BELÉN NAVA | 24.10.2024
La pérdida de un ser querido conlleva un proceso de duelo y otro de reconocimiento de esa pérdida. Tras ello, un sentimiento de soledad. Una soledad que llega sin haber sido pedida. Una soledad que se hace más patente en días como el de Todos los Santos y el de Fieles difuntos en el que recordamos a aquellos que nos han dejado. Una soledad no deseada.Y este es un tema que preocupa en una población como La Font d’en Carròs donde las personas pueden experimentar soledad debido a diversos factores: la pérdida de seres queridos, la migración de los jóvenes a zonas urbanas, el envejecimiento de la población o rupturas familiares o incluso por el debilitamiento de los lazos comunitarios tradicionales. Y en donde decidieron, de forma pionera, crear un grupo estable de trabajo que ayudara a centrar el tema de las pérdidas y a profundizar en el tema, para dar una respuesta parroquial a estas realidades, tal y como viene sugerido en Amoris laetitia por el papa Francisco.
Todo comenzó con una conferencia. ‘Acompañar la soledad no deseada’, a cargo del psicólogo clínico Mario Piera y realizada en la parroquia de San Antonino Mártir de La Font d’en Carròs, surgió como una necesidad ante las fiestas de la Navidad. Era “una forma de sensibilizar y de hacer visible una realidad, a menudo oculta e incluso vergonzante”, explican, que había sido detectada por su párroco, Marcos Senabre, y que había que tratar y dar a conocer. La finalidad era poner de relieve una problemática que afecta profundamente a la calidad de vida de las personas.
Más de un centenar de personas completaron el aforo en esta primera convocatoria, “lo que demostró la inquietud que el tema de la soledad no deseada generaba entre la población. Se evidenció la necesidad de espacios, donde las personas pudieran hablar de sus experiencias y de recibir orientación sobre cómo gestionarlas de forma adecuada. Algo que causó gran interés, fue la relación que se establece entre la soledad y las pérdidas. Por lo que surgieron muchos interrogantes en torno al tema de los duelos y su manejo”, indica Mario Piera.
Esta primera conferencia dio pie a que Senabre y Piera analizaran cuál era la realidad social y parroquial y que se plantearan cuáles eran las principales demandas, inquietudes y peculiaridades de la comunidad parroquial. Así fue como se comenzó a gestar una nueva idea: proponer alguna actividad complementaria, para seguir profundizando en las dificultades que atraviesan muchas personas, especialmente en torno a las pérdidas.
En un taller con tres sesiones semanales de unas dos horas cada una se trató el tema de los duelos y las pérdidas.
“Este taller tenía como objetivo abordar un tema tan evitado como temido: la pérdida de seres queridos, de un trabajo, de un ideal, una relación…”, comentan párroco y psicólogo implicados en llevar a cabo esta experiencia. De esta manera, también se seguía el hilo de la conferencia anterior sobre la soledad, en la que Mario Piera, las describió como ‘Pérdidas cotidianas’ y que ha desarrollado en su libro con este mismo título.
Tras una breve explicación de los conceptos tratados -las pérdidas a lo largo de la vida; el duelo, sus mitos y sus etapas; duelo y familia; autocuidado y relación de ayuda- se invitaba a los participantes, a través de una pregunta, a un diálogo en pequeños grupos. Esto favorecía la interrelación de los participantes, “así como el poder profundizar en las inquietudes y dificultades en torno al tema tratado. Posteriormente, en asamblea, se planteaban y se resolvían los interrogantes y cuestiones que se lanzaban desde los diferentes grupos. Cerrando la sesión con algunas conclusiones y recomendaciones de lectura del libro ‘Pérdidas cotidianas’, que servía como base para la formación y para profundización personal hasta la siguiente sesión”, explica Piera.
