultura del descarte”, una cultura donde incluso nosotros, los cristianos, nos estamos acostumbrando a evaluar a las personas en base al poder que tienen, a la riqueza que tienen. Esos son como los criterios de éxito de una persona. Frente a ello, el Papa está proponiendo una cultura del encuentro. Y esto obliga a la Iglesia no sólo a una reflexión sino a una acción concreta. Un día el Papa decía de una manera muy provocativa que en la prensa se hacen más noticias si la economía ha bajado dos puntos que si hay personas que mueren de hambre.
– Acabamos de conocer el nombramiento del sacerdote y periodista José María Gil Tamayo como secretario general de la Conferencia Episcopal Española. ¿Cómo ha recibido la noticia?
– Ya le he escrito. Es consultor de nuestro Consejo y le aprecio mucho como sacerdote y como profesional de la comunicación, como persona madura y equilibrada que ama a la Iglesia. Así es que yo veo el nombramiento con la satisfacción de un amigo y del bien que podrá hacer para la Iglesia en España. Y para la relación de la Iglesia en España con otras Iglesias del mundo. Yo le diría: adelante, con confianza en el Señor y en su Madre Santísima.
A los empresarios: “La fe exige amor compartido y una atención especial a los pobres”
– ¿Qué mensaje traslada a los empresarios y demás participantes en el encuentro de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice desarrollado en Valencia?
– Que la fe en Dios hace siempre comprender más la dignidad de cada persona humana. Esto exige una actitud de amor compartido, pero con una atención especial a los pobres. Este amor debe traducirse en gestos concretos. Y no sólo se trata de hacer gestos de amor solidario, hay que mirar también a las estructuras que crean situaciones de este tipo. A veces creemos que nuestra bondad debe quedarse en gestos concretos. Digamos que hay que mirar no sólo a la microeconomía, sino también a la macroeconomía. Creo que los cristianos debemos interrogarnos también sobre qué es lo que está causando la crisis. No tenemos soluciones baratas. Se debe estudiar los temas con profundidad, pero para mí lo que es importante es asumir un compromiso concreto.
El Papa nos recuerda que la Iglesia debe caminar con el hombre y la mujer de hoy. Tiene una expresión muy simpática, como el camino del peregrino: no debe caminar ni por delante ni por detrás, sino al lado. Prefiero una Iglesia accidentada -dice el Papa-, pero comprometida concretamente, que una Iglesia que está libre de todo, muy limpia, pero que no sale afuera. La otra imagen que ha dado es que la Iglesia es como un hospital de campaña después de una batalla, porque la gente está herida.
Claudio Maria Celli nació en Rímini (Italia) el 20 de julio de 1941. Fue ordenado sacerdote en 1965. Doctor en Teología y en Derecho Canónico, en 1970 entró a formar parte del cuerpo diplomático de la Santa Sede. Trabajó en las nunciaturas apostólicas de Honduras, Filipinas y Argentina. En 1990 fue nombrado secretario para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado vaticana. Durante años, participó también en las relaciones diplomáticas de la Santa Sede con China, Vietnam o Israel.
En 1995 fue nombrado por el papa Juan Pablo II arzobispo titular de Civitanova y secretario de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica. En 2007, el papa Benedicto XVI lo nombró presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, así como de la Filmoteca Vaticana.