En esta Jornada Mundial del Enfermo que se lleva a cabo, desde hace 30 años, cada 11 de febrero, el Papa alienta a que esta celebración “pueda ayudarnos a crecer en el servicio y en la cercanía a las personas enfermas y a sus familias”. El lema de este año es ‘Acompañar en el sufrimiento’. Por ello, en PARAULA reflejamos la vivencia de la enfermedad tanto en quien la padece como en la familia que le acompaña. Son momentos de dolor, pero también de fe y esperanza que hacen crecer la caridad.

La alegría en la casa de los Ardit Todolí por el regreso de María y Caterina al hogar.

❐ BELÉN NAVA | 10.2.22
María hace una semana que volvió a casa. La noche del día de Navidad comenzó a encontrarse mal y a tener dificultad para respirar. El 2 de enero fue necesario su ingreso por coronavirus en el hospital de La Ribera de Alzira. A la complicación por la enfermedad se añadía que María estaba embarazada de cinco meses de Caterina.

Por los grupos de ‘Whatsapp’ han circulado los vídeos en los que se puede ver la llegada a casa de María junto a su marido, Josep, y la bienvenida que le dan sus hijos Betlem (la mayor con 13 años), María, Inmaculada, Mercé, María Magdalena, Teresa, Manuela, Candela y Josep y a buen seguro la de Abiel, Esperança y Jesús desde el cielo. Unos momentos emocionantes y luminosos que nada tienen que ver con la angustia que toda la familia vivió durante los 20 días que estuvo ingresada en la UCI del hospital La Fe Valencia donde tuvo que ser traslada, nueve de ellos intubada.

“Si alguien nos preguntara si preferiríamos que nada de esto hubiera sucedido, le diríamos que no, porque las gracias que Dios nos ha derramado en estos días superan con creces el sufrimiento vivido por la enfermedad. El Señor nos ha corregido como un padre corrige a sus hijos. Esto no es nada malo”, explican a PARAULA.

María y Josep, casados desde hace 15 años viven su fe en la parroquia San Francisco de Borja de Gandia, “en una pequeña comunidad neocatecumenal donde durante 25 años esta fe recibida por el bautismo ha ido haciéndose adulta y dando frutos de vida eterna, como estar muy felizmente casados, con tantos hijos, y un amor grande a nuestros hermanos de comunidad” quienes les han ayudado tantísimo estos días. “Es amor a la Iglesia y a todo aquel que nos encontramos. Todo por gracia de Dios, porque nosotros somos unos pobrecitos, muy débiles y llenos de pecados”, relatan.

“Estos pecados nos hacían vivir una vida centrada en nosotros mismos, buscándonos en todo, con el dinero, la seguridad de los bienes materiales, el prestigio, querer llevar por nuestras fuerzas el día a día sin apoyarnos nada en la oración… en fin, llenos de soberbia y egoísmo entre otras cosas. Como consecuencia, en nuestra casa no reinaba la paz, más bien la guerra. Nosotros no queríamos vivir así, queríamos hacer el bien entre nosotros pero no había forma”, confiesan. Y añaden que “creo que teníamos el corazón pegado al dinero y a todo lo que este te puede proporcionar: afecto de la gente, seguridad, bienestar… y también creo que la transmisión de la fe a nuestros hijos estaba en juego. Así que el Señor tuvo misericordia de nosotros y nos regaló para el día de Navidad su eterno amor envuelto, no de papel decorativo, sino de la terrible enfermedad de María”.

Josep explica que, en esos momentos, pensó que su mujer se moría y “todo mi ser que había estado construyendo con proyectos y fantasías estos años se moriría también con ella”.

La forma que tiene de desarrollarse la enfermedad del covid hacía que prácticamente Josep no tuviera contacto con María. “Así que quede solo, un solo a solo con Jesucristo en el desierto de cada día de no saber si María y Caterina estarían respirando y al mismo tiempo tener que caminar por donde no conocía, que era ser padre de mis ocho hijas y Josepet, sin su madre en casa”.

Cadena de oración
Aquellos días fueron un bautismo de fuego “y de espíritu que quemó todo y solo dejó en pie la fe que habíamos recibido de la Iglesia estos últimos años de nuestra vida. Si nos preguntasen si creemos que esta fe y la de miles de personas rezando por María y Caterina las curó diríamos que sí. Dios las curó por medio de unos médicos fantásticos” y es que a través de whatsapp se inició una cadena de oración por María y Caterina que traspasó fronteras. Los audios de Josep pidiendo por su mujer y su hija se fueron reenviando de grupo en grupo, de persona a persona. Todos unidos en oración por María y Caterina. Josep invita a los lectores a conocer, a través del portal Aleteia, el detalle de cómo se desarrollaron los acontecimientos.

