Este 5 de enero entró en vigor en España la ley que reconoce a los animales como “seres sintientes” o seres vivos dotados de sensibilidad. La nueva normativa deja de considerar a los animales como “bienes inmuebles o cosas”. Con ocasión de esa nueva ley, y coincidiendo también con la fiesta el 17 de enero del patrón de los animales, Sant Antoni, en la que 110 pueblos y ciudades de la diócesis realizan numerosos actos y bendiciones de animales, nos preguntamos en PARAULA qué dice la Iglesia con respecto a estas (también) criaturas de Dios.
E.A. / B.N. | 13.01.2022
La ley de protección y derechos de los animales es ya una realidad en España. Su objetivo es regular la relación entre las personas y los animales con los que conviven, para una mejor protección y bienestar tanto de los animales como de la sociedad en su conjunto. ¿Qué consideración da la Iglesia católica a los animales? Se pueden obtener algunas indicaciones interesantes en la lectura de los pasajes bíblicos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, en la encíclica dedicada al cuidado de la casa común ‘ Laudato Si’ ’ pero también en el Catecismo publicado en 1997 bajo el pontificado de san Juan Pablo II al referirse específicamente al trato debido por los seres humanos a los animales.
Los animales se han introducido en nuestra vida cotidiana con el paso de los años. “La domesticación de los animales, ha sido un proceso largo. En el caso del perro parece que se dio hace entre 32.000 y 19.000 años. La relación entre una variedad de lobos europea, posiblemente extinta, y el grupo humano cazador-recolector, originaría la aparición del perro. La interacción con otros animales da lugar a la aparición de variedades tan cercanas a nosotros como ovejas, cabras, caballos, gatos… Con todas las lagunas que puede presentar el proceso de domesticación, esta se da en aras de una funcionalidad práctica: el transporte, la fuerza, la alimentación, la protección, la compañía…”, comenta a PARAULA el director del secretariado diocesano de Ecología Humana, Ferran Lluch.
“Frente a una relación de “uso” del animal observamos también (a veces claramente y a veces muy sútilmente) relaciones de “abuso”, a las que hoy en día la sociedad es, afortunadamente, cada vez más sensible. El abandono, el maltrato, la explotación la experimentación sin control… son actitudes lejos del pensamiento cristiano, se hace necesario un diálogo ético entre los distintos sectores sociales porque en nuestra relación con los animales no todo vale, ni vale lo mismo”, apostilla.
Ya el papa Francisco, en su discurso a los guías Scouts de Europa en agosto de 2019, recordó con firmeza que la Iglesia advierte que “el poder humano tiene límites” y que es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas. Todo uso y experimentación “exige un respeto religioso de la integridad de la creación”.
Para el Papa las “plantas, los bosques, los animales crecen sin fronteras, sin aduanas. La creación es un libro abierto que nos da una enseñanza preciosa: estamos en el mundo para encontrarnos con los demás, para crear comunión, porque todos estamos conectados”.
En esta línea, el propio Ferran Lluch recuerda lo que el propio Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas” (CIC 2418). El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (CDSI 466) “también nos dice que el respeto del propio ser humano debe ir acompañado por una necesaria actitud de respeto hacia las demás criaturas vivientes. La amplitud y profundidad de miras de una ecología integral nos hace más humanos pero, contrariamente a ello, la tentación de seguir creyendo que el hombre es la medida de todas las cosas, no cesa. Frente a esta visión utilitarista, la encíclica ‘ Laudato Si’ ’ insiste en que las especies no son meros recursos explotables, meros útiles, sino que tienen valor en sí mismas, pues dan gloria a Dios con su existencia (LS 33)”, indica.
Cultura del relativismo
Por ello, el director del secretariado diocesano asegura que “la cultura del relativismo empuja a las personas a explotar a otras tratándolas como meros objetos y acaba en la cultura del descarte de aquello, o de aquellos, que ya no me son útiles. Esta misma cultura del relativismo es la que considera a los animales como meros objetos y la que, en sentido contrario, en otro sinsentido, sitúa a los animales por encima de las personas. La responsabilidad que se le pide a una persona no se le puede pedir a un animal. Nuestra relación con cualquier ser vivo ha de ser de “responsabilidad” hacia lo creado. En un mundo en el que todo (y todos) está conectado, educar en la cultura del cuidado de las personas, de los animales, de los seres vivos, de las cosas, “es acercarse al proyecto de Dios para con la Creación”.
No equiparar hombre y animal
Para Antonio Calvo, decano adjunto de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Católica de Valencia, “equiparar el valor de la vida de un animal y el de una persona humana es un error”. Y lo es principalmente porque “la vida humana no tiene precio y la de los animales sí y va en función de la leche que den, los huevos o los kilos de carne que produzcan”. “Esto no quita que las personas deben velar por el cuidado, la alimentación y el respeto de la vida de los animales y el resto de los seres vivos”, matiza el docente.
Para el experto de la UCV otro error habitual es intentar crear en el animal sentimientos humanos. “Los animales tienen instintos e inteligencia, pero no sienten como una persona”, explica.
Antonio Calvo reconoce que los animales nos aportan un valor muy alto a las personas, como compañía y fidelidad, que nos producen grandes satisfacciones, pero advierte que “humanizar al animal no es bueno para nosotros ni para ellos”. “No podemos pensar que un galgo vestido con un suéter y tumbado en nuestro sofá es más feliz que corriendo por el campo detrás de una liebre”, asegura el experto, que afirma que “se está produciendo una manipulación del hombre sobre el animal, sobre todo el los países donde las necesidades básicas están cubiertas”.
Cuerpo, alma y espíritu
Para hablar de los animales y la visión de la teología cristiana, PARAULA ha consultado también a Vicente Tur, profesor de Antropología de la Facultad de Teología de Valencia. Para el experto, las personas y los animales tenemos algunas cosas en común, por ejemplo, que somos criaturas. “Es decir, no somos Dios, ni divinos, ni una parte de Dios o una manifestación de Dios, aunque toda la naturaleza nos habla de Dios”.