Después de 10 meses de preparativos, lo que fue una propuesta de un seminarista en la parroquia de El Palmar -con motivo del Año Jubilar por el aniversario Cristo de la Salud promover un encuentro entre las imágenes patronales en la Albufera de las poblaciones ribereñas- terminaba haciéndose realidad el pasado sábado, 7 de julio, en una jornada ya inolvidable para muchos en el lago. Como ocurriera hace casi dos mil años en el de Tiberiades, ahora Jesús se hacía realmente presente a través de la eucaristía en otro lago, rodeado como entonces de pescadores, agricultores, familias, que llenaron la pedanía de El Palmar, en pleno corazón de la Albufera, en una misa de campaña presidida por el Arzobispo, sucesor de aquellos apóstoles que acompañaron al Maestro en la barca. Fue el colofón al encuentro previo de las imágenes del Crucificado en sus diferentes advocaciones ribereñas, el Santísimo Cristo de la Salud, de El Palmar; el Santísimo Cristo de la Vida, de Massanassa; el Santísimo Cristo, de Silla; y Santísimo Cristo de la Piedad, de Catarroja.
El centro de la Albufera se convirtió en el punto de encuentro de los cuatro Cristos. (Fotos: F. Perona y J. Ramón)Hasta el tiempo acompañó en este 7 de julio, porque unas nubes en el cielo se encargaron de mitigar el sol durante todo el día. Y luego también el ‘Lleveig’ ayudó a aliviar las temperaturas. A las 9 en punto de la mañana, sonaba la campana de la iglesia de ‘Jesuset de l´Hort’ y salía la imagen del Cristo de la Salud, en andas a hombros de los portadores hacia el embarcadero. Tras ella, el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, el párroco de El Palmar, Gonzálo Albero, los sacerdote hijos de la localidad, y el seminarista Sergio Suspedra, de Silla, que tuvo la idea. Todos ellos suben a bordo de la barca del Cristo de la Salud.
La travesía del lago siempre es emocionante. Los primeros en llegar al punto escogido para el encuentro, en el mismo centro, fueron el Cristo de El Palmar y luego el de Silla arropados por decenas de embarcaciones. Minutos después a lo lejos se comenzaban a divisar centenares de embarcaciones con los de Catarroja y Massanassa.
A bordo de las barcas, ambiente festivo, en el que se comparten bebidas, algún almuerzo. La banda de música en la barca que va detrás del Cristo del Palmar saluda con el ‘Valencia’ de Padilla, la sucesiva llegada de las otras imágenes. La proclamación del Evangelio -el pasaje del encuentro de Jesucristo caminando sobre las aguas del lago hacia la barca de los apóstoles y el intento de Pedro por alcanzarle a pie sobre el agua, hundiéndose-, se hace en medio de un silencio orante. Luego se canta el himno del Cristo de la Salud, y se vuelven a encender los motores de las barcas para seguir a El Palmar en romería y a su distintos embarcaderos.
Con las calles engalanadas y entre continuos “vixcas” a los Cristos se produjo la solemne entrada de las cuatro imágenes en el caso de la del Cristo de la Salud, precedida por seis ‘coheters’ que no cesaron de disparar cohetes silbadores y bengalas. Incluso también hubo difusores de humo de vapor de agua desde algunos tejados, formando unas nubes “como si el Cristo bajara del cielo”, decía un vecino.
La plaza de la Iglesia había sido primorosamente cubierta con toldos asidos desde las azoteas recayentes a la plaza, mientras los organizadores distribuían continuamente botellines de agua. Al lado del escenario para el altar, un coro formado por integrantes de todas las parroquias participantes cantó de maravilla.
Un dato sobre la participación: en esta pedanía donde los vecinos no superan los 700 habitantes, se repartieron 1.200 comuniones.
El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ante las imágenes de los Cristos crucificados de El Palmar, Silla, Massanasa y Catarroja, recordó en su homilía cómo “el perdón y la misericordia infinita de Dios abren la esperanza a todos los hombres” y por ello, “desde la Cruz nos alcanza la salvación nueva y definitiva”.
“Dios mismo es misterio insondable de amor y de misericordia, Jesucristo es el hijo de Dios, que nos da todo el amor de Dios”, añadía. Por ello, alentó a “descubrir que la libertad de Dios, la verdadera libertad mostrada por Jesucristo en la Cruz, es para amar”.
Además, “la Iglesia sigue siendo la barca de Jesús zarandeada, sí, pero al mismo tiempo, joven y llena de vida, y Jesús va en ella y nos llama a transmitir la esperanza y la alegría a este mundo tan necesitado de misericordia”, especialmente, con los inmigrantes y refugiados que intentan llegar en pateras y dejan su vida en número de cientos en el Mediterráneo.
Luego la misa continuó, y en el momento de la plegaria de los fieles, hubo una expresamente dedicada a “nuestros mayores que supieron transmitirnos la fe y estas devociones”.
Concluida la eucaristía, una mascletà junto al lago rubricó sonoramente el final de esta jornada, que fue posible sobre todo, como nos decía el párroco, Gonzalo Albero, gracias a Dios, y al trabajo infatigable de la parroquia de El Palmar, en especial de las mujeres “auténticas diaconisas en su ayuda durante todo el Año Santo Jubilar pero especialmente en estas fechas”, también a la ‘colla de portadors’, de la imagen, e igualmente a la participación de las parroquias de Silla, Massanassa y Catarroja, y sus coros parroquiales que ensayaron en diez ocasiones.
Todo el mundo colaboró. En el lago estuvo permanentemente una zodiac de rescate de la Cruz Roja del Mar, y en tierra dos ambulancias de Protección Civil con sus dotaciones preparadas, la Guardia Civil, la Policía Local… y la Junta Rectora del Parque Natural que autorizó el acto. Muchos de los 29 restaurantes que llenan el Palmar facilitaron la celebración.
Por cierto, la colecta tuvo el mismo destino que las de las peregrinaciones jubilares en el Año Santo de El Palmar: un proyecto de Manos Unidas que ayuda a 40 niños en situación de vulnerabilidad en la India, en el estado de Karnataka, de manera directa y a otras 200 familiares suyos indirectamente, regalo de las gentes y peregrinos de la Albufera, que este Año Santo también es el ‘lago de Tiberíades valenciano’.