Abuelos, mayores, pueden ser términos tan afectivos como despectivos. Todo depende de nuestra actitud. Los mayores nos piden combatir los estereotipos y prejuicios, y que valoremos real y fielmente su contribución a la sociedad. Todos nosotros, acostumbrados a la idea de que la soledad en la ancianidad es un destino inevitable, debemos emprender un camino diferente para los que ya no esperan que un futuro distinto sea posible.

AMPARO CASTELLANO| 24.07.24

Desde la delegación diocesana de la Pastoral de Enfermos y Mayores nos invitan a unirnos al Mensaje del Papa Francisco en la IV Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, que se celebra en toda la Iglesia por los santos Joaquín y Ana, abuelos maternos de Jesús, el “Día de los Abuelos”. Con este día dedicado, de manera especial agradecemos a nuestros abuelos y mayores todo lo que ellos han hecho por nosotros. Con el lema «En la vejez no me abandones» (cf. Sal 71,9), indica el Delegado Luis Sánchez, “hacemos presente el drama que sufren muchos abuelos y ancianos que se sienten abandonados por sus seres queridos en los últimos años de su vida”.

El valor de envejecer en casa
Una reciente investigación del Imserso junto con el CSIC ha detallado las demandas y necesidades sociales de las personas mayores. Nos piden combatir los estereotipos y prejuicios y valorar su contribución a la sociedad. “Nos piden respeto e inclusión en todos los ámbitos de la sociedad. Para ello es importante también la promoción de actividades intergeneracionales. Esto en general, sin olvidar combatir los factores que desembocan en la vulnerabilidad social, en la soledad, en la necesidad de mejora de los servicios de atención y cuidado ante la pérdida de salud y de capacidad funcional”.
El estudio destaca que el envejecimiento en casa es para los mayores un elemento prioritario, envejecer en casa en condiciones de autonomía. Precisamente la promoción de esta autonomía a través de recursos y apoyos domiciliarios es otro elemento clave de los diagnósticos. No obstante, como bien refleja el Papa Francisco, “la familia, que es la oposición a la idea de que podemos salvarnos solos, es una de las víctimas de esta cultura individualista”. Cuando se envejece, aparece el espejismo de no necesitar a nadie y de poder vivir sin vínculos. Uno se encuentra teniendo necesidad de todo, pero sin tener a alguien con quien poder contar. Es un triste descubrimiento que muchos hacen cuando ya es demasiado tarde, fingiendo que se trata de una elección autónoma. “Estamos perdiendo cada vez más «el sabor de la fraternidad» (Carta enc. Fratelli tutti, 33) -dice el Papa- e incluso nos cuesta imaginar algo diferente. En muchos ancianos podemos advertir ese sentimiento de resignación”.

Y sin embargo, lo que esperan es que un futuro distinto sea posible. El Papa Francisco lo explica con el ejemplo de “Rut, la que se quedó acompañando a la anciana Noemí, nos enseña que es posible responder ¡no te abandonaré!. La libertad y la valentía de Rut nos invitan a recorrer un camino nuevo. No tengamos miedo de cambiar nuestras costumbres y de imaginar un futuro distinto para nuestros ancianos”.

Emprender un camino diferente. Como el de tantos que así que se están ocupando de un anciano, o muestran cada día su cercanía a los que no tienen a nadie. Reconociendo el papel insustituible que tienen en la familia, en la sociedad y en la Iglesia, también nosotros recibiremos muchos dones, muchas gracias, muchas bendiciones. Como afirma Luis Sánchez de la Delegación diocesana, “a todos nos incumbe su cuidado amoroso y solícito para que se sientan amados y acompañados, confortados”.