Jóvenes junto a los niños en uno de los lugares que visitaron.
BELÉN NAVA 21-09-2016
Han vuelto con las maletas cargadas de “lecciones de vida”. Grandes lecciones que han aprendido de niños que, pese a no tener “nada”, lo tienen todo. Son una veintena de jóvenes que este verano viajaron a Perú con la Delegación de Misiones del Arzobispado de Valencia y que han vuelto con sentimientos muy profundos. “Servir con amor y con ternura a las personas que necesitan ayuda nos hace crecer en humanidad”. Quien recuerda esta frase del papa Francisco es Javier González, uno de los jóvenes que ha prestado ayuda al sacerdote Vicent Font en su colegio parroquial Santo Tomás de Valencia y en su proyecto ‘La mirada del Perú’. Y estas palabras resumen a la perfección el motivo por el que durante el mes de julio y parte de agosto decidió viajar a Perú que no era otro que “crecer en humanidad, hacer crecer a la humanidad y poner mi tiempo al servicio de las personas que más lo necesitan”.
“Sorprendente, llena de sentimientos, emociones y grandes lecciones de vida”. Es la definición de Mireia García, otra de las integrantes del grupo para describir esta experiencia. “En Lima tuve la oportunidad de ver de cerca el sufrimiento, que se escondía en esas miradas de los niños que se te clavaban en el alma. Pero también, vi de cerca la esperanza. Como de la nada un misionero es capaz de crear y levantar un colegio, el Santo Tomás de Valencia, que es la esperanza para todos esos niños que viven en los cerros de Santa Rosa. También allí descubrí que Jesús sigue haciendo milagros, y es que cada día en ese humilde colegio se llevan a cabo hazañas extraordinarias”, explica.
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