Se presenta como madre activista pro-derechos del menor. Anna Plans, con estudios de Ciencias Políticas, Filosofía, Neuronciencia o Márketing, investiga el impacto de las tecnologías en los adolescentes. Está specializada en mujer e hipersexualización y pertenece al grupo de expertos de la Fundación Aprender a Mirar, cuyo trabajo es atender a las personas más indefensas frente a los abusos que se cometen en el entorno digital. Además, es presidenta de la Associació de Consumidors de Mitjans Audiovisuals de Catalunya, desde donde trabaja por la calidad en los medios audiovisuales. Recientemente participó en el ‘Encuentro Descálzate’ organizado por las Agustinas Descalzas de Benigànim, en la que reunieron a jóvenes para hablar de los peligros en las redes sociales como el ‘sexting’, ‘grooming’ y ‘ciberbullying’.
❐ CARLOS ALBIACH | 27.07.23
¿A qué nos referimos cuando hablamos de ‘sexting’, ‘grooming’ y ‘ciberbullying’?
Hoy día hay una nueva forma de relacionarse entre los jóvenes. A partir de la hipersexualización generalizada en nuestra sociedad aparecen nuevas formas de relacionarse entre las personas y a menudo estas derivan en nuevas formas de violencia online.
El ‘sexting’ (envío de mensajes, imágenes o videos de contenido sexual) lo practican uno de cada siete jóvenes Practicar ‘sexting’ se ha puesto de moda entre los menores. Yo creo que antes se fumaba a escondidas, hoy se ‘sextea’. Su práctica conlleva un riesgo, y si se ha compartido este tipo de contenido con otros usuarios, la persona afectada puede ser víctima de diferentes formas de acoso, como la sextorsión, la pornovenganza, el ‘grooming’ (conductas efectuadas online por adultos que buscan menores para satisfacer sus deseos sexuales), el ciberacoso, etc. Y muchas veces, todo ello comienza en las aulas. Un dato escalofriante es que el ‘grooming’ ha crecido un 36,7% en un año y más del 400% entre 2009 y 2016 según la fundación ANAR. Un suceso que puede servir para ilustrar un caso de ‘grooming’ que cobró mucha relevancia fue el de Amanda Todd, una chica de 15 años que subió en YouTube un vídeo antes de suicidarse, tras practicar sexting, sufrió primero ‘grooming’ y después ‘bullying’ y ‘ciberbullying’.
Hay algunos educadores que animan a los jóvenes a practicar el sexting seguro. ¡Es una falacia! A partir del momento en que compartes una imagen, vídeo o texto ya pierdes el control. También hay quienes recomiendan tapar zonas del cuerpo para evitar ser reconocidos. Pero yo me pregunto: ¿qué mensaje estamos lanzando cuando animamos a los menores a compartir su intimidad de forma despersonalizada? Si te conviertes en un objeto sin cara, sin rostro, sin personalidad, y por otra parte ya estas enviando una imagen partiendo de la base de que probablemente esa persona traicionará tu confianza y podrá ser enviada.
Respecto al ‘bullying’, siempre ha existido, pero la diferencia es que hoy con las redes se amplifica mucho más y el acoso sigue detrás de una pantalla cuando los chavales salen de la escuela. Además, el chico o chica que ha sido acosado, a menudo, bajo el anonimato que le ofrece una pantalla, se acaba convirtiendo en acosador.
¿Son conscientes los jóvenes y los padres de los peligros de las redes?
Si fueran conscientes no nos encontraríamos con este panorama. Me preocupa más la poca conciencia que tienen los padres…. Hasta que les llega el problema.
Creo que la mayoría de las familias somos más o menos conscientes de que vivimos en un mundo hipersexualizado. Sin embargo, a menudo me encuentro con que se desconocen las consecuencias y los peligros que se derivan de esta realidad. Ser conscientes de ello es un primer paso para poder discernir qué podemos hacer para navegar en estas aguas.
Una de las realidades que ha estudiado es la hipersexualización. ¿Qué es? ¿Cada vez está más presente? ¿Dónde la encontramos? ¿Es una realidad en las redes?
La hipersexualización consiste en resaltar los atributos sexuales de una persona por encima de cualquier cualidad que pueda definirla.
Cuando salimos a la calle, por ejemplo, vemos este modelo hipersexualizado en los anuncios de la vía pública, como los autobuses o vallas publicitarias. Encendemos la televisión y lo descubrimos a través de ‘realities’, de series, concursos e incluso en anuncios de perfumes, helados o chocolate, por citar sólo algunos ejemplos. También a través de los videojuegos y de videoclips musicales, con chicos y chicas erotizados. Aunque mayoritariamente es la chica la que casi siempre se presenta como objeto sexual, con ropa provocativa o llevando a cabo movimientos eróticos para seducir al hombre. Asimismo a través de la mayoría de letras machistas y misóginas de uno de los géneros más escuchados por los menores: el reguetón. Nos afecta a todos, pero la infancia es más vulnerable.
