Antonio Cañizares Llovera
Cardenal arzobispo de Valencia
En este último siglo vuelven los mártires. El sábado, día 22 de enero, celebramos la fiesta de san Vicente mártir, diácono, que fue mártir en Valencia, en el siglo IV, patrono de Valencia, de la ciudad de Valencia y de la diócesis valenciana, primer mártir de la Iglesia que está en Valencia. Ese mismo sábado, coincidiendo con esta fiesta de un mártir, se cerró la fase diocesana de la causa o proceso de beatificación de otros 91 mártires de la persecución religiosa en España durante el siglo XX. Esta Causa, cuya fase diocesana concluimos el 22, nos alentará sin duda a imitarles en la fe y fidelidad al Señor, ya que son signo de la vitalidad de nuestra Iglesia. Testificaron su fe con la ofrenda de sus vidas. Fe como Abraham: Aquí me tienes, Señor. Dios proveerá. Sólo Dios es lo único necesario.
Ofrenda de la vida, de la propia vida, de lo mejor y más querido de nosotros, para cumplir fielmente la voluntad del Señor. Abandonarse en las manos del Señor: en sus manos. En El y sólo en Él está la vida. Él es capaz de misericordia y de perdón. Él ha enviado a su Hijo venido en carne para la salvación de los hombres. Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad. Testigo fiel. En nombre de Jesucristo, levántate y anda. Tiene poder para arrancarnos de los poderes de muerte.
Antes de proclamar el martirio de un cristiano – uno por uno – la Iglesia quiere cerciorarse de que se dan en él todos los elementos teológicos y canónicos por los cuales se pueda declarar que fue o que fueron mártires y que deben ser propuestos a la veneración de los fieles para que imiten su ejemplo. La Iglesia examina cada uno de los casos, individualmente, para descubrir las razones de cada muerte y el espíritu con que fue aceptada.
Es legítimo hablar de que en un determinado momento de la historia se dio entre nosotros una auténtica persecución religiosa. Y no cabe la menor duda que durante la persecución hubo verdaderos mártires, pero quizá no todas las víctimas lo fueron. Por ello, en nuestra Diócesis, como en otras se ha llevado a cabo una minuciosa selección de los candidatos al reconocimiento oficial del martirio. Cuando la Iglesia concede el honor de los altares a sus mártires no hace un proceso a los asesinos, ni les condena, sino que emite un juicio sobre las virtudes heroicas del mártir, que murió perdonando, como Cristo en la Cruz, y como ha hecho siempre la Iglesia con sus perseguidores, porque predica la ley de amor y del perdón y no la del odio o la venganza. La persecución religiosa reveló una valentía increíble en sacerdotes, religiosos y seglares católicos, incluso entre mujeres sencillas y humildes, que nunca cedieron ante las pretensiones de sus perseguidores, y que fueron el signo más evidente de que los valores evangélicos habían penetrado profundamente y habían sido acogidos con todas sus consecuencias. Pero reveló también la fragilidad de tantos que, pasado el holocausto, volvieron a la indiferencia, lo cual era también signo de que la evangelización en España no tenía raíces tan profundas. Se puso en evidencia la contradicción existente en una misma sociedad que era a la vez profundamente religiosa en unos sectores, ambientes o personas, e indiferente, pagana y hostil en otros.
Los mártires, memoria histórica de verdad, son una llamada a revitalizar la fe y a fortalecer el testimonio cristiano, son un signo y presencia de perdón, de paz y de reconciliación, de ahondamiento del Evangelio. Los mártires son signo y construcción de perdón y de paz. Todos dieron su vida perdonando.
Que Dios nos conceda esta gloria para la Iglesia que peregrina en nuestra diócesis valenciana, llamada a la santidad y a ser testimonio de la caridad suprema: no hay mayor amor que dar la vida por los demás. Para que el mundo crea.