C.Minguet | 21-11-2012
– Monseñor Osoro, la Iglesia propone celebrar el Año de la Fe, ¿por qué es necesario?
– Entre otras cosas, porque a este mundo y a esta historia hay que entregarle la novedad más grande, la noticia más importante: Jesucristo, que es Señor de toda la creación y de la historia.
Profundizando en el conocimiento de Cristo, podemos mostrar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo que la fe en Él tiene relevancia para el destino de la humanidad. Es más, es la realización de todo lo que es auténticamente humano.
Este compromiso por conocer más a Cristo es decisivo para el anuncio y la transmisión de la fe en nuestro mundo, que necesita de hombres y mujeres de fe; que, en sus vidas, implica coherencia y testimonio en todos los ámbitos, también en el público, a favor del hombre, de la justicia y de la verdad.
La fe como actitud fundamental del espíritu, que no es algo meramente intelectual o sentimental, afecta a todo lo humano e implica a toda la persona: pensamientos, afectos, intenciones, corporeidad, actividad, trabajo…
– Su universidad ha preparado acciones dirigidas a profesores, alumnos y a la sociedad en general: ¿qué espera de la participación de la UCV en esta iniciativa?
– Llegar a una fe viva, realmente católica, concreta, viva y operante.
¿Cómo llegar a tener esta fe? Como es un don, la primera condición es permitir que nos donen algo. No podemos ser autosuficientes. Es preciso no hacerlo todo por nosotros mismos, entre otras cosas porque no podemos. Es preciso abrirnos, conscientes de que el Señor dona realmente.
¿Estamos dispuestos a hacerlo como hombres y mujeres universitarios que asumen el compromiso de buscar y vivir en la verdad? ¿Asumimos el compromiso que San Pablo pedía a los filipenses: “hermanos, con todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp. 4, 8)?
Este gesto de apertura, que es el primer gesto de la oración, nos habla de cómo debemos estar en nuestra Universidad en este Año de la Fe: abrirse a la presencia del Señor y a su don.
– Si la fe se encuentra en crisis, y siendo los jóvenes la principal preocupación de esta institución, ¿qué se debería hacer para que recuperen el camino de la fe?
– Ser Universidad, buscadora de la verdad. Tener maestros y testigos que tengan atrevimiento a buscar y a vivir en la verdad.
El joven de hoy, estimulado y a menudo confundido por la multiplicidad de informaciones y por el contraste de ideas y de interpretaciones que se le proponen, conserva dentro de sí una gran necesidad de verdad; por tanto está abierto a Jesucristo, que, como nos recuerda Tertuliano, “afirmó que es la verdad, no la costumbre”.
Necesitan a su lado hombres y mujeres de coherencia de vida y de testimonio. Tengamos muy en cuenta que “la crisis de verdad” contemporánea está radicada en una “crisis de fe”. Alimentemos la fe para encontrar la verdad. Únicamente mediante la fe podemos dar libremente nuestro asentimiento al testimonio de Dios y reconocerlo como el garante trascendente de la verdad que Él revela.
– ¿Por qué la propagación de la fe no puede asimilarse a una estrategia de expansión cultural y religiosa?
– No tiene nada que ver. La fe es sobre todo fe en Dios. Esta centralidad de Dios debe manifestarse de un modo completamente nuevo en todo nuestro pensar y obrar. Es lo que después anima
también todo lo que hacemos.
La fe, en realidad, mira siempre hacia Dios, y así nos impulsa también a nosotros a mirar hacia Dios y a ponernos en movimiento hacia Él.
Confiar en Cristo, ponernos en sus manos, ahí nuestra vida adquiere su verdadero sentido. El amor a Cristo lo debemos expresar con la voluntad de sintonizar nuestra vida con los pensamientos y sentimientos de su Corazón.
Todo esto se logra en la unión con Él, con la gracia de los sacramentos, con la oración, la alabanza, la acción de gracias y la penitencia.
– ¿Qué aspectos parecen irrenunciables a tener en cuenta en este Año de la Fe? – Asumir en nuestra existencia, con todas las consecuencias, que creer quiere decir abandonarse a Dios, poner en sus manos nuestro destino.
Creer quiere decir entablar una relación muy personal con nuestro Creador y Redentor, en virtud del Espíritu Santo, y hacer que esa relación sea el fundamento de nuestra vida.
– El presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, ha animado a los creyentes a tener un espíritu evangelizador cada vez más firme. ¿La evangelización es el núcleo de la renovación de la Iglesia?
– Es el núcleo de la misión de la Iglesia. Ella ha nacido para evangelizar, para anunciar a Jesucristo, para darlo a conocer. El objetivo de la nueva evangelización es la fe. Despertar una fe viva, consciente y responsable.
Esto, naturalmente, requiere evangelizadores con fe viva, que renueve la misión y la haga nueva en ardor, en método y en expresión. Requiere de evangelizadores en los que la fe es un camino, dirigido por el Espíritu Santo y que se compendia en dos palabras: conversión y seguimiento. Estas palabras indican que la fe en Cristo implica una praxis de vida basada en el doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo, y expresan la dimensión social de la vida.