El cardenal guineano Robert Sarah, prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y los Sacramentos, denuncia en su investidura como doctor honoris causa que “a algunas personas les gustaría que la Iglesia se centrase exclusivamente” en su labor social
C.M.| 08.07.2021
La UCV invistió como doctor honoris causa al cardenal Robert Sarah (Guinea, 1945), prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y los Sacramentos, en un acto celebrado en la Facultad de Teología. En su intervención en el acto, Sarah aseguró que “si a las obras de caridad les falta la fe, entonces ya no hablamos de caridad, sino de filantropía”.
“A algunas personas les gustaría que la Iglesia se centrara exclusivamente en el trabajo de reducir o incluso de erradicar la pobreza, en la acogida de migrantes, en la acogida y acompañamiento de los heridos de la vida”, lamentó el purpurado.
Así, Sarah se refirió al ejercicio de una “genuina” caridad cristiana, que, en su opinión, no es “una forma de filantropía”. Dos posturas erróneas sobresalen en ese sentido, en su opinión; por un lado, pretender que cualquier forma de filantropía es un acto de caridad cristiana, “consecuencia indirecta del pesimismo luterano”. La otra posición, y más frecuente, “desvincula la caridad de la fe”.
Fe, esperanza y caridad
La Iglesia, siguiendo a san Pablo, “ve en la fe y la caridad, junto con la esperanza, el fundamento del obrar cristiano. En el orden de la perfección la caridad precede a la fe y a la esperanza, porque las informa y per- fecciona como virtudes. Pero en el orden de la generación, la fe precede a la esperanza y ésta a la caridad”, expuso el cardenal.
Bajo la premisa de la necesaria unidad entre las virtudes teologales, Sarah aseveró que la acción social, sólo es “caritativa” si busca directa y explícitamente el fin sobrenatural del hombre: “La acción de dar de comer al que tiene hambre bus-ca, de forma inmediata, saciar una necesidad natural. Lo que no es posible es que se dé el amor de la caridad sin querer el fin último del prójimo o negándole algún medio necesario para alcanzarlo”.
Aludiendo a la parábola del Juicio Final (Mt. 25), Sarah señaló que de ella podría desprenderse “que las obras de caridad que sirven para merecer la vida eterna no requieren el reconocimiento de Cristo en los pobres”. Sin embargo, “los comentarios de los Padres y las enseñanzas de los papas insisten más bien en el hecho de que, para el cristiano, la caridad implica precisamente ese reconocimiento. Así lo ha enseñado el papa Francisco diciendo que estas palabras, para los cristianos, «implican reconocer al mismo Cristo en cada hermano abandonado o excluido». Por tanto, para reconocer a Cristo de esta manera es necesaria la fe”.