La sociedad en la que vivimos está acostumbrada a ‘etiquetar’. A poner nombres y apellidos en cuestiones sociales-caritativas. El rostro de la pobreza, hasta hace unos años, era el de las familias monomarentales con hijos; trabajadores pobres; inmigrantes; los que no habían conseguido recuperarse de la crisis económica que nos sobrevino en el año 2008. Pero hoy en día, y tras la pandemia, existe una nueva cara de la pobreza. Son rostros que jamás hubieran imaginado llegar a este escenario y que nos tocan de cerca puesto que puede ser un vecino, un familiar, un amigo… Son personas, junto con sus familias, que hasta hace bien poco formaban parte de la clase media. El nuevo rostro de la pobreza es el de matrimonios jóvenes con hijos en edad escolar y con formación académica, así como personas mayores incapaces de hacer frente a los gastos con sus pensiones.
❐ BELÉN NAVA | 10.11.2022
Cáritas ha puesto sobre la mesa lo que ya era un secreto a voces: la pobreza tiene el rostro de familias con hijos que de pronto no pueden pagar ni la luz y que se acercan peligrosamente al abismo de la pobreza severa y de la exclusión social.
Así se constata en el análisis ‘El coste de la vida y estrategias familiares para abordarlo’ presentado por Cáritas y la Fundación Foessa, que analiza el impacto del encarecimiento del coste de vida en los hogares más vulnerables, muchos de ellos sin haberse recuperado de los efectos de la crisis económica y social por la pandemia.
Este análisis propone una metodología alternativa para cuantificar la vulnerabilidad. En vez de medirla mediante los parámetros clásicos, a través de la tasa de riesgo de pobreza y exclusión social (tasa AROPE, en un 25,3% según el último dato del Instituto Nacional de Estadística, de 2019) y la tasa de riesgo de pobreza relativa (un 20,7%), propone el Presupuesto de Referencia para unas Condiciones de Vida Dignas (PRCVD), ya en uso en algunos países sudamericanos y europeos. “Los indicadores tradicionales no permiten definir con precisión a partir de qué nivel de ingresos podemos considerar que las personas no tienen los recursos necesarios para lograr un estilo de vida adecuado”, indica el informe.
“Presupuesto de Referencia”
El Presupuesto de Referencia es el cálculo del presupuesto mínimo que necesita una familia para alcanzar unas condiciones de vida dignas, contemplando no solo la alimentación sino también otros bienes necesarios como la vivienda, la energía o la educación. En total cruza ocho variables: alimentación, vestido y calzado, vivienda, transporte, educación, salud, ocio y cultura y relaciones y vida social. Esta medición advierte un mayor volumen de vulnerabilidad (casi un tercio de las familias) que los indicadores oficiales.
Una pareja con dos hijos menores necesita al menos 2.208 euros al mes si paga alquiler o vive hipotecada. Este dato es la media nacional, pero hay mucha diferencia entre comunidades. “El precio del alquiler influye muchísimo en la capacidad para llegar a fin de mes. Es más difícil en las comunidades con precios más altos”, explica el informe.
En concreto, en la Comunidad Valenciana una familia con dos hijos en edad escolar (menores de 13 años) necesita ingresar 2.031 euros al mes para hacer frente a todos los gastos. Este gasto se incrementa en unos 120 euros si la familia tiene un bebé y un niño; y en 400 euros si hablamos de estudiantes mayores de 13 años.
6 millones de familias en situación de vulnerabilidad
Según los datos que aporta el informe, Cáritas calcula que seis millones de familias se encuentran en situación de vulnerabilidad. Más allá de la población pobre, el estudio señala que un 23,7% de las familias (unos cuatro millones de hogares) cobra lo justo para cubrir sus necesidades básicas y un 44,8% (ocho millones de familias) las afronta sin problemas.
El pesimismo hace mella en las familias puesto que casi un 50% asegura que asume los gastos mensuales con dificultad y con mucha dificultad, dice encontrarse el 15% del total de encuestados (2.500 personas). Y es que los números hablan: un menor nivel de ingresos genera un menor poder adquisitivo, y, por tanto, las estrategias de adaptación de las familias enfocan casi toda su capacidad de gasto a cubrir las necesidades más básicas: vivienda y alimentación.
Vivienda, comida y transporte
Si antes de la crisis de la inflación, los hogares con ingresos inferiores a 1.500 euros mensuales destinaban 61 euros de cada 100 a vivienda, alimentación y transportes, al terminar el año estarán dedicando 80; y en el caso de las familias en peor situación que viven con menos de mil euros esa cifra será incluso superior. Además, siete de cada diez hogares vulnerables han renunciado o han reducido gastos en ropa y calzado.
Todos nos hemos empobrecido como consumidores y hay menos dinero para otras cosas que ya no se consideran prioridad.
Del estudio también se desprende que casi la mitad de los españoles han recortado el presupuesto en alimentación (3 millones de hogares); una cuarta parte no puede llevar la dieta especial que necesita por cuestiones médicas.
Otra cifra que sorprende es que el 18 % de hogares con niños ha dejado de usar el comedor escolar por no poder costearlo (casi medio millón de hogares con niños a cargo).
Para afrontar gastos ineludibles como luz o gas, seis de cada diez hogares han reducido el consumo de electricidad, agua o calefacción, y un 22 % ha pedido ayudas para pagar sus suministros, detalla este estudio.
Además, las familias con dificultades están renunciado a adquirir gafas o audífonos (una tercera parte) o a comprar algún medicamento (el 14 %) por cuestiones económicas.