Arturo Climent Bonafé
Canónigo de la Catedral

El Real Monasterio de San Miguel es un edificio religioso conventual de estilo rococó que se encuentra en el monte de San Miguel en Llíria, en la provincia de Valencia.

Fundado por el rey Jaime II de Aragón fue reformado posteriormente por Martín el Humano en 1406. Se destinó a residencia de beatas dedicadas a la oración, manteniéndose sus instituciones y privilegios hasta 1806. En dichos años Carlos IV estableció unas nuevas ordenanzas que perduraron hasta 1895. A partir de 1895, las ocupantes pasaron a ser monjas de clausura bajo la Regla de la Visitación y desde 1977 fueron Terciarias Franciscanas.

La imagen san Miguel original, de 1411, obra de Beli y Sancho, gótica, fue costeada por la beata Enriqueta Gilabert. En la persecución religiosa de 1936, fue destruida por los enemigos de la fe católica que nunca respetaron la devoción y las tradiciones del pueblo.

A José Ponsoda, escultor valenciano es a quien debemos muchas de nuestras imágenes religiosas, en 1940, esculpió la nueva imagen de san Miguel muy similar a la destruida.

La fachada principal de la iglesia, construida en 1900, está rematada por una espadaña y la imagen del santo titular. El acceso se realiza mediante dos portadas de arco de medio punto que dan paso a una escalinata que finaliza en el patio. Éste se encuentra en la parte más elevada del conjunto, y por ello del cerro. Hay allí un aljibe con un brocal de piedra. En el patio hay también puertas de acceso a la iglesia y al convento.

La iglesia propiamente fue edificada entre 1756 y 1774 por varios maestros de obra, con entrada lateral a los pies, por el lado de la derecha, es un bello recinto cubierto de bóveda de cañón con lunetos, dividida en cuatro tramos por los correspondientes arcos fajones, constando de capillas laterales, presbiterio cubierto con cúpula, camarín, capilla de la Comunión y coro.

La cúpula que cubre el templete se decora en sus ocho casetones, con pinturas de ángeles, adornándose las pechinas con pinturas al fresco donde podemos ver a san Juan Evangelista, san Pedro y san Pablo, anónimas del siglo XVIII.

Su decoración, en estilo rococó, está realizada en yesería, e incluye pintura del siglo XVIII. El presbiterio está coronado por una cúpula. Tras él se encuentra el camarín obra de Vicente Marzo, quien lo realizó entre 1794 y 1807. Presenta ocho columnas dóricas con molduras y cornisa sobre las que se desarrolla la bóveda rebajada con decoración dorada. Las pinturas de los muros y del techo están realizadas por Manuel Camarón y hacen referencia a san Miguel, patrono de la ciudad y titular del santuario.

Al llegar la fiesta de san Miguel, hoy unida a san Gabriel y san Rafael, Llíria se llena de color y entusiasmo. La imagen del arcángel es bajada de su santuario y llevada a la parroquia para su fiesta y procesión. La imagen lleva un manto rojo precioso que inspira un gran respeto y admiración al verle en la procesión.

Antiguamente asistían grupos de muchos pueblos a participar de la fiesta. Yo asistí siendo niño con mi madre y un grupo de devotos de Llombai. Lo recuerdo como si fuera ahora. Quedé prendado al contemplar tanta belleza. Luego he vuelto y lo he saboreado mucho mejor. Junto al santuario hay una casa de ejercicios. El lugar llena de paz el corazón. Todo muy apto para el rejuvenecimiento espiritual.

El lugar es acogedor e invita a la plegaria y al recogimiento espiritual. Es centro de peregrinaciones desde el pueblo y desde toda su comarca. A san Miguel se le profesa una gran devoción popular y un cariño entrañable, a él se acude buscando ayuda contra el Maligno, que siempre busca, como dice san Pedro, a quien devorar. El apóstol afirma: “Resistidle firmes en la fe”.
La presencia de san Miguel en la Sagrada Escritura es innegable. Lucha contra los enemigos de Dios y vence. ¡Quién como Dios! Significa su nombre. De ahí que acudamos a él en los momentos de peligro.

La devoción hacia el arcángel san Miguel es universal. Es el protector de la Iglesia y a él acudimos pidiendo que nos libre del demonio, tentador empedernido. Se le invoca constantemente con la plegaria pidiéndole nos defienda del mal.

Antes de la reforma litúrgica, al final de la Misa se rezaba una oración en donde se invocaba a san Miguel como defensor de la Iglesia. Vale la pena visitar este santuario y permanecer un buen rato en el interior del templo contemplando la imagen de san Miguel y también saborear el monte. La vista es extraordinaria y además proporciona mucha paz interior, tan necesaria para el ser humano.