El taller que se realizó en la parroquia San Antonino Mártir contó con una asistencia de 45 personas, con un alto nivel de participación y de compromiso. Se expresó una elevada satisfacción al finalizar las tres sesiones y la petición de poder continuar con la experiencia ampliando algunos contenidos. Todo esto confirma que la temática no solo era de interés, sino que la metodología y el enfoque del taller fueron acertados para abordar inquietudes y realidades que habitualmente surgen en el seno de las comunidades parroquiales, pero en pocas ocasiones son atendidas adecuadamente.
“La gente reclamaba una formación específica. A veces hay mucha teoría, mucha palabra, pero falta llevarlo al nivel práctico”, asegura Marcos Senabre. Para ello, “era necesario contar con un buen profesional y que además sea creyente, que sepa trabajar con las personas, un buen psicólogo, y abierto a la fe”.
“Las sesiones fueron magníficas, en un clima de respeto y de trabajo y oración, y que después se ha visto en el día a día. Pasan los meses y la gente continúa teniendo esa experiencia muy viva”.
“Es una actividad que debe formar parte de la pastoral de la parroquia. El tema del duelo es un tema muy profundo, muy grande, que abarca muchas cosas de la vida, y no estamos bien formados para eso. Y necesitamos esa formación y con gente muy competente. No podemos reducirlo a un curso de pastoral de enfermos o mayores de tres, cuatro, diez días en Valencia. Las parroquias tienen que hacer esto efectivo. Aunque es verdad que para llevarlo a cabo hace falta gente realmente competente y muy profesional. Y que sea gente de fe. Y los párrocos tenemos que movernos para hacerlo llegar a la gente e incluirlo en el grupo de la parroquia que va a visitar a los enfermos y los mayores”, concluye Senabre.
Las valoraciones expresadas por los participantes también mostraron que el espacio generado por el taller se convirtió en un lugar de contención y apoyo mutuo, donde las personas no solo recibieron información y herramientas para acompañar a otras personas, sino también, el consuelo de compartir sus experiencias con otras que estaban atravesando situaciones similares.
“Hoy en días hay nuevas maneras para hacer frente al dolor de una pérdida”, aseguró Claudia, una de las feligresas de la parroquia que formó parte del taller. “Antes la solución era encerrarse en casa y llorar un año entero. Ahora hay recursos para seguir en la vida e intentar tirar adelante”. Además, al realizarlo en la parroquia “sabes que las personas que te acompañan tienen, más o menos, el mismo ideal de la fe”.
María Jesús decidió participar en la actividad por la importancia “de poder sanar las heridas que deja la pérdida, aprender a vivir con su ausencia y encontrar un nuevo equilibrio emocional. “Es necesario buscar apoyo y contención emocional a través de amigos, familia, para poder aceptar nuestros sentimientos y así ayudar a los demás, siempre recordando los buenos momentos vividos y perdonándose a uno mismo sin sentimiento de culpa. Saber escuchar realmente a alguien que está sufriendo, estar a su lado con cariño y cuidado, sin juzgar, es primordial y de gran valor, porque saber mirar es saber amar”.
Josefina acudió al taller como “acompañante”. Sin embargo, hizo cambiar su concepción del duelo y le aportó “luz”. “Yo iba con la idea del duelo por excelencia que es el que se vive por la muerte de una persona querida y me sorprendió enormemente cuando Mario habló de las pérdidas cotidianas que vivimos a lo largo de nuestra vida y que en muchas ocasiones no nos permitimos vivir como por ejemplo un deseo no cumplido, el cambio de ciudad de un amigo o un familiar, la pérdida de un trabajo…”
El poder compartir con otros las experiencias personales vinculadas al duelo y hacerlo en un lugar como la propia parroquia fue también una de las cosas más valoradas por los participantes en el taller. Así lo sintió Paca que explicó que “en la parroquia hay gente más afín a mí, y me he podido expresar más libremente y con más confianza. Fue un rato muy agradable el poder escuchar las opiniones y experiencias de los demás. Y además hacerlo desde la empatía”.