“Pero hay algo más impresionante -indica Josep- y es que por la fe en Jesucristo, Dios nos ha dado una vida nueva a esta familia gracias a los sacramentos, su palabra, la oración, la vida misma de la Iglesia. Verdaderamente Jesucristo quita el pecado del mundo y el Espíritu Santo te da testimonio de que la muerte ha sido vencida, que existe la vida eterna y que puedes tener paz y alegría en medio de la enfermedad y puedes amar a tu mujer, a tu marido, a tus hijos y al otro con el mismo amor que Jesucristo ha tenido y tiene por ti, un amor nuevo”.

Sentirse amado
María recuerda que ese amor del que habla Josep lo sintió antes de ser intubada en la UCI. “El amor de Cristo a la humanidad entera, a ti. Sentía ese amor en mi corazón. Amor hasta tal punto de ser insoportable. Le decía al Señor, ¡para, para ya! Yo solo quería derramar ese amor de Jesucristo a toda criatura y besar los pies a todos, conocidos o no, fueses como fueses”.
Reconoce que “no estuve pendiente de la enfermedad, ni del dolor, ni del sufrimiento. No me quejé a Dios en ningún momento. Fue una gracia inmensa que el Señor me regaló, y si lo hizo conmigo lo puede hacer con cualquiera que esté sufriendo una enfermedad en estos momentos”.

María pensaba que “no necesitaba de nadie, que incluso nadie me quería tanto para sufrir conmigo, y que conmigo misma me bastaba, bueno, ¿qué más da que me quieran o no?”. Porque tal y como explica “me había mal acostumbrado a que mi vida no tenía ninguna trascendencia, realmente era un ni fu ni fa”.

Ahora, y con el paso de los días y todavía con una lenta recuperación por delante, no duda en afirmar que “mi enfermedad ha sido para mí un tiempo de purificación del corazón. El Señor me ha dado la gracia de vivir la vida de manera sencilla, en acción de gracias y al paso que el Señor me quiera marcar, con humildad. Ahora, en el tiempo de la recuperación voy lentísima pero estoy muy contenta, no sólo porque ya estoy en casa sino porque la alegría me la regala el Señor”.

“A veces me pregunto que por qué a mí pero después pienso: ¿por qué no a mí?”

Desde hace 19 meses, una estenosis en el uréter ha obligado a Sonia a entrar y salir del hospital La Salud, de Valencia, en muchas ocasiones con fuertes dolores e infecciones. La fe y su familia le son esenciales para seguir en pie.

Sonia, en el hospital junto a su hija Claudia.

“En algunos momentos he pensado: ¿por qué me pasa esto a mí? No lo voy a negar; pero después pienso: ¿por qué no a mí?”. Son palabras de Sonia, aquejada de una estenosis uretral que causa fuertes dolores e infecciones y que ha sido la razón de sus continuas entradas y salidas del hospital en estos últimos 19 meses.

Vivir con una enfermedad que se prolonga en el tiempo supone un reto en el día a día. A esto se suma la incertidumbre ante qué dolencia es la que te afecta, lo que provoca una dificultad para afrontarlo al no saber realmente qué le pasa a tu cuerpo.
“Si pienso en ‘¿por qué a mí Señor?’, me desespero. Así que pienso ‘Señor, ayúdame’, y cuando tengo dolor lo ofrezco y también pido que ayude a mi familia a sobrellevarlo”.

Madre de familia numerosa, Sonia explica que no es solo “el dolor físico, sino también el emocional. Son periodos muy largos de tiempo en el hospital”, indica y recuerda la primera vez que le ingresaron cuando ya se había iniciado la pandemia: “Fue terrible con todos los protocolos establecidos, el estar sola, con las visitas restringidas o sin visitas… todos mis ingresos están siendo así”.

El inicio de la enfermedad de Sonia arranca veinte años atrás, con una pielonefritis aguda en el riñón derecho. A partir de ese momento comenzaron las múltiples infecciones de orina y los terribles dolores en el riñón “aunque eran de forma esporádica”.

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