ANTONIO DIAZ TORTAJADA | Delegado episcopal de Religiosidad Popular
La celebración del 8 de diciembre de la festividad de la Inmaculada Concepción de María, fijada definitivamente por Pío IX en su bula “Ineffabilis Deus”, supone siempre un día de especial emoción para los creyentes en una de las grandes celebraciones del Adviento. Se trata de un dogma de marcado acento español.
María Inmaculada fue proclamada patrona de España el 25 de Diciembre de 1760, por parte del papa Clemente XIII mediante la Bula Pontifica “Quantum Ornamenti”
La solicitud partió del Rey Carlos III, apoyada en el sentir mayoritario del pueblo español. El dogma de la Inmaculada Concepción de María, creído ya por los españoles y hasta defendido por muchos con voto de sangre, es proclamado en 1854 por el beato papa Pío IX.
En el XI concilio de Toledo el rey visigodo Wamba ya era titulado “defensor de la Purísima Concepción de María”, abriendo una línea de fieles devotos entre los reyes hispanos. Monarcas como Fernando II el Santo, Jaime I el Conquistador y Jaime II de Aragón el emperador Carlos I o su hijo Felipe II fueron fieles devotos de la Inmaculada y portaron su estandarte en sus campañas militares.
El rey Carlos III, muy afecto a esta advocación mariana, creó una orden en su nombre – la Orden de Carlos III– y la declaró patrona de sus estados.
Desde el siglo XIV existen en España referencias de cofradías creadas en honor a la Inmaculada. La más antigua, en Gerona, data de 1330. En el siglo XVI se revitalizará este fervor con un ingente número de cofradías constituidas bajo la advocación de la Pura y Limpia Concepción de María, hermandades consagradas a las labores caritativas y la asistencia social. Los franciscanos, por otra parte, fueron muy fieles a la creencia en la Inmaculada, y contribuyeron a su arraigo y extensión por todo el mundo.
Era tan grande el amor por la Inmaculada, que Sevilla juró la defensa de la Concepción de María, Toda Pura, en 1615.
En 1466 la localidad zamorana de Villalpando emitió el primer voto formal de la Purísima Concepción, primera declaración formal de esta confesión acerca de la Virgen, iniciando un camino en el que fieles e instituciones llevarían a gala la defensa de la Inmaculada Concepción en diferentes ciudades de España; culminando con la proclamación como patrona de España y sus Indias en el año 1760.
La concepción sin pecado original de la Virgen María no fue un dogma exento de controversias, y así su defensa supuso largos y complejos debates teológicos, en cuya resolución jugó un importante papel la Universidad de Salamanca. Tal es así, que a petición de Felipe III la Universidad de Salamanca formuló en 1618 el juramento de enseñar y defender este misterio; contribuyendo en gran medida al conocimiento y difusión de la devoción a la Inmaculada Concepción de María. Es conocida y admirada es la escena del juramento de los doctores presidido por la Inmaculada, que ocupa el retablo de la capilla universitaria. Es una pintura realizada en 1763 por el milanés Francesco Caccianiga para conmemorar la asunción del juramento inmaculista por la Universidad de Salamanca el 2 de mayo de 1618 (aunque ya desde los siglos anteriores la institución fue una ferviente defensora de las tesis inmaculistas).
¿Cómo se vive el dogma hoy en día? ¿Cuál es la aportación de las cofradías y otras instituciones al respecto? ¿Qué sentido tiene la celebración de los dogmas en nuestras comunidades en general y en las cofradías en particular?
Echando un vistazo a la programación de las cofradías parece a priori que la devoción concepcionista ha ido desdibujándose, siendo muy pocas las hermandades que conmemoran una de las solemnidades más hermosas de la Santísima Virgen María. Quizás este sea uno de los pasos que tengamos pendientes en las cofradías, combinar el calendario propio con el calendario común de la Iglesia, ofreciendo a los hermanos un verdadero itinerario de fe a lo largo del año que permita vivir en la cofradía el desarrollo de los sucesivos tiempos litúrgicos.
Las cofradías tienen ante sí un reto pastoral importante, pues son para muchas personas el único punto de unión con la Iglesia, especialmente para los jóvenes. Por ello las celebraciones de las hermandades han de ser una fuente de evangelización. En un tiempo que las diversas instituciones se volcaron en la defensa del dogma, las cofradías pueden ayudar a redescubrir la importancia de celebrar la Pureza de María, como modelo y aspiración de todo cristiano, pues como señaló Benedicto XVI: “¿No nos invita nuestra Madre celestial a evitar el mal y a hacer el bien, siguiendo dócilmente la ley divina inscrita en el corazón de todo hombre, de todo cristiano?”.
Que no pierdan las cofradías la oportunidad de ser transmisores del legado de fe que como Iglesia han atesorado durante sus siglos de historia.

Lea el reportaje íntegro en la edición impresa de PARAULA con la celebración en Ontinyent de La Purísima, el modelo de fidelidad para los seminaristas o la patrona de la Infantería