Para el psicólogo clínico, el éxito tanto de la conferencia sobre ‘Acompañar la soledad no deseada’ como del taller sobre ‘Duelos y pérdidas’, confirma que “las personas requieren en las parroquias de espacios seguros para reflexionar y formarse sobre estos temas que inciden de lleno en nuestra psicología y por ende en la vida cotidiana. Estas actividades no solo ayudan a las personas a lidiar con sus experiencias personales de soledad y duelo, sino que también fortalecen las relaciones comunitarias, creando vínculos más estrechos entre los miembros de la parroquia”, destaca.
“El propio papa Francisco en su exhortación Amoris Laetitia nos recuerda: “Hay que acoger y valorar especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente la separación, el divorcio o el abandono…” (n 242) de ahí algunas iniciativas pastorales como el programa SEPAS, que ayuda a sanar las heridas provocadas por estas situaciones de pérdida, cada vez más comunes en nuestras comunidades. Del mismo modo, el Papa nos recomienda la atención a las familias en duelo “Abandonar a una familia cuando la lastima una muerte sería una falta de misericordia, perder una oportunidad pastoral…” (n 253)”, indica Piera.
Y es que, para el autor “este tipo de iniciativas generan una disposición y un saber hacer que, tan necesario es para el acompañamiento de situaciones diversas y dolorosas que se viven en el ámbito de nuestras comunidades y donde los párrocos, en muchas ocasiones, se sienten desbordados a la hora de establecer cauces de ayuda y acompañamiento”.
En definitiva, “las parroquias como espacios de vida y de crecimiento son ambientes propicios para ofrecer actividades de esta índole, ya sea en forma de talleres, grupos de apoyo o charlas sobre temas relacionados con la salud mental y el bienestar emocional a cargo de profesionales seglares, que apoyen y canalicen las demandas, en estrecha colaboración con los párrocos. Siempre desde un enfoque humanista y evangélico que fomente la empatía, el respeto y la comprensión en torno a temas tan complejos y universales como los tratados en esta experiencia en la parroquia de San Antonino Mártir de La Font d’en Carròs”.
Misas y horarios especiales en los cementerios
Los cementerios y columbarios valencianos, algunos de ellos parroquiales, estarán abiertos con horarios especiales en torno a la fiesta del 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos, y 2 de noviembre, conmemoración de los fieles difuntos. Además, acogerán las celebraciones de responsorios y eucaristías.
En estas fechas se puede obtener la indulgencia plenaria todas aquellas personas que en los ochos días posteriores a la solemnidad de Todos los Santos visiten los cementerios rezando por los difuntos o que el 2 de noviembre visiten una iglesia o un oratorio y recen el Padrenuestro y el Credo. Todo ello, cumpliendo las normas establecidas por la Iglesia: confesión de los pecados, recibir la Sagrada Comunión y orar por las intenciones del Papa.
El Cementerio General de Valencia acogerá tanto el día 1 como el 2 de noviembre un amplio horario de misas. La de las 12 h del 1 de noviembre será ofrecida por los sacerdotes de la diócesis fallecidos el día anterior y la del 2 de noviembre a las 12 h será presidida por el arzobispo de Valencia, mons. Enrique Benavent, y será ofrecida por todos los fallecidos de la diócesis en el último año.
Este año, además, la capilla del Cementerio General, tiene un nuevo sagrario, realizado por Piró Orfebres, y en el que aparece un corazón, signo de que la eucaristía es el corazón de la Iglesia, y un Santo Cáliz. “Como el sagrario está situado a los pies de la cruz se quiere simbolizar que el cáliz recoge la sangre de Cristo derramada en la cruz”, explica el capellán, Benjamín Zorrilla.
Horarios Cementerio General
– 1 de noviembre: 10, 11, 12 (por los sacerdotes), 13 y 17 h.
– 2 de noviembre: 10, 11, 12 (presidida por el Arzobispo) Y 17 h.
– Del 3 de noviembre al 12 de noviembre: misas a las 11 h.
– Del 9 al 12 de noviembre: XL Horas.