Las redes sociales lo que hacen es perpetuar este modelo, pero con el agravante de que en este medio hay menos control y más visibilidad. Hoy la mayoría de los referentes que la «petan» en los programas, series y redes sociales, están hipersexualizados y suelen presentarnos mujeres que, tras un aparente discurso feminista, usan su cuerpo para conseguir audiencia, fama o dinero. Muchas chicas expuestas de forma continuada a este tipo de referentes, se autocosifican pensando que así se van a empoderar. Y nada más lejos de la realidad porque hay evidencias que demuestran que a largo plazo, e incluso a corto, todo ello puede tener un impacto en su autoestima y bienestar emocional.
¿Por qué es negativa esta hipersexualización para los jóvenes?
El sexo vende y esa es la cuestión. Normalizando la hipersexualización, el mercado gana. Aumentan las prácticas de riesgo cómo el ‘sexting’, y por si fuera poco, además se consigue blanquear la pornografía y la prostitución sin hacer mucho ruido.
Por otro lado, hay evidencias que relacionan la hipersexualización con la baja autoestima. Y entonces aparecen las fragilidades contemporáneas con problemas como fobias sociales, anorexia, bulimia, depresión, autolesiones e incluso suicidios. Así mismo, una baja autoestima puede condicionar la elección de amistades y parejas tóxicas. Sólo hace falta ver el número de menores enjuiciados por violencia de género en los últimos años o el hecho de que la mayoría de los jóvenes considera aceptable e incluso inevitable el control abusivo por parte de sus parejas.
¿Cómo ayudar a los padres para que puedan aconsejar a sus hijos? ¿Hay un modo sano de usar las redes? ¿Es posible?
Un reciente estudio revela que seis de cada diez padres desconocen qué contenidos ven sus hijos por internet. Y mientras tanto, es una realidad el aumento de diferentes formas de violencia online como el ‘grooming’, ‘sexting’ coercitivo, sextorsión, ciberacoso, consumo de pornografía… En un ‘webinar’ que realizamos con el perito informático judicial Pablo Duchement, en el que se abordaron los pormenores de TikTok, nos llamaron decenas de familias explicando que habían decidido eliminar las cuentas de sus hijos e hijas menores de 14 años.
Yo abogo por: tres cosas. Primero como mínimo, por respetar las edades mínimas de acceso recomendadas. Por ejemplo 14 años para redes sociales y 16 para WhatsApp.
Escoger los juguetes, programas televisivos, películas, música, contenidos audiovisuales (internet) adecuados a cada edad. En esta línea, recomiendo el portal de nuestra asociación: Contraste.info, por ejemplo, muy útil para poder informarte junto a tus hijos antes de consumir contenido audiovisual. Se trata de una guía completa sobre cine, televisión, videojuegos e internet. Además, se destacan aquellos productos audiovisuales que aportan valores reflexión y una crítica constructiva y objetiva. Así puede ser una herramienta de comunicación para para compartir padres e hijos y fomentar su espíritu crítico.
3) Y por último: el tiempo. A más tiempo conectados, más peligros.
¿Por qué es importante la educación en la familia de este tipo de asuntos?
Los tiempos han cambiado y si nosotros no nos adelantamos, nos formamos y hablamos con nuestros hijos e hijas, otros lo van a hacer por nosotros. Necesitan sentirse queridos (esta es la base, sin duda), que estemos presentes, que los escuchemos, sentirse significativos, importantes y… también necesitan datos. Nuestras moralinas y alarmismos, por un lado, pero también evitar hablar con ellos pensando que estos temas no van con nuestra familia, hacen que no conectemos con ellos. En mi libro ‘Respeta mi Sexualidad’ ofrezco recursos prácticos como, por ejemplo, ayudar a mantener esas conversaciones que a veces nos generan reparo o cómo generar un entorno digital más seguro, etc. Lo importante es reflexionar con ellos, escucharlos si juzgar y presentarles evidencias para fomentar su pensamiento crítico.
Respecto a la formación, nosotros desde la Fundación Aprender a Mirar, ofrecemos de formación a educadores, familias e incluso a los jóvenes y menores sobre los riesgos del abuso de las pantallas, la influencia en el desarrollo del cerebro, los riesgos de la hipersexualización en las redes, las formas de evitar tecnoadicciones como la ludopatía, los videojuegos o la ciberpornografía. Otro gran ámbito que trabajamos es el tema del ciberacoso.
Yo abogo por una alfabetización digital, libre de ideologías y liderada por personas competentes para que las familias puedan aplicar lo aprendido según su escala de valores.