El padre José Luis Orpella lleva casi 30 años trabajando en Kenia y ha puesto en marcha numerosos proyectos de desarrollo para mejorar la vida de las personas más necesitadas de la diócesis de Garissa, donde lleva a cabo su misión. Misionero, sacerdote y médico, constituyó la Asociación Emaús Kenya, junto con 4 jóvenes kenianos, para apoyar los proyectos de la diócesis de Garissa. La malnutrición es endémica en la zona, con índice de mortalidad infantil de 96 por 1.000 nacidos vivos, donde más del 80 % de sus habitantes vive bajo el umbral de pobreza absoluta. Estos días visita Valencia para dar a conocer su testimonio en la presentación de la campaña anual de Manos Unidas en Valencia ‘Frenar la desigualdad está en tus manos’.
❐ B.NAVA / M.ALMELA | 09.02.2023
A José Luis Orpella África le atrapó. Apenas había terminado la carrera de Medicina cuando una oportunidad laboral llamó a su puerta. Poco sabía él, en aquel momento, que cambiaría totalmente su vida. “Yo tenía 24 años y me fui a Kenia -comenta-. Fui a una zona donde el obispo estaba buscando a alguien que llevara un programa de salud ya fuera médico o enfermero. Justamente hacía poco tiempo que habían asesinado a una religiosa en esa misma zona y la congregación tuvo que abandonar la zona debido al peligro”. Al cabo de dos o tres años empezó a estudiar Filosofía y después Teología en un seminario en Nairobi. Fue ordenado sacerdote en la diócesis de Garissa, la más grande de Kenia, limítrofe con Somalia y Etiopía. Una zona que lleva décadas soportando hambruna, grandes sequías, falta de infraestructuras y, por si fuera poco, el fundamentalismo islámico.
En Garissa “son muy pobres. En las ciudades hay más trabajo” pero cuando te adentras en las zonas rurales es como retroceder en el tiempo. “Son agricultores en general, pero como no llueve y el cambio climático lo ha cambiado todo son muy pobres. Se nota en todos los ámbitos… en las escuelas; no hay centros de salud; hay falta de agua; no hay electricidad. Es una pobreza absoluta. Son casas de barro sin sillas, ni mesas, ni tan siquiera dinero para poder comprar comida. Sin embargo, son personas muy felices que lo dan todo y si vas a visitarlos te ofrecen un té y en ese té quizá están poniendo todo el azúcar que tienen. Es muy gratificante, bonito y de Dios…”.
Con una gran sonrisa relata una anécdota que pasó recientemente. “Allí hay zonas muy amplias donde no se ha oído la palabra de Dios. Hay gente esparcida por muchos sitios y es muy difícil llegar a esas poblaciones. Es gente que está deseosa de oír, de escuchar la palabra de Dios. El otro día celebramos una misa y esperábamos que vinieran tres o cuatro personas y casi éramos cien. Entre protestantes, animistas… y niños, jóvenes y esa ansia de escuchar de Dios de Jesucristo… y da muchas ganas de continuar”.
Pese a que Kenia se ha desarrollado en los últimos años, todavía arrastra una gran deuda que se ve reflejada en la diferencia de clases. Una muy pobre y otra muy rica, perteneciente, casi siempre, a la esfera política.
Un hospital y una escuela
La zona donde trabaja el sacerdote se llama Emaús, y allí ha construido una capilla -que dista en torno a 200 kilómetros de la más cercana, ya que es una zona de influencia islámica y hay sólo 6 parroquias en toda la diócesis-, una guardería, una escuela de Primaria y un hospital. “Nuestro trabajo principal es atender a los niños y jóvenes que se acercan a la parroquia”, cuenta el padre José Luis.
El misionero se siente orgulloso de esta escuela ya que ha sido catalogada como una de las mejores de la zona. “Es bonito ver como en estos últimos años algunos de nuestros alumnos se han convertido en profesionales. Tenemos médicos, profesores… que ahora imparten ellos clases en la escuela”. Tampoco descuidan el apostolado como una parte fundamental de la formación que imparten a los niños y por la tarde acuden a la parroquia a recibir catequesis.
Otro de sus logros ha sido convertir el Hospital San Rafael, que atiende a más de 20.000 personas al año, en un centro de referencia. “En todas las parroquias hay un pequeño dispensario o un centro de salud y tratamos de coordinar todo ese trabajo. La gente no tiene dinero para grandes tratamientos”. Y es que hay que recordar que el Hospital San Rafael, inaugurado en el año 2008, se encuentra en una zona semidesértica, donde el 80 % de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
El padre Orpella señala que uno de los apoyos fundamentales en su diócesis es el de Manos Unidas. “Con ellos hemos hecho frente a situaciones de emergencia: han acudido en varias ocasiones al socorro de la población y han puesto en marcha proyectos de emergencia para distribuir alimentos y ofrecer asistencia médico-sanitaria”.
Misión Emáus – Kenya
José Luis Orpella junto a cuatro jóvenes kenianos con vocación al sacerdocio fueron los pioneros y los constructores de la Misión de Emaús. Decididos a llevar a cabo el carisma fundacional del padre Orpella de una vida dedicada al acompañamiento de los jóvenes y con el apoyo del obispo de Garissa, Mons. Paul Darmanin, se instalaron en una casa a medio hacer cerca del pueblo de Emaús en la parroquia de Hola distrito de Tana River en Kenia. Esto fue el 19 de marzo de 2004 fiesta de san José.
Al mismo tiempo que se terminaba la casa donde residían los miembros de esta fraternidad, se construía una escuela al lado que abrió sus puertas en enero de 2005, la escuela primaria de San José que es en la actualidad la escuela de mejor calidad y con mejores notas de toda la región.
Ya desde el principio los miembros de esta fraternidad se dedicaron por completo al servicio de los niños y jóvenes de la zona que se iban acercando poco a poco, dando esperanza y ayudándoles en todo lo posible, desde comida a ayuda intelectual, asistencial, espiritual y de desarrollo integral de la persona, para que estos niños y jóvenes crecieran más sanos, con más valores y más santos.
En el pueblo de Emaús había un pequeño dispensario a cargo de la parroquia de Hola y que fue cedido al José Luis, para que continuara este proyecto, agrandándolo y abriendo un centro de salud, el hospital de San Rafael, en el año 2008.
Todos los proyectos tienen su base en la pequeña localidad de Emaús y su objetivo es la mejora de las condiciones de vida de los 72.000 habitantes de la zona.
Desde el principio la Misión de Emaús empezó “dando esperanza a través del cuidado de las almas de los niños y jóvenes, dando de comer al hambriento, curando al enfermo, instruyendo al ignorante a través de las escuelas y la formación, y elevando la dignidad de las personas de esta zona con ayuda asistencial, sanitaria, desarrollo, educativa y pastoral.”.
El pueblo de Emáus
Según cuentan los ancianos del lugar, en la década de los 70 hubo unas fuertes inundaciones que causaron muchos destrozos en la zona, arrasando cosechas y pueblos. Uno de ellos quedó destruido ya que estaba muy cerca del río Tana siendo reconstruido uno poco más lejos del río y el sacerdote que se ocupaba de esta zona, bautizó ese nuevo pueblo con el nombre de Emaús ya que los habitantes del pueblo se movieron de un pueblo a otro, recordando de esta forma al pueblo de la antigua Palestina cerca de Jerusalén, donde Jesús se apareció a dos discípulos que iban de camino a este pueblo según el texto de Lucas 24.