EVA ALCAYDE | 12-10-2017
Abrumado por el éxito de su propia película, descolocado por la llegada inesperada del “Espíritu Santo” a su casa, sorprendido por lo que se encontró durante el rodaje y agradecido por haber sanado heridas familiares… Así se siente David Arratibel, tras el estreno de ‘Converso’, una película sobre la fe y la familia, en la que el director también es protagonista
– ¿Como te sientes tras el estreno de ‘Converso’ en las salas? ¿Cuál ha sido la respuesta que has recibido del público?
– Me siento absolutamente sorprendido, abrumado incluso, porque una película de estas características, en el mejor de los casos, suele limitar su recorrido al circuito de festivales. No es un cine que llegue a las pantallas comerciales, pero en este caso ha sido así y estoy profundamente agradecido por ello a las personas que están llenando las salas.
La respuesta del público es muy diferente según sea su vivencia religiosa: los creyentes ven en la película unos testimonios de fe muy ricos y conmovedores, con el trasfondo de un desencuentro familiar, una herida que había que sanar; pero los agnósticos o ateos traen a primer término la historia familiar, las conversaciones pendientes, y dejan en el trasfondo lo religioso.
Cada espectador hace su lectura y es algo con lo que estoy muy satisfecho, porque la película mueve y conmueve a públicos muy distintos respecto al hecho religioso.

– ‘Converso’ ha sido la gran sorpresa de la cartelera, obteniendo la segunda mejor media de recaudación por sala, ¿Te ha sorprendido el éxito?

-Sí. En Valencia ha cosechado un gran éxito. También ha sido impresionarte lo de Sevilla o Bilbao, donde mucha gente se ha quedado fuera de la sala porque se agotaron las entradas en varias sesiones. Esto ha propiciado que la película llegue a siete nuevas ciudades.
– Te defines como agnóstico, ¿Cómo se lleva eso teniendo, como dices, al “Espíritu Santo” viviendo en tu casa?
– Mi situación no es tan extraña, es habitual que en una familia de creyentes haya personas agnósticas. Lo raro ha sido que, viviendo en una familia agnóstica, ésta cambie radicalmente hacia el catolicismo más entregado. Esa “llegada inesperada” es lo que me dejó descolocado, fuera de lugar. El problema no es la vivencia religiosa de la familia, lo que duele es sentirte fuera, excluido de una vivencia que les une profundamente.
– Dirigir esta película ¿te ha movido algo por dentro?
– Sí, mucho. Para empezar ha conseguido que en mi familia nos relacionemos de manera natural, incluso bromeando, con la posición religiosa de unos y otros. En este sentido la película ha sanado una herida que teníamos abierta. En cuanto a mi vivencia religiosa, sigo siendo el mismo agnóstico de antes, pero me he quitado todos los prejuicios para poder hablar con personas que viven la religión profundamente, y esto me encanta. Ahora me interesa el hecho religioso en el sentido humano, psicológico, antropológico o histórico. De hecho, últimamente estoy leyendo libros sobre religión, nunca pensé que lo haría.
– ¿Qué lo que más te ha impresionado del proceso de conversión a la fe católica de tu familia?
– No sabría decirlo, pero el hecho en sí de saber que creen en algo que para mí es tan abstracto, me sorprende. También me cuesta mucho entender o asumir la idea del pecado, sobre todo en mis sobrinos que, por ejemplo la mayor, acaba de hacer la primera comunión.
– Resulta interesante el hecho de utilizar el cine como recurso para acercarte a tu familia y poder comunicarte con ella… ¿Realmente el muro entre vosotros era tan alto?
– Mi hermana dice que todo lo que ha pasado es obra del Espíritu Santo, yo le digo que es la magia del cine (risas). El cine es mágico y consigue cosas increíbles. La cámara de cine, lejos de generar un bloqueo en la comunicación, ha conseguido que cada conversación que grabábamos tuviera un carácter solemne, trascendente, importante, pero a la vez muy íntimo.
Ha sido impresionarte ver cómo ellos mismos se sorprenden del nivel de desnudez que se dio en las conversaciones, contaron cosas delante de la cámara que jamás habían contado nadie. El muro entre nosotros “parecía” muy alto, pero nos hemos dado cuenta de que no lo era. Si las personas se aman, nunca habrá muros altos entre ellas.
– Uno de tus objetivos al rodar ‘Converso’ era entender el proceso que había experimentado tu familia, ¿crees que lo has logrado?
– Cuando comencé a hacer la película uno de los objetivos era conseguir mostrar o entender “cómo se cree”, cómo ese ese click en el que tienes la certeza de que Dios existe. Como cineasta, me parecía un reto precioso. Ese objetivo estaba presente en todas y cada una de las conversaciones y creo que es clave para acercarme a ellos con una actitud muy abierta, con un gran interés en lo que piensan, viven, sienten o les conmueve de su relación con la fe, con Dios.
Esas ganas de entenderles han sido el motor que puso en marcha el proceso de creación pero, a mitad de camino, me di cuenta que no lo lograba y que lo que me encontraba era vivencias o explicaciones muy abstractas para mí. Todas éstas se recogen en un capítulo de la película que se titula “No se puede filmar el Espíritu Santo” y que cierra mi cuñado explicando que las operaciones que Dios hace en el creyente no se puede representar mediante imágenes.
En cualquier caso, me alegro de que ésta hubiera sido la excusa o motivación para iniciar la película porque, en el camino, me he reencontrado con mi familia, hemos abordado esas conversaciones pendientes, hemos sanado heridas y, además, nos lo hemos pasado muy bien.